La Vanguardia

Fin a una vida entre máscaras

- JESÚS SANCHO LAS CARAS DE LA CRISIS

Las máscaras de la calle Princesa de Barcelona han dejado de sonreír. Uno de los rincones más singulares del casco antiguo desaparece de la ciudad. La tienda Arlequí Màscares, en régimen de alquiler, no ha podido encontrar un artesano para continuar con la actividad y echa el cierre. Sus responsabl­es, Jaume Serra y Samira Bedran, se jubilan después de cuatro décadas de creaciones artísticas. “Lo hemos intentado hasta el final, pero no ha sido posible. El coronaviru­s ha acabado de hundirlo todo”, lamenta Serra. Con el estado de alarma cerraron sus puertas al público a mediados de marzo y desde entonces ya no abrieron nunca más.

La emergencia sanitaria les ha impedido hacer una despedida en condicione­s después de un cuarto de siglo en el local de la calle Princesa, aunque han dicho adiós con sus últimas obras. “Este año hemos realizado piezas divertidas y muy creativas. Ha sido una manera de dar las gracias a Barcelona y despedirno­s de aquellas personas que han mostrado su dolor por el cierre”, explica Serra. La última creación ha sido una máscara de Sherlock Holmes por encargo de una clienta. En esta pieza única no falta la lupa del conocido detective de Baker Street ni su pipa realizada con cartón y con frases escritas pronunciad­as por el propio Holmes. Los responsabl­es vacían el local estos días y tienen pensado fotografia­r algunas de las máscaras ya acabadas, más de un centenar, para venderlas en internet. Hay caretas de la Commedia dell’arte, clásicas de la tradición francesa, del teatro Noh Japonés o populares catalanas.

Serra reconoce que antes de bajar la persiana de forma definitiva, personal del Ayuntamien­to se interesó por su situación pero la propuesta “estaba muy lejos de la realidad”. “Otros establecim­ientos que daban carácter a la ciudad también han desapareci­do recienteme­nte. Es una pérdida para Barcelona. En todas las ciudades europeas encuentras las mismas franquicia­s y los artesanos desaparece­mos”, reflexiona Serra, con 66 años.

El amor por este oficio se remonta cuando de joven vendió su coche para estudiar bellas artes en Florencia. Allí conoció a Samira, su pareja actual. Ella se formó en pintura y él en escultura. Cuando eran estudiante­s los ingresos no eran suficiente­s por lo que por las noches empezaron a elaborar máscaras y venderlas los fines de semana a los turistas en la ciudad italiana. Unos años más tarde se instalaron en el pueblo de Canyamars, en el Maresme, donde continuaro­n con la venta de las máscaras a diferentes establecim­ientos. Más tarde, en 1988, empezaron a trabajar en un taller del Poble Espanyol y desde hace 25 años estaban en el local actual, que había sido la antigua sombrererí­a Ferreri. También regentaron otra tienda durante un tiempo en la plaza Sant Josep Oriol. El local de la calle Princesa no pasa desapercib­ido con sus grandes cristalera­s y majestuoso­s escaparate­s. En el interior, destacan sus suelos hidráulico­s y el mobiliario modernista de principios del siglo XX. Detrás de la puerta de uno de los muebles incluso cuelgan diferentes anuncios de antiguos recaderos que realizaban servicios de transporte mercancías. Aunque pueda resultar sorprenden­te, este lugar no forma parte del catálogo de establecim­ientos emblemátic­os de la ciudad. Aun así, en el contrato los propietari­os del local “indican que se debe respetar el mobiliario, no se puede manipular ni destrozar. Alguna persona que se había interesada en el local no entendía cómo no podía romperlos. ¡Dios mío!”, cuenta todavía con estupor Serra.

Él, ahora quiere dedicarse a otra de sus pasiones, la fotografía, mientras que Samira, artista visual, se centrará en sus trabajos artísticos. Las máscaras abandonan la calle Princesa dejando un vacío irremplaza­ble para Barcelona a la espera de un nuevo inquilino.

La tienda Arlequí Màscares precipita su cierre por la crisis del coronaviru­s tras no encontrar un sucesor

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LLIBERT TEIXIDÓ

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