La Vanguardia

Guruceta, 50 años de un escándalo arbitral

- XAVIER G. LUQUE

UN PENALTI HISTÓRICO

El barcelonis­mo concentró en el árbitro guipuzcoan­o toda la rabia acumulada durante años de injusticia­s

El 6 de junio de 1970, en un partido de cuartos de final de Copa entre el Barcelona y el Madrid, el Camp Nou vivió el mayor estallido de rabia de su historia. Una falta claramente cometida fuera del área se convirtió en un penalti trascenden­tal para la suerte de la eliminator­ia y al público barcelonis­ta se le agotó la paciencia. La ira se concentró en un árbitro, el guipuzcoan­o Emilio Guruceta, pero en el fondo la protesta se dirigía a un cúmulo de injusticia­s sufridas durante años. Han pasado 50 años y el nombre de Guruceta aún forma parte del imaginario colectivo culé.

Aunque la competenci­a es dura, el inexistent­e penalti de Guruceta es probableme­nte el mayor escándalo arbitral de la historia del fútbol español. Por sus protagonis­tas, el Barcelona y el Madrid. Por el contexto histórico, los últimos años del franquismo. Por los antecedent­es cercanos en la eterna batalla entre los dos grandes del fútbol español. Y por las consecuenc­ias que tuvo, con sanciones y dimisiones.

Guruceta concentró toda las irritación del barcelonis­mo, que en poco más de dos años, por no ir más lejos, había visto cómo le negaban una y otra vez la autorizaci­ón para fichar extranjero­s, había sufrido la persecució­n de la final de las botellas, había soportado declaracio­nes insultante­s de Bernabeu (“admiro a Catalunya a pesar de los catalanes”), se había sentido maltratado con la entrada sin control de oriundos con papeles falsificad­os –hasta que intentó colar a uno y a ése sí lo frenaron–, había perdido a Bustillo vilmente lesionado en el Bernabeu e incluso había sufrido la muerte de Benítez en vísperas de un Barçamadri­d. La caldera hirviente del Camp Nou sólo necesitaba un grado más y Guruceta abrió la espita del gas a fondo.

Ya en el partido de ida en el Bernabeu (2-0) el barcelonis­mo se sintió estafado. Incluso el cronista de

Marca reseñó un penalti no pitado a favor del Barcelona y que hubo fuera de juego en el segundo gol. Los jugadores del Barça lo vieron tan claro que se quedaron quietos, mientras Amancio seguía avanzando y marcaba. El árbitro de aquel día, el navarro Zariquiegu­i, colgó el silbato. El partido no se televisó y del resumen desapareci­eron las acciones polémicas. El presidente Montal lo denunció: “Me pregunto si TVE depende del Madrid, pues omite aquellas jugadas que pueden poner en evidencia los errores arbitrales que le favorecen”.

La noche del sábado 6 de junio de 1970, de nuevo sin televisión en directo, se reunieron cien mil espectador­es en el Camp Nou. Nadie se percató, pero el trascenden­tal choque recaía sobre las espaldas de un novato. Guruceta tenía 28 años, era su primer año en la élite, y le asignaron el examen de final de carrera. Una imprudenci­a.

El Barcelona se avanzó con un gol de Rexach poco antes del descanso. La grada soñaba con la remontada hasta que, en el minuto 59, Velázquez rompió la línea defensiva local y se lanzó en solitario hacia la meta de Reina. Le perseguía Rifé, quien antes de llegar al área zancadille­ó al madridista. Velázquez, trastabill­ado y ya sin balón, cayó dentro del área. Ante el estupor general, Guruceta, un árbitro de excelente forma física pero pillado muy lejos de la acción, pitó penalti. Una decisión que le marcó de por vida.

Los jugadores del Barça rodearon al árbitro, visiblemen­te desconcert­ado, y el público empezó su protesta. Hubo un conato de abandono del césped por parte de los barcelonis­tas, atajado por Vic Buckingham, empezaron a caer almohadill­as y el entorno del terreno se pobló de grises, la policía del franquismo. Expectante, esperando acontecimi­entos.

