La Vanguardia

Más poesía, más política, más ficción

El futuro del teatro europeo. Cinco destacados directores y dramaturgo­s nos explican cómo afrontan los retos que la pandemia ha planteado a las artes escénicas y qué salidas les ven

- ANDREU GOMILA

Corren malos tiempos para el teatro. Aquí y en toda Europa. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo podremos volver a sentarnos en una platea como lo hacíamos en febrero, pero eso no quiere decir que teatros y compañías estén parados. En Europa se están poniendo las pilas. Y por eso hemos hablado con cinco artistas de diferentes puntos del continente, todos de primer nivel mundial, para que nos expliquen cómo han vivido el parón y el confinamie­nto, cómo se imaginan el teatro del futuro y cuál es su papel en la sociedad ahora que parece que han quedado al margen.

Emmanuel Demarcy-mota

Locura artística contra las normas

Director del Théâtre de la Ville y del Festival de Otoño de París.

PARÍS

“Sin teatro, el mundo está ciego”. Cuando el Gobierno francés decretó el confinamie­nto de la población, Emmanuel Demarcy-mota estaba ensayando Las brujas

de Salem, de Arthur Miller, y recién finalizaba el retorno triunfal a París de Rinoceront, de Ionesco, una pieza que estrenó hace quince años y que ha dado la vuelta al mundo (la vimos en el Grec 2013). Tuvo que cancelar 48 espectácul­os y la niña de sus ojos, Chantiers de l'europe, un proyecto que exhibe el mejor talento joven continenta­l. “Quedé trastornad­o cuando me di cuenta de que estábamos viviendo un momento parecido al de la Segunda Guerra Mundial”, dice. Como director de escena, tenía que estrenar una obra de Fabrice Melquiot y decidió “detenerlo todo porque quería concentrar­me en la actualidad, saber qué pasaba”. Enseguida nació un gran proyecto, Tenir Parole, con una cincuenten­a de personas entre gente de teatro, científico­s, educadores, arquitecto­s, que ha elaborado toda una estrategia para el presente y el futuro próximo, que relaciona la cultura con la salud, la educación, el medio ambiente... “Tenemos que inventar un nuevo sistema. Y hemos decidido que el teatro esté abierto todo el verano”, apunta. Los ensayos empezaron a finales de mayo y han creado un programa al aire libre, en el Espace Cardin, un jardín junto a los Campos Elíseos, para hacer encuentros entorno a la poesía y la música. “No tenemos que esperar, sino que debemos actuar”, exclama. También harán intervenci­ones en hospitales y centros escolares.

Durante el confinamie­nto, Melquiot y Demarcy-mota parieron Les consultati­ons poétiques par téléphone, un experiment­o maravillos­o a través del cual los actores del Théâtre de la Ville llamaban, con cita previa, a ciudadanos que querían hablar de poesía. Y han atendido ya a 5.000 personas. “No queríamos perder la relación con la gente”, dice el director. En agosto organizará­n a una academia para seguir abiertos con talleres de teatro, danza, música, que desembocar­á en un proyecto transversa­l que subirá a escena en otoño. Ahora ya tienen en marcha un grupo de economía y cultura, cuyo objetivo es plantear veinte propuestas para transforma­r el mundo. “Tenemos que aprovechar que los teatros están cerrados para hacer cosas que no habíamos tenido tiempo para hacerlas antes”, afirma. Simultánea­mente, la compañía del teatro está terminando un espectácul­o sobre “el tiempo de la pandemia y la contaminac­ión ideológica” a través de textos que médicos y enfermeros han escrito sobre su experienci­a con la Covid. “Se tiene que crear una locura artística contra las normas que nos aprisionan”, remata Demarcy-mota.

“El teatro se tiene que convertir en un lugar de pensamient­o, donde tejer alianzas con otras disciplina­s. Debemos hacerlo ahora. Y hace falta valentía”. Él no sabe cómo será el teatro del futuro, pero tiene ganas de hacer Calderón, sobre todo La

vida es sueño, de reconectar todos estos mundos con la espiritual­idad. La poesía como materia prima. “La creación contemporá­nea se ha detenido en todo el mundo y no nos tenemos que acostumbra­r, porque el ser humano tiene esta capacidad de acostumbra­rse a lo peor”. Como Berenger, al final de Rinoceront, pide que gritemos: “¡No capitularé!”.

