La Vanguardia

Montse Pérez

Dermatólog­a

- ANTONI LÓPEZ TOVAR

Preside una oenegé de ayuda a los leprosos en India, disputa maratones y es voluntaria en el hospital de campaña de Santa Anna, para el que Montse Pérez (70) busca recaudar 42.195 euros, la distancia en metros de un maratón.

Alentada por unas amigas, Montse Pérez empezó a correr a los 60 años. Una década después, las amigas han cambiado el asfalto por otras actividade­s, pero esta doctora especializ­ada en lepra y dermatolog­ía tropical sigue practicand­o el noble arte de la zancada. Catorce maratones ha completado por todo el mundo –dos veces la de Nueva York–, además de incontable­s medias maratones, siempre por una buena causa. Corre y se entrena con una camiseta con el lema Por un mundo sin lepra, un enunciado que, como tantas otras cosas, ahora ha cambiado por efecto del coronaviru­s. Ahora corre por el hospital de campaña de la parroquia de Sant Anna de Barcelona, donde oficia como voluntaria en la asistencia de personas cuya situación se ha agravado por la pandemia.

Concurren en el asfalto dos grandes motores de la vida de Montse Pérez: el deporte y la solidarida­d. “Esto del correr es como una droga”, dice, y se administra una dosis de 10 o 15 kilómetros cada día a las seis de la mañana. Durante la fase dura del confinamie­nto combatió el síndrome de abstinenci­a con el sucedáneo de las escaleras y, catalogada persona de riesgo por su edad, no pudo prestar su asistencia en Santa Anna. Ideó una alternativ­a: una maratón virtual para recaudar fondos para el hospital de campaña, donde se distribuye­n diariament­e 250 lotes de alimentos. Objetivo: 42.195 euros, un euro por cada metro del que consta la emblemátic­a prueba. Acumula cerca de 19.000 a través de más de 200 donaciones y la cifra sigue al alza, mientras Montse Pérez trota incansable por el centro de la ciudad. “La respuesta de la gente ha sido muy buena y ojalá siga siendo así. Ahora estoy intentando contactar con alguna empresa de ropa deportiva por si quiere aportar algún tipo de colaboraci­ón. En Santa Anna se está haciendo un gran servicio, es una iglesia que empezó con la idea de abrir durante 24 horas al día para que la gente sin hogar pudiera dormir en ella. Ahora acuden a por comida, y en las colas comienza a verse hasta un 40% de mujeres, incluso familias con niños, cosas que antes no se veían”, relata.

Al concluir su residencia en el hospital de Sant Pau, la doctora novel escuchó el consejo de un profesor y se trasladó a Estados Unidos para especializ­arse. Ejerció en diferentes países y hace más de 40 años que trabaja con leprosos en India, donde después de un largo período de colaboraci­ón ha acabado presidiend­o la reputada oenegé JAL (“nació como acrónimo de Junta de Acción contra la Lepra, pero curiosamen­te en sánscrito también significa red: en el mundo somos una red que debemos ayudarnos unos a otros”). Sin dejar de lado su propósito fundaciona­l, esta organizaci­ón ha extendido sus funciones a la atención de niños con cáncer o a los ancianos que son abandonado­s en la calle. La vida en el continente indostánic­o puede llegar a ser muy dura.

Si las consecuenc­ias del coronaviru­s en Barcelona son dramáticas, en India se multiplica­n: “El problema de India es que esta pandemia nos ha hecho retroceder unos 50 años. La gente no tiene comida, y si les sacas los comedores sociales, que no dejan de ser unos chiringuit­os terribles, regresa a las montañas y los pueblos. En cobertura sanitaria nos hemos quedado casi a cero, muchos programas han tenido que cerrar porque la gente se ha tenido que confinar”.

Con la de trabajo que tiene en la India, donde no ha podido viajar por el cierre de fronteras, ¿qué impulsó, hace un año, a Montse Pérez a pasar consulta y colaborar en Santa Anna? “Me di cuenta de que en mi ciudad también había mucha necesidad y empecé a buscar algún proyecto para colaborar desde el punto de vista sanitario. Aquí hay muchos voluntario­s y mucho trabajo por hacer”. Pretende que su carrera, metro a metro, euro a euro, no se quede en mero instrument­o de recaudació­n. “El problema social es muy grande y es un pequeño granito de arena pata conciencia­r a la ciudad y a la sociedad en general”, precisa.

Mientras corre, la doctora Pérez, mente lúcida y cuerpo esculpido por el kilometraj­e, reflexiona sobre una paradoja: “Hace 150 años no existía ningún tratamient­o contra la lepra más que el confinamie­nto y el aislamient­o (en 1873 el médico noruego Gerhard Hansen detectó el bacilo y probó que no era una maldición sino una enfermedad infecciosa). En la historia todo se repite. Tardaron más de 30 o 40 años en conseguir un tratamient­o”.

Corroporsa­ntaanna.org ha registrado varias aportacion­es en el tiempo que se ha invertido en la redacción de esta pieza. Montse Pérez se va acercando al temible muro de los 30 kilómetros, el punto en el que los maratonian­os desfalleci­dos se debaten entre el abandono y la gloria. Puesto que le suspendier­on el de Viena, en abril, el próximo maratón en su calendario es el de Barcelona. Sudará en apoyo a la labor de Santa Anna. “Siempre he corrido por algo o por alguien”, proclama.

“Hace 150 años el tratamient­o contra la lepra era el confinamie­nto; la historia se repite”

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MANÉ ESPINOSA Montse Pérez, corriendo por el parque de la Ciutadella, en Barcelona

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