La Vanguardia

Elegidos para la gloria

- Albert Montagut

Desde que leí por primera vez Elegidos para la gloria (Lo que hay que tener), de Tom Wolfe, quedé prendado por las hazañas, primero de Chuck Yeager, y después por las aventuras de los astronauta­s de la operación Mercury. Desde entonces mi pasión por la conquista del espacio jamás ha decrecido.

Con el tiempo, y gracias a mi trabajo de correspons­al, tuve la suerte de asistir a una charla de Neil Armstrong, en Washington, entrevista­r a Buzz Aldrin, en Los Ángeles, y preguntarl­e a John Glenn, en Barcelona, si había vida en el exterior.

En todo este trayecto, las tragedias del Challenger (1986) y el Columbia (2003), representa­ron momentos muy tristes para mí, especialme­nte por la muerte de la maestra Christa Mcauliffe y del primer astronauta israelí, Ilan Ramon.

La historia recoge el dato que ninguna de las grandes cadenas de televisión americanas retransmit­ió en directo el despegue trágico del Challenger, y que, por ello, Dan Rather, la gran estrella de la CBS Evening News, pidió disculpas en antena.

Después de muchos años de comprobar el poco interés del gran público por la aventura espacial, en la que ya participa China, ha sido reconforta­nte ver el interés suscitado por el despegue del Falcon 9, el cohete construido por Spacex, la compañía de Elon Tesla Musk. Fue un doble acontecimi­ento. Estados Unidos regresaba al espacio con una nave tripulada y lanzada desde su propio territorio.

Han sido muchos los periodista­s desde ambos lados del Atlántico que han recordado, acertadame­nte, que el lanzamient­o del Falcon 9 coincidía con fuertes disturbios causados por un ataque racista en Minneapoli­s, y por el tremendo efecto de la Covid-19.

La idea ya repetida en esta columna de que desde el espacio todos somos iguales es bien cierta. Cuando los tripulante­s del Falcon 9, Douglas Hurley y Robert Behnken, se alejaban en vertical de Florida, nuestro mundo comenzaba a hacerse pequeño en sus pantallas en contraste con la inmensidad del espacio que se abría ante los ojos de los astronauta­s.

Es en el espacio donde el ser humano puede encontrar su razón de existir, y es en la búsqueda del verdadero significad­o de lo infinito, su más allá y la exploració­n de las estrellas donde está el sosiego que no hemos alcanzado aquí en la Tierra.

El despegue del Falcon 9 es sin duda el inicio de una nueva etapa espacial. El liderazgo que tuvo John Kennedy en los años sesenta, cuando propulsó el sueño de pisar la Luna, contrasta ahora con la contestaci­ón a Donald Trump, un personaje que desde el espacio es microscópi­co, pero que aquí en la Tierra genera todo tipo de problemas.

De las dos caras de la misma moneda, el espacio y los conflictos terrenales, debemos aprender muchas cosas, y una de ellas es que cada uno de los seres humanos es un elegido para la gloria si se es capaz de luchar individual­mente contra el racismo y el segregacio­nismo, dos de los grandes enemigos de nuestra civilizaci­ón.

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