La Vanguardia

Juntos hicimos cosas hermosas

- Santiago Tarín

Más cerca de los 80 que de los 70, Ángel Navarro Molés le dijo a su hijo Jorge que le gustaría ver un San Fermín. Y para Pamplona se fueron con su esposa Pepita y su hijo Jorge.no podrá volver: el pasado 9 de abril la Covid se lo llevó.

Ángel nació en Molinos, un pequeño pueblo de la provincia de Teruel. Huérfano de padre a muy corta edad, emigró con su madre y su hermana a Barcelona, instalándo­se en la calle Paradís. Allí transitaro­n por la feroz postguerra; trabajando duro como tanta gente de aquellos oscuros tiempos. Navarro se ganó la vida vendiendo de todo, desde material para dentistas a libros, desempeño que le costó un disgusto porque le detuvieron por tener un volumen sospechoso de contraband­o, aunque le dejaron libre cuando declaró que era para consumo propio, como si fuera ahora droga. Incluso le devolviero­n el ejemplar, que en realidad iba destinado a otra persona que al final disfrutó de él. Finalmente se dedicó a los seguros y abrió un despacho, que ahora dirige una de sus hijas. Se casó en 1959 con Pepita Massip y tuvo cuatro hijos.

El 1 de abril la Covid ya había atacado a Ángel. Una ambulancia le llevo al hospital de Sant Pau, en unos días en que el país sufría el primer embate de la pandemia, el más duro, y en los que las comunicaci­ones con los familiares eran difíciles: su hijo Jorge refiere que las noticias eran muy pocas. Al final, otra de las hijas, médico, pudo contactar con una facultativ­a del centro que les tranquiliz­ó sobre su estado y les explicó que lo ingresaban en el centro Hestia Palau; un lugar que fue polémico porque los familiares de los enfermos se quejaron de su situación y que al final fue objeto de las tareas de desinfecci­ón de la unidad militar de emergencia­s. En este lugar, la familia perdió contacto con él e incluso no han podido recuperar el móvil que tenía cuando le internaron allí.

El 9 de abril, su mujer Pepita también enfermó y le llevaron a Sant Pau. También preguntaro­n por Ángel en Hestia y les dijeron que la situación era buena, pero hora y media después había muerto.

Ángel Navarro recibió sepultura el 16 de abril. Sólo tres hijos pudieron ir al sepelio debido a las restriccio­nes impuestas por la pandemia. Mientras, Pepita permanecía confinada y no quería ver a sus hijos por temor a contagiarl­os; miedo que ha tardado en perder: aún le cuesta besarlos. Luego, sus hijos han conocido testimonio­s de médicos y enfermeras, que les relataron jornadas terribles en las no que daban abasto ante la llegada de pacientes y la falta de material.

Ángel Navarro Molés era un forofo del bridge, del dominó y del guiñote; un juego de cartas muy popular en su pueblo, donde la familia pasó muchos veranos. También le gustaba mucho el tenis, que dejó el día en que vio que uno de sus hijos podía doblegarlo. Siempre le picaba: “Nunca me has ganado”. A sus hijos les dijo que “mi herencia será vuestra formación”. Todos han aprobado carreras universita­rias. Hoy, con un duelo incompleto, su hijo Jorge le recuerda con una canción de Bebe que reza: “Juntos hicimos cosas hermosas”. /

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