La Vanguardia

“Rifé dice que apenas le tocó”

“Si un árbitro fallaba, entonces le llamaban ‘Guruceta’”, recuerda Ramon Alfonseda

- Sergio Heredia

Durante años yo jugué con el Barcelona, y además no fueron anodinos años sino los de mi infancia entera

Pere Ferreres, ‘Cien años azulgrana’

El próximo martes cumplo cincuenta años. Es decir: en el día del escándalo Guruceta, yo aún cabeceaba en el útero de mi madre, buscando la salida hacia mi nueva vida. Mi

nueva normalidad.

En el día del escándalo Guruceta, yo ya venía al mundo, aunque aún no había nacido. Así que nunca llegué a ver aquel episodio: nunca me asomé a aquel Camp Nou invadido de almohadill­as/amapolas, como escribía Manuel Vázquez Montalbán.

Y sin embargo, el episodio me marcó. Porque luego vino nuestro fútbol, el fútbol de patio de colegio.

Jugábamos en los Salesianos de Sarrià. Y algún compañero, ingenuo, hacía de árbitro. Y si se equivocaba, se le caía el pelo:

–¡Eres más malo que Guruceta! –le voceábamos.

Teníamos siete u ocho años. Éramos niños y hablábamos de Guruceta. Hablábamos de oídas.

Pero hablábamos.

(...)

En el día del escándalo Guruceta, Ramon Alfonseda (72) tenía 22 años y ocupaba la posición de delantero centro del Barça en el Camp Nou.

Así que estaba allí.

Él sí vio la jugada del penalti. –Guruceta era un chuleta simpático –me cuenta Ramon Alfonseda.

Hoy, Ramon Alfonseda es el presidente de la Agrupació de Jugadors del Barça. –¿Le conocía bien?

–Había coincidido con él años antes, en Segunda División. Arbitraba sacando pecho. Era más alto que yo, más alto que muchos de nosotros. Nos miraba por encima del hombro. Se imponía a los jugadores. Siempre estaba muy seguro de sí mismo.

–¿Pero era buen árbitro?

–Guruceta era una de aquellas personas con las que razonar era imposible. Si te acercabas a hablarle, te estabas jugando una tarjeta. Protestar era un riesgo. Y en el Barça...

–¿...?

–No solo pasaba con Guruceta, sino con cualquier árbitro: según avanzaba el partido, cuando veías que nos pitaban muchas faltas a favor en el centro del campo, entonces ya pensábamos: ‘Madre de Dios, que nos la van a hacer’.

–¿Y se equivocaba­n?

–No. Antes o después ocurría algo grave que nos perjudicab­a.

–Como aquel día en el Camp Nou... –le comento.

–Cuando recuerdo la jugada, siempre me pregunto: ‘¿Cómo es que Guruceta, que estaba casi a medio campo, no le consultó al linier, que estaba alineado con el lugar de la falta?’.

–¿Y qué opina usted?

–¡En qué país vivíamos...! El Madrid era algo así como un partido político. Los blancos iban sextos en la Liga y tenían que ganar la Copa del Rey para ir a Europa en un torneo grande, y no en la Copa de Ferias. Para ellos, no entrar en un gran torneo europeo tenía un coste muy elevado. El Madrid era política estratégic­a. Guruceta podía haber evitado el error acudiendo al linier. Por eso debo pensar mal. Y más cuando, años más tarde, admitió que se había equivocado.

–¿Y cómo recuerda el ambiente en aquel estadio a partir de ese momento?

–Fíjese si protestamo­s que expulsaron a Eladio.

–¿Qué hizo Eladio?

–Cuando Guruceta decretó el penalti, Eladio le dijo de todo. Luego abandonamo­s el campo. Llegamos al túnel de vestuarios y allí nos paró Vic Buckingham (el técnico de los azulgrana).

–¿Qué les dijo?

–Nos dijo: ‘Sois unos profesiona­les y tenéis que acabar el partido. Hay que volver’. –Y volvieron... –Aquello era una locura. Las almohadill­as caían a miles. Nuestro presidente recusó a Guruceta, que estuvo inhabilita­do por seis meses. A partir de entonces, cuando un árbitro fallaba, todos le decían: ‘Eres más malo que Guruceta’. El grito se puso de moda: ‘¡Guruceta, Guruceta!’. Era lo peor que le podías decir a cualquier árbitro.

–¿Y qué decía Rifé, presunto autor del penalti?

–Ah, sí, Quimet Rifé. Dijo que le había quitado muy bien la pelota a Velázquez. Que el otro iba forzado y había provocado una voltereta. Rifé dijo que apenas le había tocado, hablando muy rápido, como hacía cuando se ponía nervioso. Para Velázquez, aquel piscinazo fue un éxito. Supo caer muy bien, aunque fuera del área... –¿Y en su vestuario, luego? –Buffff, el ambiente era terrible. Dimos puñetazos a los paredes, reniegos, palabrotas. Alguien rompió un asiento... Buckingham estuvo muy bien. Nos dijo: ‘Tenemos que aceptarlo, esta es una más que nos han hecho’. Y al día siguiente, al volver a los entrenamie­ntos, nos ofreció otra charla. Nos dijo que debíamos mirar hacia el futuro: ‘Esto nos hará aún más fuertes’. –¿Buckingham hablaba español?

–La verdad es que no...

–¿Y cómo se entendían?

–Para eso teníamos a Minguella, que buenamente nos hacía de traductor. Aun así, a Buckingham a veces le entendíamo­s todo. Sobre todo cuando se enfadaba. Era un gran psicólogo.

 ?? EFE ?? Alfonseda, de cuclillas, pasa el brazo sobre los hombros de Marcial
EFE Alfonseda, de cuclillas, pasa el brazo sobre los hombros de Marcial
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain