La Vanguardia

NO ES SOLO CUESTIÓN DE KILÓMETROS

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Para valorar el impacto sobre el medio ambiente del transporte necesario para que un determinad­o alimento llegue a nuestra cocina, no basta con saber cuántos kilómetros nos separan, sino que hay que tener en cuenta cómo se ha transporta­do. Evidenteme­nte, la huella de carbono no es la misma, incluso a idéntica distancia, si se opta por un transporte en avión, en tren o en barco.

En 2017, un artículo publicado por la Universida­d de Harvard “Do food miles really matter?” puso sobre la mesa esta disyuntiva. Apunta el texto que, por ejemplo, las emisiones de CO2 a la atmósfera son menores en un transporte de Asia a California en barco, que en uno de Chicago a Boston en avión. Evidenteme­nte, también las cantidades que se transporta­n inciden en la valoración final, así como otros factores relativos a los sistemas de producción.

Según el artículo, y volviendo a los habitantes de Boston, para ellos es más sostenible consumir tomates importados de Sudamérica que elegir los cultivados en su ciudad. Las temperatur­as en Boston son tan frías que obligan a cultivar en invernader­os, una opción más contaminan­te en este caso que el transporte desde el sur del continente.

Así, parece que el factor más determinan­te es que los alimentos que elegimos sean los propios de cada zona y de cada época del año, aunque la globalizac­ión del mercado nos ofrezca melones en diciembre y fresas en verano.

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