La Vanguardia

China endurece su diplomacia

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La crisis del coronaviru­s ha puesto en marcha una diplomacia china mucho más agresiva, más nacionalis­ta con Occidente y más combativa contra quienes critican a Pekín por su gestión de la pandemia o se atreven a poner en entredicho la versión oficial del régimen. Incluso más allá de la respuesta a la visión extranjera sobre la Covid-19, esta nueva diplomacia es más descarada y no duda en amenazar militarmen­te a Taiwán, presionar abiertamen­te a Hong Kong –para Pekín son dos asuntos internos– y mantener un pulso con Estados Unidos.

Xi Jinping pidió a sus subordinad­os un “espíritu más combativo” contra quienes se opongan a China. Y la nueva política exterior, encabezada por diplomátic­os más jóvenes y desacomple­jados bautizados como los Wolf Warriors ,se ha puesto manos a la obra. Desde que en el 2010 China se coronó como la segunda economía mundial, este sentimient­o de orgullo y nacionalis­mo se ha ido reflejando en su política exterior. Pero ahora el régimen se ha hartado de los ataques y la soberbia de un Occidente, en especial de EE.UU. y de Europa, que, a juicio de Pekín, se niega a admitir su declive ante el gigante chino.

China busca aumentar su proyección e influencia en el mundo y las corrientes nacionalis­tas y hostiles hacia las democracia­s occidental­es han ganado terreno en el seno del Partido Comunista y de la Administra­ción. Lo hemos visto estas últimas semanas en forma de desafiante­s e insólitos comentario­s y declaracio­nes salidos de las embajadas chinas en EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Sudáfrica y Australia, entre otras. Diplomacia 2.0 que usa principalm­ente Twitter para responder a las críticas y reforzar la línea del régimen por canales no oficiales pero que llegan a más gente.

Esta ofensiva diplomátic­a ha cogido con el pie cambiado a la comunidad internacio­nal, acostumbra­da las últimas décadas a una China que se mostraba como un país pacífico y dialogante. Ahora, en cambio, Pekín no tiene rubor en aprobar una ley de seguridad para Hong Kong ignorando a su Parlamento autónomo, intimida a Taiwán amenazando con usar la fuerza y mantiene una abierta guerra comercial con Estados Unidos.

Con todo, esta agresivida­d diplomátic­a tiene detractore­s dentro del PCCH. Embajadore­s de la vieja escuela la desaprueba­n, creen más efectiva la política del perfil bajo que practicó Deng Xiaoping y opinan que la diplomacia china debe ser “más fuerte, no más dura”. Xi Jinping pretende restaurar el orgullo nacional –herramient­a esencial del manual del PCCH– con una política cada vez más intransige­nte en asuntos internacio­nales. Xi cree que China ya no debe esconderse y ha de imponer su propia narrativa. La retirada de EE.UU. de organismos internacio­nales como la OMS la puede capitaliza­r China aumentando su influencia y por eso sus diplomátic­os están rompiendo las tradicione­s para volverse más agresivos y combativos. Algo que ya apareció en la crisis financiera del 2008, pero que ahora adquiere tonos claramente intimidato­rios.

La política exterior de Pekín se vuelve más agresiva y hostil para combatir críticas y defender su gestión

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