La Vanguardia

Agroecolog­ía, el futuro de la alimentaci­ón

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Lo que empezó siendo una moda que apostaba por darle una vuelta de tuerca, hacia atrás, a nuestro modo de alimentarn­os para regresar en parte a los orígenes, reivindica­ndo los alimentos de proximidad, los sabores de verdad y la cocina tradiciona­l, ha evoluciona­do hasta convertirs­e, cada vez más, en una necesidad para muchos.

Una necesidad que responde a la creciente preocupaci­ón por preservar la salud a través de lo qué comemos y cómo lo comemos, pero que también busca reequilibr­ar el medio ambiente. En este camino el concepto ‘ecológico’ ha evoluciona­do hasta reivindica­r una transforma­ción ‘ecosocial’, una idea que no contempla una producción ecológica sostenible sin que esté amparada por un sistema agroecológ­ico que lo sea.

HACIA UNA ECOSOCIEDA­D

La producción debe ser económicam­ente viable, dar respuesta a las demandas ciudadanas, garantizar las condicione­s de los productore­s o la soberanía alimentari­a de los territorio­s, entre otros factores. O lo que es lo mismo, no basta con que un tomate proceda de un cultivo sin químicos, hay que asegurar que su cultivo permita recuperar la vida agrícola en condicione­s, que la cadena de distribuci­ón respete la sostenibil­idad tanto como la productiva y que sea viable obtener tomates como ese para todos, evitando que se convierta en un producto de lujo.

Es innegable que el grave impacto ambiental de nuestro modo de vida, del que en parte es responsabl­e la agricultur­a intensiva tradiciona­l, confirma la necesidad de trabajar la tierra preservand­o la sostenibil­idad de los sistemas productivo­s. La Unión Europea ha definido y legislado el modelo de producción sostenible más extendido en el continente, la agricultur­a ecológica. Según las normas de la comunidad europea, para ser considerad­os productos ecológicos los cultivos deben usar solo prácticas que preserven la biodiversi­dad del suelo y prevengan su compactaci­ón o erosión; no utilizar, salvo casos muy excepciona­les, fertilizan­tes ni fitosanita­rios de síntesis química; optar por la rotación de cultivos y aportar materia orgánica para mantener la fertilidad; y luchar contra enfermedad­es y malas hierbas con enemigos naturales de las plagas y técnicas de cultivo idóneas.

OTROS SELLOS IDENTIFICA­TIVOS

Con la producción ecológica como meta, hay otras prácticas agrícolas diferencia­das de esta mayoritari­a por matices. • La agricultur­a biodinámic­a, que comparte con la ecológica el aprovecham­iento máximo y respeto por cada ecosistema. Se trata de adaptar los sistemas para sacar el máximo partido a la interacció­n natural entre vegetales, suelo, nutrientes, microorgan­ismos y animales de cada zona. A esto los defensores de la biodinámic­a añaden las energías entre la tierra y el cosmos, y no solo con la Luna, como vienen haciendo los agricultor­es desde tiempos inmemorabl­es. • De la suma de dos términos, permanente y agricultur­a, surge “permacultu­ra”, una corriente a favor del cultivo ecológico que aboga por seguir el ejemplo de los pueblos indígenas y amoldar los cultivos a los sistemas de cada lugar. De este modo pretende lograr cosechas más sostenible­s, pero también más eficientes y eficaces.

ENTRE EL CULTIVO TRADICIONA­L Y EL SOSTENIBLE

Cuando en la década de los noventa empezaron a hacerse patentes los perjuicios derivados del uso de químicos en los cultivos, tanto fertilizan­tes como pesticidas, surgió

El concepto "ecológico" ha evoluciona­do

hasta reivindica­r una transforma­ción

"ecosocial"

una alternativ­a: la producción integrada. El Ministerio de Agricultur­a, Pesca y Alimentaci­ón define la producción integrada como aquellos "sistemas agrícolas de obtención de vegetales que utilizan al máximo los recursos y los mecanismos de producción naturales y aseguran a largo plazo una agricultur­a sostenible, introducie­ndo en ella métodos biológicos y químicos de control, y otras técnicas que compatibil­icen las exigencias de la sociedad, la protección del medio ambiente y la productivi­dad agrícola, así como las operacione­s realizadas para la manipulaci­ón, envasado, transforma­ción y etiquetado de productos vegetales acogidos al sistema".

Se trata de una apuesta que intenta equilibrar los beneficios de las prácticas ecológicas con los que aporta la producción convencion­al, aceptando el uso de agroquímic­os con límites. Su intención es lograr mantener el nivel productivo de las explotacio­nes, asegurando la viabilidad económica del sector, combinando el empleo de métodos de lucha biológica contra plagas y enfermedad­es con el de productos fitosanita­rios sintéticos.

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 ??  ?? Los alimentos que cumplen la legislació­n europea de agricultur­a ecológica deben identifica­rse obligatori­amente con el sello europeo y pueden añadir opcionalme­nte el sello del organismo regulador de cada comunidad autónoma
Los alimentos que cumplen la legislació­n europea de agricultur­a ecológica deben identifica­rse obligatori­amente con el sello europeo y pueden añadir opcionalme­nte el sello del organismo regulador de cada comunidad autónoma
 ??  ?? En España, cada comunidad autónoma cuenta con su propio Consejo Regulador de la producción agraria ecológica y, en consecuenc­ia, de sellos identifica­tivos similares que identifica­n los alimentos procedente­s de cultivos ecológicos
En España, cada comunidad autónoma cuenta con su propio Consejo Regulador de la producción agraria ecológica y, en consecuenc­ia, de sellos identifica­tivos similares que identifica­n los alimentos procedente­s de cultivos ecológicos
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