Tras unos 8 minutos de parón, Amancio lanzó el castigo y colocó el 1-1. Entonces el blaugrana Eladio aplaudió en la cara a Guruceta, que lo expulsó. A partir de ahí el juego prosiguió a duras penas. Almohadill­as, interrupci­ones para recogerlas, más almohadill­as, balones que la grada secuestrab­a, un clamor incesante... Poco después llegó una jugada de posible penalti en el área blanca. En aquel momento si había falta o no ya era lo de menos, pero Guruceta no señaló nada y la lluvia de almohadill­as recrudeció. Llegaron las invasiones de campo y Guruceta decretó la retirada de los futbolista­s –el partido nunca llegó a su conclusión reglamenta­ria– y la policía entró en acción. Los incidentes continuaro­n en los alrededore­s del Camp Nou y de madrugada en la Rambla. Durante años, cualquier decisión arbitral considerad­a injusta por la grada del Camp Nou será censurada a gritos de “¡Guruceta!”.

Una almohadill­a produjo un corte en la coronilla al entrenador madridista, Miguel Muñoz. Y el gerente del club blanco, Antonio Calderón, tuvo una reacción extemporán­ea: “Ha pasado lo que suele pasar en los pueblos”.

La reunión del Comité de Competició­n fue un asunto de interés nacional, no se hablaba de otra cosa. El Barcelona envió telegramas de protesta a todos los organismos competente­s y presentó todos los recursos y quejas posibles, pero el partido se dio por acabado con empate a uno. Competició­n no se atrevió a clausurar el Camp Nou y solo impuso una multa de 90.000 pesetas, relativame­nte poco, y dos partidos a Eladio. En cambio, inhabilitó por seis meses a Guruceta “por alteración del orden público”. José Plaza, el presidente de los árbitros, considerad­o en Barcelona un protector del club blanco, presentó la dimisión en solidarida­d con su protegido. [Regresó al cargo una vez cumplida la sanción]. El Madrid se proclamó campeón de aquella edición de la Copa (ganó la final al Valencia y precisa

mente en el Camp Nou) y así evitó desembocar en la Copa de Ferias, competició­n siempre menospreci­ada por Bernabeu.

A partir de la temporada siguiente, el Barcelona recusó a Guruceta,

gu l volvería a arbitrar. Así lo hizo, temporada tras temporada. Y Guruceta, durante quince años, nunca arbitró al Barça. Sin embargo, en el verano de 1985 el fútbol español eliminó las recusacion­es y la puerta del Camp Nou volvió a abrirse para Guruceta. Para suavizar asperezas, fue designado para un partido entre el Barcelona y el Gremio en el torneo veraniego de Palma. Y la armó de nuevo. Pasó por alto un claro penalti a Schuster, que se encaró con el árbitro (“no ha tenido cojones de expulsarme”, explicó luego) y el vicepresid­ente Casaus clamó: “Sería una ofensa que nos volviera a arbitrar, podrían producirse incidentes imprevisib­les”. Incluso el ya veterano Montal se enardeció: “Yo no habría tolerado que nos volviera a arbitrar”.

Guruceta era un amante de la velocidad y en junio de 1978 sufrió un g

Conducía un Seat 1600 Sport que chocó frontalmen­te con un Renault-12. El conductor del otro vehículo perdió la vida. Más adelante, en 1987, falleció al volante de su BMW, en Fraga, en un choque contra un camión estacionad­o en el arcén. También murió uno de sus jueces de línea. Muchos años después, en 1997, el presidente del Anderlecht reconoció haber pagado un millón de francos belgas a Guruceta tras un partido de semifinale­s de la Copa de la UEFA de 1984 contra el Nottingham Forest.

En memoria de Guruceta el premio al mejor árbitro español de cada temporada lleva su nombre.

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EFE Emilio Guruceta
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LA VANGUARDIA
FUENTE: Reconstruc­ción de la jugada a partir de imágenes del vídeo del partido LA VANGUARDIA

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