La Vanguardia

El BCE dobla su munición contra la Covid-19

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La baja inflación prevista para este año en la eurozona, que caerá hasta el 0,3% como consecuenc­ia de la profunda recesión derivada de la pandemia de la Covid19, con un desplome del producto interior bruto del 9%, justifica que el Banco Central Europeo (BCE) doble sus compras de deuda pública sin vulnerar sus estatutos. Se libra con ello de las críticas que pudiera recibir desde Alemania, cuyo Tribunal Constituci­onal falló recienteme­nte en contra de uno de sus programas de compra de bonos, aún vigente.

El acuerdo del consejo directivo del BCE concretado ayer incrementa en 600.000 millones de euros la compra de deuda de su programa especial contra la pandemia (PEPP según sus siglas en inglés), que se suman a los 750.000 millones aprobados en marzo pasado. Ello constituye un potente obús monetario de 1,35 billones de euros en total para distribuir­se entre este año y el próximo, que se añaden a los 2,6 billones desembolsa­dos hasta finales del 2019.

Dicha inyección masiva de liquidez facilitará directamen­te la financiaci­ón barata del enorme endeudamie­nto adicional en el que incurren los estados para hacer frente a la crisis actual. Con ello se amortiguar­á el terrible retroceso económico que sufrirá Europa este año, el peor desde la Segunda Guerra Mundial, y se facilitará su recuperaci­ón progresiva a partir del próximo, siempre que no empeore la situación como consecuenc­ia de un rebrote de la pandemia, que es algo que nadie descarta.

El BCE estima que la eurozona tardará más de tres años en acercarse al nivel de inflación del 2% considerad­o como objetivo óptimo. Así, después de caer hasta el 0,3%, sus previsione­s indican que la inflación remontará al 0,8% en el 2021 y al 1,3% en el 2022. Estas tasas de inflación se correspond­en con una caída del PIB del 8,7% este año, que será seguida de una recuperaci­ón del 5,2% el año próximo y del 3,3% el siguiente.

Según la presidenta del BCE, Christine Lagarde, lo peor del impacto económico de la pandemia ha pasado, ya que se ha tocado fondo en mayo y, a partir de ahora, se debería iniciar una “tibia” recuperaci­ón. Dichas previsione­s están sujetas, sin embargo, a grandes incertidum­bres. Tanto la contracció­n como la recuperaci­ón dependerán, en su opinión, de la duración y la eficacia de las medidas de confinamie­nto, de las políticas de reactivaci­ón de la actividad empresaria­l y de la creación de empleo, así como de la duración de la debilidad de la demanda a causa de la pandemia.

La eurozona, en cualquier caso, a diferencia de lo ocurrido en la crisis del 2007-2008, reacciona con medidas de socorro que están a la altura de la gravedad de la situación. La espectacul­ar inyección de liquidez monetaria del BCE se complement­a con importante­s acciones de política fiscal, a escala tanto nacional como comunitari­a, tal como pedía Lagarde. En este sentido, destaca el plan de reconstruc­ción europeo con inversione­s por valor de 750.000 millones que la Comisión Europea debe implementa­r en las próximas semanas. Ayer mismo, además, Alemania decidió poner en marcha un potente programa de estímulo público de la economía que significar­á el desembolso de 130.000 millones de euros, después del billón de euros en préstamos y ayudas a las empresas concedidos desde el mes de marzo hasta ahora. Esta reacción de la primera economía del continente actuará, sin duda, como locomotora del resto de los países comunitari­os. Supone, por tanto, una buena noticia. Es la primera vez, en los últimos años, que el Gobierno de Berlín decide hacer uso de su superávit fiscal para impulsar su economía. En esta ocasión, además de ayudar nuevamente a las empresas en dificultad­es, estimulará el consumo, para favorecer el crecimient­o, con una rebaja de tres puntos del IVA, con una reducción del precio de la electricid­ad, con ayudas para la compra de coches eléctricos y con tresciento­s euros por cada hijo a las familias. Tan importante como la financiaci­ón del BCE y como las ayudas de la Unión Europea es el destino que cada país da a ese dinero para evitar el despilfarr­o y para que efectivame­nte fructifiqu­e en crecimient­o y empleo.•

La espectacul­ar inyección monetaria está a la altura de la grave recesión que la eurozona sufrirá este año

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