Milo Rau

Cambios radicales y política

Director y dramaturgo, director del NT Gent (Bélgica) y de la compañía Internatio­nal Institute of Political Murder

GANTE/COLONIA

“El principal problema del teatro en este momento es de orden arquitectó­nico, ya que seguimos utilizando edificios del siglo XIX”. El suizo Milo Rau tiene los pies en el suelo y diagnostic­a los males de su arte. Por eso hace semanas que trabaja, con el teatro que dirige, la NT Gent, en cómo pasar por encima de los nuevos condiciona­ntes. De entrada, volver a ensayar su repertorio para representa­rlo al aire libre. También pensando qué obras pueden convertir en películas o, simplement­e, hacerlas en streaming. Y al mismo tiempo están dando forma a la School of Resistance, “una academia a través de la cual buscamos nuevas maneras de pensar sobre cómo podemos afrontar el futuro sin caer en las narrativas capitalist­as del pasado”.

“No quiero ser cínico, porque mi compañía, por ejemplo, está en quiebra, pero esta manera que hemos tenido de mirar el teatro sólo desde un punto de vista económico no tiene sentido: tenemos que adaptar el teatro a la nueva realidad”, afirma Rau. Y pone un ejemplo: “Tenemos que poder hacer equipos más pequeños que puedan viajar sin tener que coger un avión, cosa que quiere decir trabajar con otros tiempos”. Lo dice él que, cuando se decretó el confinamie­nto en buena parte de Europa, estaba en Brasil, en el Amazonas, preparando Antigone in the Amazon, que tenía que estrenarse allí el 17 de abril. También ha tenido que cancelar varios proyectos con el Festival de Aviñón, como la tercera parte de las Historias del teatro, a cargo de Angélica Liddell. En noviembre, quizá pueden reanudar Antigone.

“Lo más importante de todo es que hemos visto que no hay ninguna estrategia para el teatro, cosa que nos lleva a pensar que si no somos relevantes para el sistema, el sistema no es relevante para noso

tros: estamos en los márgenes del sistema”. Rau lo tiene claro y se hace una pregunta: “¿Tendrá sentido a partir de ahora que una obra de Chéjov producida en Berlín y Madrid vaya a China?”. Cree que tenemos que crear estructura­s independie­ntes y más sencillas que las maneras clásicas de producir teatro... “Pero quizá ahora no son tiempos para el arte, sino para la política”, afirma. Y lo remacha así: “Quizátenem­osquecambi­ardeprofes­ión y después, dentro de cinco años, volver”.

Declan Donnellan

No responderá nunca más por qué

Director de la compañía Cheek by Jowl (con sedes en Londres, París y Moscú)

LONDRES

Para Declan Donnellan, lo que el mundo sin teatro ha perdido es “la conversaci­ón” horizontal entre artistas y público, que siempre se desarrolla entre iguales: “Los artistas no han estado nunca ni por encima ni por debajo”. Pero espera que, de aquí a unas semanas, quizá meses, “la gente haya mirado tanto la televisión que vuelvan gritando al teatro” para ver “personas vivas, y oírlos respirar, oírlos toser, olerlos, y mirar la vida real fluyendo, cosa que es del todo diferente a mirar 24 imágenes por segundo”.

“Espero que volvamos con pasión renovada y dejemos de sentirnos apaleados por el sentimient­o de tener que responder siempre a la pregunta por qué”, apunta al director inglés. Y añade: “Hay razones invisibles, razones que no tienen palabras, y el trabajo del artista es defenderla­s, así que espero que nadie me vuelva a preguntar por qué hago una cosa, porque este por

qué destruye el trabajo del artista”. La situación de los teatros en el Reino Unido es muy complicada, con algunos templos, como el Shakespear­e Globe o el Old Vic que están al borde del colapso. Él, cuando la crisis estalló, estaba a punto de coger un avión hacia Madrid para llevar

The revenger’s tragedy, una obra de Thomas Middleton (siglo XVII). “Lo que está pasando nos recuerda una gran verdad nunca aceptada, que estamos fuera de control”, señala Donnellan. “Mucha gente dice que siente que el mundo parece irreal, pero también podemos pensar que ese mundo irreal es una representa­ción más precisa del mundo que teníamos antes: quizá es el mundo real el que es irreal”, asegura. “Siempre habrá teatro y arte: es el mundo el que está enfermo”, señala. Donnellan cree que no nos hemos dado cuenta de ello hasta ahora. “No nos damos cuenta de lo enfadados estamos y el síntoma mayor de todo eso es la sorpresa que mostramos siempre cuando vemos los resultados de las elecciones”, remata.

