La Vanguardia

Poder negro

- Núria Escur

Aquella mujer negra, hija de esclavos, fue la primera afroameric­ana

millonaria de EE.UU.

El verano pasado, en Liverpool, me llevé del Museo Internacio­nal de la Esclavitud una de esas postales que uno escoge como escoge algunos libros, por el impacto de una foto frontal. Es el rostro de una mujer negra. Lleva unos pendientes plateados, una blusa a flecos, blanca, y el pelo y los ojos brillantes. A su lado, su nombre –Madam C.J. Walker– y una frase que luego les contaré. No tuve ni idea, entonces, de quién era ella hasta que volví a Barcelona.

La mujer de la foto, antes de ser Madam C.J. Walker, fue Sara Breedlove y se había criado en una plantación de algodón. Sus padres y hermanos mayores fueron esclavos allí, en la Madison Parish de Robert W. Burney. Nacida en Luisiana, huérfana desde los seis años, a los catorce se casó y con veinte ya era viuda y madre de una niña. Se mudó a San Luis, trabajó de lavandera, sacó adelante a su hija con apenas un dólar por día.

Sus hermanos eran barberos, de modo que cuando ella misma empezó a tener problemas con el cabello por utilizar, como muchas mujeres de la época, productos tóxicos, les consultó. Una realidad carencial, imposibili­dad de higiene idónea y pobreza habían hecho que acabaran usando para lavarse el pelo lo que, en realidad, eran derivados de sosa cáustica o jabones destinados a lavar la ropa.

Sara quiso saber más. Aprendió tanto que empezó a investigar por su cuenta y acabó montando una red de peluquería­s y salones de manicura, impulsó varias fábricas y fundó una compañía. Sus productos –muchos especiales para pelo afro– pueden encontrarl­os todavía hoy en Sephora. Así que aquella mujer negra, hija de esclavos, se convirtió gracias a su trabajo y su cabezonerí­a, su determinac­ión y taparse los oídos, en la primera afroameric­ana que logró ser millonaria en EE.UU. por méritos propios. Palabra de Forbes.

El 28 de junio de 1917 formó parte de la Marcha Silenciosa por la Quinta Avenida –era miembro del ejecutivo– en esa protesta contra los linchamien­tos que acabó con la muerte de cuarenta afroameric­anos. Seguro que hoy Sara volvería a estar allí. Como deberían estar también todos los blancos de Nueva York y el resto del planeta, cada cual desde su rincón, rodilla hincada.

He sacado la postal de su sobre y la he colgado en el salón, a la vista. La frase es esta: “Tuve que espabilarm­e y crear mi propia oportunida­d. ¡Y lo hice! No esperes sentado a que te lleguen las oportunida­des, ¡levántate y hazlas posibles!”. Palabra de Madam C.J. Walker. Empresaria.

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