Cartas para los presos
La atención religiosa en prisiones como Puig de les Basses se hace a distancia
No se permiten las visitas ni las actividades externas. El espacio de recogimiento semanal en el módulo educativo, punto de encuentro de otras confesiones, además de la católica, también se ha interrumpido. La misa del mes, las lecturas del Evangelio, las reflexiones sobre el sentido de la vida... Todo se ha parado. El centro penitenciario Puig de les Basses de Figueres ha cerrado sus puertas a las propuestas de entidades colaboradoras y de voluntariado, como la atención religiosa, para blindarse ante el coronavirus.
Un cambio difícil de gestionar para aquellos reclusos que mantenían un contacto continuado con el sacerdote Pere Lluís Aymerich y su equipo de ocho voluntarios. Ante este vacío y para seguir dando un apoyo espiritual, las cartas se han convertido en la vía para salvaguardar la distancia: misivas con sello, las que se tiran en el buzón, que tardan unos días en llegar y que cuando el destinatario las abre tiene otra sensación más placentera que la de leer un correo electrónico.
“En las misivas, preguntamos cómo están, les escribimos palabras alentadoras de ánimo, les invitamos a la oración, a rezar el Padre Nuestro saboreando cada palabra, cada frase”, detalla Aymerich. Al cabo de una semana de enviar, ya llegaron las primeras respuestas. “Los reclusos nos decían que se sentían agradecidos porque alguien pensaba en ellos y los recordaba. Otros, en cambio, no han contestado por dificultades de tiempo o porque el hecho de escribir les supone un esfuerzo, entre otras razones”, expone. Hasta ahora se han enviado cartas a 35 presos, tres a cada uno, y los que han respondido además se les ha contestado.
Al poco de iniciar esta correspondencia, con el confinamiento y debido a que algunos de los voluntarios del equipo religioso son de edad avanzada, surgieron los primeros inconvenientes. Según explica este sacerdote de atención religiosa en la prisión, “para nuestra gente salir a tirar una carta suponía un problema. Así que vimos la necesidad de enviar algunas misivas en formato digital al correo electrónico del centro penitenciario”. “Esto nos ha facilitado el trabajo. Podíamos mantener las dos cosas: el envío y el contacto. Lo usamos sobre todo para las circulares con información genérica. Los internos prefieren la correspondencia tradicional. Si reciben el escrito del exterior les gusta más que si viene como un impreso que trae un funcionario para ellos. Además la carta es más confidencial”, añade este párroco de las parroquias de Darnius, Agullana y Maçanet de Cabrenys, entre otras.
Cada miembro del equipo se ha encargado de enviar cartas personales a determinadas personas asiduas a los encuentros. Ahora trabajan en la redacción de otras para mandar a los internos que se ausentaron. “Tenemos un grupo que el último mes dejó de asistir y queremos dirigirnos a ellos para poder mantener la relación, que sepan que los tenemos presentes y pueden también contar con nosotros”, comenta el cura.
En una de las cartas que llegaron al Obispado de Girona, un recluso expresaba sus sensaciones y destacaba la aportación del sacerdote Ramon Oller, fallecido durante el confinamiento y que formaba parte también del equipo. El preso lamentaba la situación de no poder despedirle como merecía un “hombre tan bueno”. Emociones que alivian al escribirse e incluso podrían llegar a verbalizarse con Aymerich u otro voluntario si fuera necesario, ya que el equipo religioso, mientras no pueda acceder a la prisión, se ha ofrecido también a llamar por teléfono a los internos que no reciben llamadas externas. Si no las tienen, ellos se las ofrecen.
“En las misivas, preguntamos a los reclusos cómo están y les invitamos a la oración”