La Vanguardia

Memoria de García-soler

- SERGIO VILA-SANJUÁN

En Sant Salvador trató a Carlos Barral y a Joan Reventós, que fue para él un referente clave en el terreno cívico y político

Jordi García-soler, fallecido el pasado domingo a los setenta y tres años, fue desde su atalaya periodísti­ca un testigo privilegia­do de la cultura catalana. En verano del 2016, bajo el título “Me acuerdo todavía”, publicó en este suplemento Cultura/s la serie que podría haber constituid­o una primera entrega de sus Memorias. “Con más de cincuenta años de periodismo a mis espaldas, en los que he conocido a personajes muy variados, ha llegado la hora de recordar”, explicaba.

El primer recuerdo lo dedicó al sanatorio de Puig d’olena, junto a Sant Quirze Safaja, un espacio antituberc­uloso “moderno, creado en tiempos de la República y alejado de la suntuosida­d del Berghof recreado por Thomas Mann en La montaña mágica”. Allí fue a parar su padre, un médico republican­o represalia­do tras la Guerra Civil. Y allí fue donde el niño Jordi trabó contacto con pacientes como el veinteañer­o Josep Maria

Castellet, que le hacía reir con sus juegos de manos, o Antoni Tàpies, “ya entonces muy introverti­do, un poco taciturno y distante”.

Como otros muchachos de su generación, se sintió atraído por el escultismo y fue llobató con el Agrupament Abad Marcet, donde le animaban a ser “más catalán” y “más cristiano”. Algo que le intrigaba: “Más de sesenta años después continúo donde estaba, preguntánd­ome como puedo ser ‘más catalán’”, escribió. Por esa época frecuentab­a también la cúpula del cine Coliseum, sede del Foment de les Arts Decorative­s -de cuya junta formaba parte su padre- y que ofrecía una programaci­ón “sustitutor­ia y paralela” a la cultura oficial del franquismo. Allí se celebraban conciertos y representa­ciones teatrales, que impulsaba la Escuela de Arte Dramático Adrià Gual dirigida por Ricard Salvat y Maria Aurèlia Capmany, “embrión esencial de todo el teatro moderno que se ha hecho en Catalunya”, y que estrenó 150 montajes. También asistió a las sesiones de cineclub moderadas por Joan Francesc de Lasa. Al rememorarl­o le dolía “que un espacio tan amplio, bello y céntrico como la cúpula del Coliseum reste vacío, sin ninguna utilidad”.

Con diecisiete años, García-soler consigue su primer puesto de trabajo en Serra d’or, única revista en lengua catalana autorizada que editaba –y edita– la Abadia de Montserrat. Bajo la tutela de Antoni de Rosselló primero, y Jordi Sarsanedas después, la redacción trabajaba en pisos propiedad de la Abadía donde se alojaban a veces los monjes en sus visitas a Barcelona. “Mi trabajo consistía en pedir, recoger y revisar los artículos de los colaborado­res y los diseños de portada realizados por Jordi Fornas”; también en realizar los trámites de censura y atender cartas de los lectores. Lo mejor: tratar a personalid­ades como J.V. Foix, Carles Soldevila, Maurici Serrahima, Joan Triadú, Pere Calders, Joaquim Molas, Ernest Lluch, Jordi Solé Tura...

García-soler dedicó entregas de su sección a figuras que le habían impactado especialme­nte. Salvador Espriu, “meticuloso, minucioso, detallista y riguroso”, que “le honró” escribiend­o el prólogo de su libro de 1976 sobre La

Nova Cancó. Joaquim Amat-piniella, hombre “de insondable y profunda tristeza”, cuyo K.L. Reich considerab­a “al nivel literario de las mejores obras escritas por deportados de los campos nazis”. Y Raimon, “el mejor y más importante cantautor catalán de todos los tiempos”, amigo desde 1964.

El periodista era un fiel frecuentad­or de Sant Salvador del Vendrell, a cuya playa debía su habitual bronceado. En esa zona se veía con Carlos Barral, en cuya casa trató a figuras clave del boom y la literatura renovadora de los setenta. Y muy especialme­nte con Joan Reventós “una de las personas que han influido más en mi vida. Su ejemplo cívico, ético y político sigue siendo una de mis referentes principale­s, cuando ya han pasado doce años de su muerte”. Esa fidelidad al recuerdo del político la mantuvo García-soler también a su partido, el PSC, con cuyos ideales siguió comulgando a lo largo de los años incluso en épocas en las que se encontró, en el terreno profesiona­l, con un viento bastante fuerte en contra.

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ARCHIVO El periodista barcelonés Jordi García-soler
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