La Vanguardia

Almuerzo y tertulia con mossèn Cinto en Vil·la Joana

Novela Dos visiones de Verdaguer, cuando se celebran 175 años de su nacimiento. Àlvar Valls ha escrito un libro monumental en el que reconstruy­e el contexto humano, cultural, político y religioso. Daniel Palomeras, un retrato íntimo y concentrad­o

- Àlvar Valls Entre l’infern i la glòria EDICIONS DE 1984. 1018 PÁGINAS. 22,20 EUROS Daniel Palomeras Fills de la terra dura COMANEGRA. 199 PÁGINAS. 17 EUROS

JULIÀ GUILLAMON

La historia de mossèn Cinto (Folguerole­s, 1845-Vallvidrer­a, 1902) tiene muchos elementos novelescos: Jacint Verdaguer sale de la nada, triunfa en los Jocs Florals, enferma, entra al servicio de la naviera del Marqués de Comillas, viaja nueve veces a América, escribe poemas épicos, es un padre de la patria y entonces se lía a hacer exorcismos, cae en desgracia, los carcas de todas las facciones se disputan por su caso, los artistas y el pueblo le quieren, los mandamases le castigan, le hacen pasar por loco y muere relativame­nte joven en medio de una espiral que hace girar a toda la sociedad catalana de 1900. Es un hombre pasional, el ambiente tiene luces y miserias, lujo y tinieblas, hay política y ambición, espiritism­o y unas gotitas de amor adolescent­e. También hay que decir, no nos engañemos, que Verdaguer no es Kurt Cobain. Muchos de estos episodios nos quedan lejos.

Todo esto para decir que Entre l’infern i la glòria, de Àlvar Valls (Barcelona, 1947) me ha parecido una grandísima novela monumental. Todas estas historias están tratadas con una sensibilid­ad y una habilidad literaria poco comunes, con una gran cantidad de recursos que permiten desarrolla­r tramas y subtramas sin que chirríe. Es una novela sin una dirección política explícita, que se pone del lado del hombre Verdaguer, frente al uso interesado de las corrientes en litigio. Por temperamen­to, Valls, –que vive en Andorra desde hace años, que fue militante del Front Nacional de Catalunya. Condenado por el caso Bultó, amnistiado y revocada la amnistía, se fue a París– simpatiza con las figuras del doctor Ramon Turró i Joan Moles, pero esta fácil predilecci­ón no rompe el equilibrio narrativo.

La novela se centra en las últimas semana

de Verdaguer en Vil·la Joana, con las visitas de facultativ­os, la evolución de la enfermedad y la guerra abierta por la gestión de la casa, el testamento y el legado de Verdaguer. Por un lado, la familia de adopción (la hija de doña Deseada Martínez,viudadedur­an,conquienve­rdaguer se relacionó en contra de las indicacion­es del obispo Morgades) y por el otro, la familia carnal y las jerarquías eclesiásti­cas, con sus abogados. Con este hilo conductor van pasando los principale­s episodios de la aventura verdagueri­ana: la vida en Folguerole­s, la irrupción deslumbran­te en los Jocs Florals, con barretina y terciopelo, los viajes a América y Tierra Santa, la pasión rosellones­a, las relaciones con los marqueses de Comillas, especialme­nte

con la marquesa, con la corte española, el escándalo de los exorcismos y su marginació­n: el caso Verdaguer.

Lo que más me complace de esta novela es la naturalida­d con la que se retrata a Verdaguer. Por ejemplo, en las comidas en Vallvidrer­a, en las que se comentan las noticias que llegan de Barcelona. Entras de lleno en la acción, nada forzada. O cuando suben a Vil·la-joana, a ver a mossèn Cinto, la portera de la casa donde vivía en la calle Aragó, y Verdaguer le pregunta si ha llegado carta del juzgado. La mujer le dice que esté tranquilo, que le riega las plantas. Estas escenas son impagables. Dan a Entre l’infern i la glòria una consistenc­ia de gran narración, sencilla, natural y bien hecha. La muerte de la madre y más tarde, la del padre son episodios escritos con mano maestra. O el retrato del clero carlista, que encuentra en los primeros años de sacerdocio. O el cuadro de las mariposas, en una excursión a las Comes de Rubió, en el Pallars Sobirà, cuando ve volar a les blanquilla­s de la col, que le parecen ángeles. En catalán se acostumbra a decir que es mejor el relleno que el gallo.

Àlvar Valls ha logrado algo dificilísi­mo: que oigamos hablar a Bartrina, Gaudí o Ramon Casas y que resulte creíble. No queda nada forzado, ni novelesco de novela de premio de novela histórica. No recuerdo haber leído ninguna otra novela en la que estos diálogos tan comprometi­dos funcionen tan bien. Valls sabe la letra menuda de la historia y nos la hace vivir desde dentro, establecie­ndo un maravillos­o juego de conexiones entre Verdaguer y Rusiñol, los catalanist­as del

Diari Català, los modernista­s e incluso los participan­tes de las meriendas fraternale­s de Lerroux. Junto a esto, la intriga en torno al testamento del poeta es, narrativam­ente, una fruslería.

Sus 1.018 páginas no son ninguna broma. Les aconsejo que si les gusta la historia, les gusta la literatura y les interesa Verdaguer, hagan una reserva de tiempo para esta gran novela excesiva. Si no quieren gastar tanto (en horas), Fills de la terra dura de Daniel Palomeras (Santa Maria d’oló, 1949) es otra novela verdagueri­ana recomendab­le, organizada como un rompecabez­as, con los dados que se combinan en escalas temporales, para explicar, también esta vez, la historia humana de Verdaguer, desde una perspectiv­a más intimista y ambiental, entre el film mudo y el cine de vanguardia. Verdaguer nació hace 175 años y sigue entre nosostros, a golpe de cáliz y, afortunada­mente, del ira .|

Àlvar Valls ha logrado algo dificilísi­mo: que oigamos hablar a Bartrina, Gaudí o Ramon Casas y que resulte creíble

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PEDRO MADUEÑO La escultura de mossèn Cinto Verdaguer, obra de Joan Borrell Nicolau, instalada en la Diagonal de Barcelona

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