La Vanguardia

Los mayores empiezan a recibir de nuevo la visita de sus hijos

Ferran se reencontró ayer con su madre en un residencia de Tremp, uno de los primeros geriátrico­s catalanes que permite ya las visitas

- JAVIER RICOU

Han sido dos meses y medio de espera y angustia que se han hecho muy largos. Y ayer, por fin, llegó el día. Al menos para Ferran Varela, que pudo reencontra­rse con su madre en la residencia Sant Hospital de Tremp, Fundació Fiella. –¿Me conoces?

–Sí.

–¿Estas bien?

–Sí.

–Estos últimos meses no he podido venir a verte porque había una gripe muy fuerte. No me he olvidado de ti. ¿Lo sabes, no?

–Sí.

Ferran accedió a que La Vanguardia, con el permiso de la residencia y guardando todas las medidas de seguridad, fuera testigo de este emotivo reencuentr­o, que igual que este vecino de Tremp anhelan ahora mismo miles de ciudadanos con familiares ingresados en residencia­s. Ferran –es muy consciente– ha tenido la suerte de ser uno de los primeros en obtener el esperado permiso para retomar las visitas.

Tras este primer contacto, Ferran se queda con su madre en una habitación preparada para los reencuentr­os. El camino desde la puerta hasta esa dependenci­a está debidament­e señalizado y discurre por una zona reservada al personal. Imposible cruzarse con otros usuarios. Allí se ha dispuesto una mesa, con una mampara en el centro, para evitar el contacto físico. Toda seguridad y precaución es poca en este inicio de desescalad­a en los asilos.

En este geriátrico se han estipulado veinte minutos para cada visita y sólo está permitida, por ahora, la presencia de un familiar. La idea es volver a hablar con Ferran consumido ese tiempo –ahora es momento de respetar la intimidad entre madre e hijo– para que narre su experienci­a.

Fuera de esa habitación una empleada de la residencia no disimula su emoción por lo que está pasando tras la puerta de esa sala. “Necesitaba­n las visitas, volver a ver a sus familiares, todo esto ha sido muy duro para todos, sí, pero especialme­nte para los usuarios. Muchos no han acabado de entender, al dejar de ver de un día para otro a sus hijos y nietas, lo que estaba pasando”, afirma.

Que esta residencia de Tremp esté catalogada con el semáforo verde por Salut (el que permite las visitas en la fase 2) no es una casualidad. “Nos aislamos días antes de que se decretara el estado de alarma y hemos tenido mucho cuidado estos últimos meses”, revela esta cuidadora. Sólo han tenido un caso positivo y ese usuario, que ha superado la enfermedad, fue apartado inmediatam­ente del resto de mayores. Hicieron las cosas, aunque no siempre con los medios y equipos deseados, como hay que hacerlas.

¿El premio a tanto esfuerzo? Ser una de las primeras residencia­s de Catalunya en abrir de nuevo sus puertas a las visitas. Un regalo que se están repartiend­o a partes iguales usuarios y familiares.

Los veinte minutos de visita de Ferran llegan a su fin. Al abandonar la residencia es imposible, por la mascarilla, intuir sus emociones por la expresión del rostro pero sus ojos humedecido­s y brillantes lo dicen todo. Y en un arrebato de generosida­d y agradecimi­ento, antes de empezar a narrar sensacione­s, este hombre quiere dejar claro que si ayer pudo volver a estar con su madre “ha sido gracias al gran trabajo de los profesiona­les de este centro”.

Ferran, ahora más sereno, confiesa que su gran angustia estos dos largos meses y medio se disparaba “cuando pensaba que mi madre (se llama Lluïsa y tiene 93 años) podía pensar, al dejar de vernos a mí y a mi hermana, que la habíamos abandonado”. Es algo que no se ha sacado de la cabeza. Hasta ayer. “Llamaba cada dos días a la residencia para que le hicieran entender que no podíamos ir a verla por culpa de una gripe muy mala y me consta que así se lo hacían saber, pero siempre te queda la duda de si lo entendía o no”.

Ferran visitaba dos veces al día (por la mañana y por la tarde) a su madre antes de la pandemia. “Así que desaparece­r de un día para otro, si no ha entendido nada, ha tenido que ser algo bestial para ella”. Ayer Lluïsa volvió a verle y eso le ha dejado mucho más tranquilo. Lo más difícil y extraño “ha sido no poder abrazarla y no saber , por la mascarilla, si esbozaba o no una sonrisa”. Así que Ferran se quedó ayer con la mirada de su madre. “La he visto más perdida, sí, como si aún no acabara de entender lo ocurrido. Y eso, aunque ahora ya pueda estar otra vez a su lado, duele mucho”.

Lluïsa, de 93 años, se comunica con su hijo con la mirada al ser imposible saber si ríe o no bajo la mascarilla

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 ?? MERCÈ GILI ?? Ferran se reencuentr­a con su madre, a la que no veía desde el 13 de marzo; un emotivo momento sin abrazos: una mampara los hizo inviables
MERCÈ GILI Ferran se reencuentr­a con su madre, a la que no veía desde el 13 de marzo; un emotivo momento sin abrazos: una mampara los hizo inviables

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