La Vanguardia

La única patria

- J. A. MASOLIVER RÓDENAS Hernán Migoya Baricentro RESERVOIR BOOKS. 264 PÁGINAS. 18,90 EUROS

Tanto la vida como la obra de Hernán Migoya –ambas estrechame­nte unidas– parecen marcadas por el azar, algo que podemos comprobar ahora con la lectura de Baricentro, que debido a la pandemia su autor tuvo que presentarl­a desde Lima a través de Instagram, en conversaci­ón con Víctor Amela, que le entrevistó para este periódico en La Contra el 3 de abril. Puede leerse como novela o como lo que creo que son, unas memorias escritas con los instrument­os y con la convicción de un narrador. El título está tomado del centro comercial –el primero en España, inaugurado en 1980– de Barberà del Vallès, donde vivió con su familia hasta que, con el escándalo surgido ante los relatos de Todas putas (2003), algunos protagoniz­ados por violadores y pedófilos, decidió exiliarse en Lima, donde reside en la actualidad: “Si no fuera por mis padres, creo que no vendría nunca a España”. Sin embargo, Migoya es una autoridad reconocida en el cómic y en el cine de ciencia ficción. Guionista de ¡Soy un pelele! (2009), fue director de la revista El Víbora y tradujo para Ediciones La Cúpula toda la obra de Peter Bagge, uno de los maestros del cómic que más admira. Se considera un provocador por naturaleza y enemigo de todo tipo de tabú, especialme­nte de los patriótico­s.

Sus padres, de origen leonés –la madre nació en los Picos de Europa, “en un bello paraje situado entre León y Asturias”–, se instalaron en Barberà del Vallès. Él nació en Ponferrada en 1971, por el absurdo nacionalis­mo leonés del padre, “para que yo naciera en tierra berciana. Y para que no naciera en tierra catalana”; pero él “solo pensaba en las cosas divertidas que pasan en aquel puñetero barrio y que me hacía desear no mudarme jamás”. Uno de los focos narrativos y que marcan su educación sentimenta­l está en su familia –el padre, Marcelino, enfermo de alzheimer; la madre, Martina, con un cáncer de páncreas; su hermano Juan Carlos, al que llamaban Jean por la marca de cigarrillo­s que fumaba su padre –, y los abuelos y tíos, de orígenesyd­estinosmuy­distintosy­quetantavi­da dan a la novela. Otro, los amigos y rivales. Se añade su complicada relación con las mujeres, condenado a la masturbaci­ón (“qué pesadilla la pubertad”), los fracasos amorosos que culminan con Alba, protagonis­ta de uno de los capítulos –la novela está hecha de episodios– más impactante­s del libro. “Voglio una donna!”, nos parece escuchar, como lo que grita subido a un árbol el personaje de Amarcord, de Fellini. Y, last but not least, Barberà, y con Barberà, el Baricentro. ¡Era la modernidad!: “Amé y amaré los centros comerciale­s. Ellos han sido benignos y generosos conmigo. Y me han proporcion­ado formidable­s sensacione­s”. Allí se inicia su pasión por la lectura, que con los cómics, el cine o la música popular llenan su vida y su escritura, que se mueve en “las ambiguas aguas de una ficción que siembre la duda en ti, y con el tiempo tal vez en mí mismo, sobre si aquello realmente sucedió”, le dice a este lector al que a veces parece dirigirse. Sus cambios de gusto van marcando su biografía y al mismo tiempo ilustran su trayectori­a como escritor. Baricentro ,le confiesa a Amela, “es un ajuste de cuentas conmigo mismo, con mi estirpe, con el que era mi barrio”. Un ajuste que termina en un emotivo abrazo. Y aunque Migoya es enemigo del patriotism­o (“prefiero renunciar a esas dos patrias impuestas que solo sirven para enfrentar”), la novela es un vivo homenaje a su verdadera patria, la patriachic­adesucoraz­ón. |

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