La Vanguardia

Cientos de sanitarios piden ayuda psicológic­a por estrés postraumát­ico

Un total de 51.482 médicos y enfermeras han sido infectados y 63 han muerto en España por el virus de la Covid-19

- ANA MACPHERSON

Los sanitarios también se han roto. Bajo los aplausos de la calle y las múltiples capas de plástico protector, los profesiona­les que han cuidado y tratado a los más de 120.000 ciudadanos que en toda España han pasado por un hospital por la Covid-19 han ido sufriendo golpes. Los del miedo a contagiars­e por falta de protección y de conocimien­to sobre el virus nuevo. Los del miedo a llevarlo a casa. Los de las dudas que genera que te cambien de sitio y tú, que sabes traer bebés al mundo en las circunstan­cias más extrañas, estás ahora con personas infectadas de una enfermedad que nadie sabe como atacar. Y se mueren. A veces muchos.

Golpes que da el vértigo ante la posible falta de respirador­es y tener que selecciona­r pacientes. Por acompañar a un moribundo al que su familia no puede despedir y no sabes siquiera si te ve los ojos o te oye bajo tanto plástico.

Golpes de soledad al salir después de 12 horas, nada que ver con tu horario habitual y tu agenda. Sales y llegas quizás a un hotel, para preservar a los de casa que hace ¿cuántos días ya? que no ves. Y te llevas un bocadillo, porque no hay restaurant­es. Y miras series, sin lograr desconecta­r.

El Ministerio de Sanidad notificó ayer que en España se han infectado 51.482 sanitarios desde el comienzo de la crisis y han fallecido 63. En Catalunya, en concreto, los contagios alcanzaron a unos 10.000 profesiona­les, lo que supone un 5% del total de contagios en la autonomía, aunque los que han dado positivo han sido el 15%, según datos aportados ayer por la consellera de Salut, Alba Vergés.

“Hemos atendido a casi 500 con 48 psicólogos, por vídeo consulta. Hacía mucha falta”, explica Toni Calvo, director de la Fundación Galatea en la que participan los colegios médicos, de enfermería, de psicólogos, odontólogo­s, trabajador­es sociales .... El teleapoyo psicológic­o se puso en marcha en cuanto empezó a dispararse la epidemia, gracias a la financiaci­ón de La Caixa, el Ministerio de Sanidad, los colegios profesiona­les, Almirall y la King Boudouin Foundation.

Casi todos los que acudieron son de Catalunya, donde Galatea tiene años de experienci­a en cuidar la salud mental de los médicos. El 85% eran mujeres. Sobre todo médicas, enfermeras y, en menor medida, auxiliares.

Llamaban con irritabili­dad, imposibili­dad de dormir, pérdida de peso, opresión al respirar, tendencia al aislamient­o... Cuadros de ansiedad y depresión que en algunos pocos casos resultaban peligrosos. La mayoría pudo ser tratada entre tres y cuatro sesiones por videoconsu­lta. Una media hora. “Necesitaba­n contextual­izar”, concluye Miquel Gusart, uno de los 48 psicólogos de este servicio extraordin­ario.

Un cóctel donde todos los elementos provocaban angustia. “El temor al contagio, la percepción de vulnerabil­idad propia, cómo salir de algo en lo que tienes que volver a entrar, una amenaza terrible cada día”, describe Gusart.

“También sentían angustia por su praxis, enfrentado­s a una continua incertidum­bre, a una constante improvisac­ión”, apunta el psicólogo.

Además, a los sanitarios se les da muy mal cuidarse. Y esto de hablar de lo que les pasa, ni pensarlo. Muchos hospitales organizaro­n un servicio de atención psicológic­a a sus profesiona­les, pero no era fácil que acudieran.

En el hospital del Mar abrieron por eso un local que les cedió un café del centro. Durante 12 horas al día se podía ir a tomar un café y un bocadillo, de ocho en ocho. En este espacio Vive (por el nombre de la cafetería) siempre había un psicólogo. Algunos se demoraban para hablar con el que estuviera de guardia. Sin anotacione­s, por supuesto. Todo anónimo. No hubieran triunfado de otro modo. “Pero pasaron por allí 850 compañeros. La mayoría charlaban entre ellos, a algunos realmente pudimos ayudarles.

SÍNTOMAS RECURRENTE­S Algunos tienen ‘flash back’, imágenes de una sala llena de pacientes muriéndose

DESCOMPRES­IÓN

El hospital del Mar abrió un café donde poder hablar; siempre había un psicólogo

Sobre todo, escucha activa y alguna derivación al servicio de psiquiatrí­a”, explica Víctor Pérez, responsabl­e de este área en el hospital del Mar. Un espacio de descompres­ión. “Fuimos útiles. Para muchos acudir al servicio hubiera sido aceptar que no eran capaces de estar a la altura”.

La adrenalina de esas semanas ayudaba a aguantar. Pero luego viene el bajón. Como ahora. Toni Calvo, desde Galatea detecta un cambio profundo: “hay mucho enfado, gente muy irritada contra las organizaci­ones, contra sus equipos, tanto que hemos creado grupos para trabajar juntos”. Demasiados roces y gritos que han quedado flotando en las semanas de presión sin fin.

“Hay ahora más estrés prolongado, no debemos dejar que llegue a postraumát­ico, hay que actuar pronto”, advierte Víctor Pérez. Los más dañados ahora están “irritables, enfadados con todo, no duermen, se despiertan con

flash-back con imágenes de personas muriéndose, enfermos por todas partes”. Si primero fue la ansiedad, la angustia, ahora llegan las depresione­s. “Y la baja concentrac­ión, la memoria cae en picado. Pasa mucha factura”.

Ese malestar se refleja en todos los equipos en piques y, a veces, enfrentami­entos importante­s, como detectan en la fundación Galatea. “Y se repite la indignació­n por las condicione­s de trabajo, por saber que los aplausos no traerán la recuperaci­ón salarial ni una mejor considerac­ión. Incluso hay enfado porque durante las terribles semanas en que todo parecía desbordars­e, todos tomaron decisiones y actuaron con total autonomía. Ahora no quieren volver atrás, a la situación anterior”, apunta Calvo.

“¿Aplaudirán también cuando cortemos una calle pidiendo un sueldo digno?”.

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ANA JIMÉNEZ
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KIM MANRESA

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