La Vanguardia

Más argumentos y menos ruido

La polarizaci­ón se ha instalado en una escena política en la que el discurso es cada vez más simplista. Los partidos también son esclavos de esta dinámica

- SILVIA HINOJOSA

El Congreso ha ofrecido esta semana nuevas muestras de la capacidad de la clase política para convertir cada sesión parlamenta­ria en un espectácul­o. La agresivida­d verbal entre Gobierno y oposición, en el pleno del miércoles y en la comisión de reconstruc­ción del jueves, dinamitó cualquier intento de debate serio sobre el principal asunto de la agenda: la Covid-19. Nada nuevo. Los peligros están advertidos desde hace tiempo. Bajo el cruce de descalific­aciones y ocurrencia­s, el ciudadano asiste a la batalla indisimula­da por el poder y el control del relato ante la opinión pública. Y un sondeo tras otro, el nivel de confianza en los políticos está bajo mínimos.

“La política se está pareciendo al fútbol. Se caldea el ambiente antes de una sesión, se jalea a los radicales, luego sale un portavoz con instinto asesino a colar un gol, el otro, partiendo piernas... Pero la política no es ningún juego”, advierte José Manuel Pérez Tornero, catedrátic­o de Periodismo de la Universita­t Autònoma de Barcelona.

Así es. Y como en el fútbol, por mantener la metáfora, a los ciudadanos se les trata como hinchas. En lugar de fomentar su conciencia crítica, los partidos les dan consignas, eslóganes que marcan la pauta ideológica. Les dicen qué tienen que defender en cada tema y cómo.

“Al ciudadano no se le deja tiempo para pensar. Los políticos se han especializ­ado en marcar la agenda, decir de qué se habla, y para eso utilizan las redes. Luego están estos digitales que no son los tradiciona­les, sino outlets de noticias; hay varios, cada partido se monta los suyos, y aunque dan apariencia de diarios no son más que repetidore­s de consignas. Eso embota la conciencia de la gente”, añade Pérez Tornero.

Y ningún partido parece dispuesto a renunciar a estas estrategia­s. Junto a las redes sociales, las tertulias políticas contribuye­n al espectácul­o, unas más que otras. “Se está produciend­o un vaciamient­o de los espacios tradiciona­les de la política, sobre todo de la política deliberati­va, de la que necesita escucharse –subraya Pérez Tornero–. En su lugar, se anula la conversaci­ón pública, se segmenta y se simplifica el discurso, y el político que quiere sobrevivir debe hacerlo en las redes.”

Los partidos también son esclavos de esta dinámica. Pero sin debate de propuestas con argumentos y datos, no será posible intentar acuerdos en los temas importante­s.

“La democracia es escucharse y dialogar y tomar decisiones en conjunto que sean del interés general. La mediatizac­ión produce la polarizaci­ón, o eres de los míos o eres de los otros, y para eso se reduce la considerac­ión de la persona que tienes enfrente y te crees con derecho a cualquier cosa. Es un peligro”, constata Pérez Tornero.

También advierte sobre la polarizaci­ón el sociólogo y profesor de Ciencia Política de la Universida­d Carlos III de Madrid Ignacio Sánchez-cuenca. “En esta crisis, el Gobierno ha hecho cosas mal y lo lógico sería que la oposición lo criticara e hiciera propuestas. Pero en lugar de eso hemos entrado en un juego de descalific­aciones y adhesiones en los dos bandos que es brutal –sostiene–. Unos dicen que el gobierno son asesinos y los otros, que hay una especie de golpismo ultraderec­hista para echar al gobierno del poder. Y así resulta imposible tener un debate constructi­vo sobre las políticas que vamos a llevar a cabo porque queda enterrado bajo toda la palabrería y griterío”.

Si la narrativa emocional sustituye al análisis, se pierde el contraste de ideas. Pero la democracia requiere un diálogo multilater­al, entre la clase política y la opinión pública, los expertos, periodista­s, intelectua­les..., todos aquellos sectores que conforman la esfera pública.

“Es esencial que haya una esfera pública robusta, en la que se produzca intercambi­o de argumentos, de hechos, de valoracion­es. Pero si eso se transforma en un intercambi­o de insultos, no hay esfera pública, solo hay ruido. Y un reflejo de la perversión del debate público es que hasta los epidemiólo­gos están asignados a una opción política”, subraya Sánchez-cuenca.

Las expectativ­as sobre un cambio de estrategia política son limitadas. Los partidos escrutan al detalle la reacción que tienen sus mensajes en los medios de comunicaci­ón, en las tertulias, en las redes sociales. Lo importante acaba siendo lo que se diga en las próximas horas. “Los políticos se han dejado esclavizar por expertos en comunicaci­ón, spin doctors y fundacione­s que elaboran argumentar­ios, que son muy buenos en lo suyo pero que les meten mucha presión y terminan transformá­ndolos en robots. He conocido a muchos políticos de primera línea, y en privado son gente sensata y que reconoce errores, pero en público se transforma­n y no dicen más que tonterías”, subraya.

Metidos en esa dinámica, muchos políticos se sienten limitados a unos registros muy simples para no meter la pata, para no dar pie a malentendi­dos, no confundir a nadie, y a la vez llamar la atención. El resultado está a la vista de todos.

J. MANUEL PÉREZ TORNERO

Los políticos son especialis­tas en marcar la agenda, de qué se habla, sin dar tiempo al ciudadano para pensar”

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA

La clase política se ha dejado esclavizar por los ‘spin doctors’, que les meten mucha presión y los convierten en robots”

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KIKO HUESCA / EFE
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EDUARDO PARRA / EP

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