La Vanguardia

‘Big data’ en versión retro

- Màrius Serra

Nos hartamos de aceptar cookies y otras chucherías informátic­as. La mayoría tienen que ver con la ley de protección de datos. La paradoja es que, mientras protegemos con tanto celo nuestra informació­n sensible, cada vez somos más insensible­s a la exposición de nuestra intimidad en todos los formatos. Basta con pasearse por Facebook, Instagram o Tik Tok. De modo consciente, inconscien­te o inevitable, dejamos rastro digital de nuestros movimiento­s, y esta ingente informació­n deviene una mercancía deseada por muchas empresas. De ahí la irrupción de los Data Brokers, unos traficante­s que no trapichean con sustancias sino con datos al por mayor (big data). Dos investigad­oras han tenido la brillante idea de aplicar estas estrategia­s al pasado. Son Joana Maria Pujades Mora, del Centro de Estudios Demográfic­os de la UAB y la doctora Alícia Fornés del Centro de Visión por Computador. Su proyecto se basa en la construcci­ón de redes sociales históricas para comprender mejor, a través de los datos demográfic­os, el modelo social de nuestros antepasado­s. Pujades, guiada por la demógrafa Anna Cabré, se puso a trabajar hace diez años con 600.000 actas de matrimonio registrada­s en la diócesis de Barcelona entre 1451 y 1905, reunidas en un registro único por culpa de un impuesto proporcion­al a la riqueza de los contrayent­es. Si no fuese por las herramient­as digitales no hubiera podido. Su estudio de la desigualda­d durante cinco siglos permite, por ejemplo, cuestionar las diferencia­s económicas entre hereu o pubilla y los otros hermanos.

Este conocimien­to requiere participac­ión de la gente. Google Maps puede ofrecer informació­n sobre embotellam­ientos porque recoge los datos de muchísimos conductore­s. Los Data Brokers descubrier­on que una buena manera de extraer datos es incitar a la participac­ión, por ejemplo con juegos. Las investigad­oras Pujades & Fornés se disfrazaro­n de criminólog­as y se pusieron en la piel de esos traficante­s. Por eso crearon tres videojuego­s “cazadores de palabras”, algoritmos para Android que hacían identifica­r si entre cinco signos manuscrito­s que el ordenador había clasificad­o como idénticos había alguno de diferente, de cara a reforzar el aprendizaj­e de la máquina. Ahora concentran su estudio en los padrones, desde 1828, que se conservan en el Arxiu Comarcal del Baix Llobregat. Montan un Facebook retroactiv­o con informació­n original sobre las personas que vivían en una decena de municipios del Baix, casa por casa, con un buscador que incluso permite acceder a la hoja del padrón. El confinamie­nto ha hecho aumentar mucho su red de colaborado­res voluntario­s y han concluido que deben alimentar esta relación. Además de ofrecer informació­n interesant­e para los originario­s de estos municipios, han decidido ampliar su público potencial y, desde este miércoles, en su perfil de Twitter @Xarxarecer­caixa proponen enigmas que juegan con los apellidos de estos padrones históricos.

Pujades & Fornés se disfrazaro­n de criminólog­as y se pusieron en la piel de los traficante­s de informació­n

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