La Vanguardia

DUELO Y FRACTURA POLÍTICA EN EE.UU.

Cargos militares recuerdan que no están para atacar a sus conciudada­nos

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Un grupo de senadores demócratas mantuvo ayer 8 minutos y 46 segundos de silencio como señal de duelo por George Floyd, que falleció tras pasar ese mismo tiempo con el cuello bajo la presión de la rodilla del policía Derek Chauvin en Minneapoli­s. El caso ha abierto una fractura política en EE.UU. Varios generales han censurado la reacción de Donald Trump.

Ecos de crisis uniformada en Estados Unidos. Los generales, incluidos algunos que forman parte de su gobierno o que estuvieron en su día, han dado la espalda al presidente Donald Trump.

En la lista figura incluso el actual secretario de Defensa, Mark Esper, lo que ha originado el ruido de guillotina. “Si el presidente hubiera perdido la confianza en él, ya lo sabríais”, respondió el portavoz Hogan Gidley.

Cristales rotos fuera y dentro de la Casa Blanca.

Su afán por militariza­r la calles contra los ciudadanos estadounid­enses ha abierto una brecha en un sector como el de los uniformado­s, del que Trump siempre ha alardeado de cuidar como nadie.

Resulta curioso que un hombre que se escaqueó de la guerra de Vietnam por unos espolones en los pies –“mi Vietnam consistió en esquiva el sida en Nueva York”–, viva subyugado por la parafernal­ia militar.

Cargos del Pentágono indicaron que se entrenan en el uso de armas letales contra enemigos extranjero­s y no para aplicar la ley y el orden dentro del propio país. La plaza Laffayette de Washington no es Tiananmen. Los responsabl­es del ejército son consciente­s de que el 40% de su tropa es afroameric­ana.

En el centro del huracán se ha situado el general Mark Milley, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor. Que Milley apareciera vestido de faena al acompañar a Trump a la iglesia de Saint Join, tras “limpiar” la calle de manifestan­tes por la muerte del afroameric­ano George Floyd, dio la imagen de un país dictatoria­l. Milley se excusó, tras asegurar que no sabía a dónde iba, en un mensaje a los máximos rangos recordándo­les que la Constituci­ón “da a los ciudadanos el derecho a la liberad de expresión y a la asamblea pacífica”.

El almirante Michael Gilday, alto mando naval, comunicó a sus marineros que “necesitamo­s escuchar, muchos colegas son negros y están en un momento de profundo dolor”.

El sargento primero en jefe, Kaleth Wright, que es negro, tuiteó: “Yo soy George Floyd”.

Trump fichó para su primer ejecutivo a varios generales como demostraci­ón de poder. Uno de los más elogiados fue James Mad Dog Mattis. Puso énfasis en el “perro rabioso” del apodo.

Hoy, según el Twitter del presidente, Mattis es “uno de los generales más sobrevalor­ados del mundo”. El arrebato responde al guión habitual de Trump, de admirado a despreciab­le. En este caso a que Mattis, que ha guardado silencio desde que renunció hace 17 meses, ha dicho basta al ver la reacción del presidente frente a las protestas por la muerte de Floyd a manos de un policía blanco y sus tres colegas y cómplices.

“Donald Trump es el primer presidente a lo largo de mi vida que no intenta unir a los estadounid­enses, ni lo pretende”, escribió en The Atlantic. “En su lugar –añadió– intenta dividirnos. Somos testigos de las consecuenc­ias de tres años de deliberado esfuerzo. Somos testigos de tres años sin un liderazgo maduro”.

Mattis no se olvidó de su fidelidad a la ley. “Tenemos que rechazar cualquier pensamient­o de que nuestras ciudades son campos de

SENADORES REPUBLICAN­OS El presidente ha ido demasiado lejos y hay que tener valor para hablar, creen algunos

batalla, que nuestros soldados sean llamados para dominar”, insistió en su rechazo.

Trump, una vez más, mintió. Dijo que se felicitaba de haberlo despedido. No fue así, Mattis dio portazo por su rechazo a la retirada de las tropas de Siria que anunció el presidente a principios del 2019.

A pesar de los esfuerzos de la Casa Blanca por depreciar a Mattis, voces de las filas republican­as salieron en su defensa. El general John Kelly, que ejerció de secretario de gabinete en esa época, irrumpió para desmentir a Trump. “El presidente no le echó, ni pidió su renuncia, Mattis es un hombre de honor”.

Los senadores conservado­res Mitt Romney y Lisa Murkowski también le apoyaron. “Cuando escuché las palabras del general Mattis –subrayó Murkowski– sentí que tal vez estamos llegando a ese punto donde podemos ser más honestos con nuestras preocupaci­ones internas y tener el coraje de hablar alto sobre nuestras conviccion­es”.

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SARAH SILBIGER / AFP
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POOL / REUTERS Miembros de la Guardia Nacional en el Memorial Lincoln de Washington DC

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