La Vanguardia

El gurú digital de un presidente exigente y en apuros

De diseñar la página web de sus vinos, Parscale pasó a dirigir la estrategia digital de la campaña electoral de Trump. El candidato llegó a presidente. Él se hizo rico. Su relación se ha tensado: el oráculo tejano no trae buenas noticias

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

La rapidez con que los estadounid­enses se declaran self-made men, hombres hechos a sí mismos, llamó la atención de Julio Camba cuando, hace un siglo, pasó un año en el Nuevo Mundo: “No hace falta carecer de padre para hacerse a sí mismo. Hacerse, en la acepción americana, quiere decir hacerse de dinero”.

Brad Parscale, el jefe de la campaña de Donald Trump, ha hecho mucho desde que hace ocho años este le encargó diseñar la web de su tienda de vinos. Un gran logro, según su relato. De crear una compañía con sus “últimos 500 dólares” a poner en marcha la estrategia digital electoral más exitosa de los últimos años. De ser “un don nadie de San Antonio” a tener una mansión de 2,4 millones de dólares en Fort Lauderdale (Florida), dos apartament­os de lujo, un yate y un Ferrari.

Su historia personal es un elemento imprescind­ible de las charlas, pagadas, que da en círculos conservado­res. Pero Parscale se ha hecho tanto a sí mismo que ha enfadado al Partido Republican­o y a su jefe. Sus relaciones se han tensado en los últimos meses: las noticias que le trae el oráculo de Texas, ahora vecino suyo en Florida, no son buenas. Quedan cinco meses para las elecciones pero los trucos de magia de Parscale no tienen los mismos efectos que en el 2016.

En realidad, la historia de Brad Parscale (1976), también conocido como el vikingo por su barba y altura, no es tan dramática como él la presenta, según una extensa investigac­ión de la oenegé periodísti­ca Pro Publica. “Como Trump, Parscale no siente ninguna responsabi­lidad por la falta de consistenc­ia y precisión” de su narrativa. “Es, en esencia, un vendedor de su propia vida” que “dice cosas que simplement­e no son ciertas”, escribiero­n Doris Burke y Peter Elkind.

Nacido en una familia de emprendedo­res de Kansas, Parscale pudo empezar su empresa de diseño de páginas webs con 500 dólares pero no eran desde luego los “últimos” que tenía en el 2005, como asegura. Sus anteriores trabajos le habían permitido comprarse tres casas. La publicidad que por aquel entonces hacía de su negocio tenía toques trumpistas: los premios a su trabajo concedidos por Forbes y revistas de Texas no eran, según Pro Publica, más que anuncios pagados. Las habilidade­s técnicas de su nueva socia, Jill Gilles, y sus capacidade­s de persuasión hicieron florecer la empresa. Se le comparaba con Don Draper, de Mad Men .Enel 2012, gracias a una oferta a la baja, ganaron un contrato para desarrolla­r la web de vinos de la Organizaci­ón Trump. Luego llegaron encargos para las páginas de las cremas faciales de Melania, la fundación Trump... En el 2015, le pidieron diseñar la web del comité explorator­io electoral de Trump. Poco después, la página de la campaña.

No pensaba que fuera a llegar lejos, confió a varias personas. Pero Trump tenía un público. Y Parscale, con sus conocimien­tos sobre geolocaliz­ación en Facebook, supo hacer llegar cada mensaje a su audiencia exacta. Mientras los jefes de campaña iban y venían, el gurú digital de Trump seguía trabajando tras la pantalla. La suma de los datos personales archivados por el partido y los conseguido­s vía Cambridge Analytica le dieron la llave a decenas de millones de votantes.

Trump ganó. Parscale se forró. Los 1.500 dólares que cobró por la web electoral se convirtier­on “en 94 millones al final de la campaña”, dijo a la CBS. Él pudo llevarse entre 400.000 y 900.000 dólares. Aunque le molesta que dé tanta importanci­a al éxito de Facebook en su victoria y que gastara tanto en publicidad, en el 2018 Trump le nombró jefe de campaña.

Parscale es una estrella en el universo trumpista. Su altura y estilo, bolsa bandolera al hombro, le distinguen de lejos del resto de trajeados que pulula –pululaba– por el hotel Trump de Washington a la caza de oportunida­des. “¡Mirad, es Brad!”, gritó alguien este invierno en plena reunión de un club de lectores conservado­res. La mesa se quedó semivacía mientras este se prestaba, sonriente, a hacerse las fotos de rigor.

Su buena estrella, sin embargo, ha empezado a apagarse. Los republican­os están molestos porque el presidente desarrolle toda su estrategia al margen del partido. También con los ingresos de Parscale, que ha tenido que reducir sus tarifas. La noticia de que su empresa ha facturado este año más de 40 millones a diferentes comités electorale­s cayó como una bomba. Pese al dinero invertido (750 millones), la popularida­d del presidente sigue siendo alarmantem­ente baja.

En abril, Parscale le presentó varias encuestas en las que va por detrás de Joe Biden en estados clave. Trump se puso furioso y le culpó de los malos datos. “No creo en los sondeos”, dijo después. Las noticias que le han dado esta semana no son mejores. Un grupo de republican­os anti-trump ha lanzado un anuncio que se regodea en el súbito enriquecim­iento del gurú tejano: “No se lo digas a Trump...”.

El relato de hombre hecho a sí mismo con el que Parscale se define no se correspond­e del todo con la realidad

 ?? NICHOLAS HUNT / GETTY ?? Al margen. Parscale es una estrella dentro del universo de Trump, lo que mantiene a los republican­os irritados por la pérdida de control de estrategia electoral de las presidenci­ales
NICHOLAS HUNT / GETTY Al margen. Parscale es una estrella dentro del universo de Trump, lo que mantiene a los republican­os irritados por la pérdida de control de estrategia electoral de las presidenci­ales

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