La Vanguardia

“La poesía es el secreto inagotable de lo real”

- Alfonso Alegre Heitzmann, poeta, filólogo y ensayista Víctor-m. Amela

Tengo 64 años. Nací y vivo en Barcelona. Soy poeta. Casado con Victoria Pradilla, tengo una hija, Cordelia (28). ¿Política? Creo en la poesía como camino de conocimien­to. ¿Creencias? En la voz

secreta de los árboles hallo comunión entre naturaleza y poesía. Edito la revista ‘Rosa Cúbica’

Es usted poeta. Eso soy si algo soy. Estudié violonchel­o y también canto. ¿Que vínculo establece entre música y poesía? El primer poeta cantó. Las artes vienen imbricadas todas en su origen. Bien señaló Federico García Lorca lo que es ser poeta.

Precisamen­te hoy, 5 de junio, se cumplen 122 años del nacimiento de Lorca.

Pues esto dijo Lorca: “El poeta es el maestro de los cinco sentidos corporales”.

“...más el sexto, que es el misterio”, añadió. Y Lorca nunca se equivoca.

Y antes que nada, Federico fue músico, un pianista excelente. Y sobre la música y la poesía: un día Debussy comunicó a Mallarmé que iba a ponerle música a su poesía, y el gran poeta exclamó: “¡Pensé que ya la tenía!”.

Y así es si la poesía es buena, ¿no?

Eso busco yo en la poesía: su música y su pintura, su plasticida­d. Actualment­e se está haciendo una poesía demasiado discursiva. Prefiero mirar hacia un Paul Klee, que era a la vez poeta, y pintor y violonchel­ista.

No lo sabía.

Sí, y en su diario cuenta Klee cómo un día llegó un joven violonchel­ista a una prueba para la orquesta, uno llamado Pau Casals. Y anota que al oírle tocar sintió “su genio, el vigor”.

¿Qué poeta fue el que le envenenó a usted de poesía?

Federico García Lorca: te golpea más allá de la razón. Su poesía es, a la vez, hermética y popular. Bien lo dijo él: “El misterio de la poesía lo es también para el poeta, que lo comunica pero que muchas veces lo ignora”.

Sin embargo, me consta que usted es el máximo especialis­ta en otro poeta.

Sí, en Juan Ramón Jiménez, poeta señero y consagrado al que Federico rindió visita en el Madrid de 1919, al llegar a la Residencia de Estudiante­s: un chico tímido y muy impresiona­do ante el que considerab­a su maestro.

¿Y qué tal fue aquel primer encuentro?

Juan Ramón tiene 38 años, y Federico apenas 20 años. Después de que Federico se despide y se va, Juan Ramón describe así de certero y hondo a aquel joven granadino: “Se sentó pálido, chato, lleno de lunares, en mi sofá... Él miraba estático, con algo, mucho de luna realista, un niño sin pies, muchacho de la luna...”. ¡Qué bien captó a Lorca!

Juan Ramón ¿en qué influyó en Lorca?

En su modernismo inicial. Juan Ramón se vuelca en los jóvenes poetas, luego conocidos como generación del 27: les ayudará a todos, a todos, y por eso el joven Pedro Salinas dijo por entonces esto: “Juan Ramón es un atlante de la nueva poesía”.

Y aquellos mocitos acabarán haciéndole sombra y relegándol­e.

Juan Ramón partirá en 1936 al exilio, por la guerra, pero le aseguro que en los siguientes veinte años escribirá lo mejor de su poesía.

¿Sí?

“Mi mejor obra es mi constante arrepentim­iento de mi obra”, dirá el mismo Juan Ramón. Su obra es cada día más despojada y excelsa, y la he reunido ahora bajo el título que él mismo propuso: Lírica de una Atlántida. Es muy emocionant­e, ¡llega al fondo!

¿Y cómo, después de leer a Lorca, descubrió la poesía de Juan Ramón?

Fue en un pasillo de la facultad de Filología de Barcelona el día en que vi a un amigo leyendo Dios deseado y deseante: me prestó el libro, recuerdo que era en 1964, y lo leí y...

¿Y qué sintió?

La palabra más cercana que jamás había leído. ¡Qué afortunado me sentí de que existiese un poeta que me diese tanto en mi lengua! Y sigo sintiendo hoy todavía lo mismo.

Elija aquí un poema de Juan Ramón.

Árboles hombres: el poeta pasea entre árboles y ellos le hablan y él les entiende, y poeta y naturaleza conectan místicamen­te.

¿Qué es la poesía, a su juicio?

La poesía es el secreto inagotable de lo real. La poesía va al fondo del “pozo sagrado de mí mismo”, decía Juan Ramón. La poesía, como dirá el poeta catalán J.V. Foix, es una indagación: “Soy investigad­or en poesía”.

¿Cómo encajó Juan Ramón Jiménez el asesinato de Federico García Lorca?

Le costó mucho asumir el asesinato de alguien tan puro como era Federico. Al principio se negaba a aceptar que fuese cierta esa muerte. Siempre recordaría los días que compartier­on en la Granada de 1924, y también con Manuel de Falla: tres genios.

Evoque una estampa, los tres juntos...

Véalos juntos, véalos admirar, desde la altura de la Alhambra, el llamado “cielo bajo”: enfrente, en la noche, candiles titilan en los ventanucos y calles del Albaicín, como otro cielo estrellado bajo las estrellas de arriba...

¡Bellísimo, gracias! A Juan Ramón se le otorgó el premio Nobel, ¿en qué año?

Fue en 1956. “¿Ahora?”, dijo al saberlo. Acababa de fallecer su esposa, Zenobia Camprubí, y ya todo le importaba muy poco.

¿Con qué frase de Juan Ramón Jiménez podemos despedirno­s?

“Cuándo yo escribo, desaparezc­o por completo”. Y musitaba una invocación: “Inteligenc­ia, dame el nombre exacto de las cosas”.

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