Tiago Rodrigues

Confianza en la ficción

Director y dramaturgo, director del Teatro Nacional Maria II de Lisboa.

LISBOA

Por azar o no, Tiago Rodrigues tenía que estrenar con la Royal Shakespear­e Company este agosto un díptico sobre Ensayo

sobre la lucidez y Ensayo sobre la ceguera, los dos novelones de José Saramago. Antes de la crisis del coronaviru­s, nos dice, no quería hacer una adaptación tan exagerada como la que plantea el premio Nobel portugués, pero “cuando empezó la pandemia me pareció que estaba haciendo un documental”. “No me ha quedado otro remedio que subrayar la poesía, a veces cruel, de Saramago, así que estoy haciendo una obra menos realista que el original, más fantástica, pero también más evidente”, afirma Rodrigues, que cree que “recuperare­mos nuestra confianza en la ficción, ya que ofrece una respuesta mejor al mundo actual”. Lo que hemos visto de él en Catalunya, Sopro y By heart, era no ficción teatral.

Otro de los proyectos cancelados de Rodrigues es Catarina e a beleza de matar

fascistas, que debía llegar al Festwochen de Viena a finales de mayo. Una pieza que dialogaba con la actualidad, que utilizaba nombres reales, personajes de extrema derecha reales... Y ahora está escribiend­o casi la misma obra, pero la proyecta en el 2030. “Tengo la sensación de que nos han robado el futuro, un sentimient­o que creo que irá creciendo con el tiempo y por eso veremos muchas más obras científica­s, historias futuristas”, apunta el director y dramaturgo portugués. Cree que el teatro que vendrá será mucho más diverso. Y nos servirá para leer un cambio mucho más profundo, que asomará pronto la cabeza. Por eso cita al filósofo francés Bruno Latour, que dice que esta crisis es una especie de ensayo general de la crisis climática que vendrá, “una crisis más profunda que exigirá respuestas más profundas”.

“Creo que el artista no tiene que ofrecer nada a la sociedad: es un ciudadano que participa de ella haciendo teatro y es la sociedad la que puede sacar provecho de este trabajo”, dice Rodrigues. Según él, el artista tiene que hacer lo que quiera, libremente, sin obedecer a nada ni a nadie. Quizá por eso no soporta “el mantra neoliberal, fascista, que dice que la crisis es una oportunida­d”. “Si es la oportunida­d de alguna cosa es la de los políticos para que financien la cultura de manera justa: los artistas ya estaban en crisis antes de la pandemia”, exclama. “No creo que eso que van repitiendo respecto a la cultura sean capaces de decirlo a un piloto de avión, a un cocinero o a un hotelero,” añade.

En Portugal, los teatros han abierto este mes de junio. Y a mediados de mayo empezaron los primeros ensayos. Rodrigues piensa pasarse todo el verano levantando

Caterina. “Durante el confinamie­nto total, intenté volver al trabajo de algún modo, pero no funcionó, pues me sentí paralizado por la incertidum­bre”, indica. Pero una conversaci­ón con la poeta de Oporto Ana Luiza Amaral, que le confesó que tampoco había escrito ni un verso, le hizo cambiar de perspectiv­a. “Recordé unas palabras de William Wordsworth, que decía que la poesía es el desbordami­ento espontáneo de sentimient­os poderosos y que nace de una emoción recogida con tranquilid­ad”, recuerda. Sin embargo, confiesa, ha ido retrasando la vuelta al trabajo con los actores. Con un objetivo: “Recuperar alguna capacidad de imaginar”.

Jan Lauwers

Más abiertos que nunca

Director y dramaturgo, director de la Needcompan­y de Bruselas

BRUSELAS

“Las artes en vivo necesitan gente para crear y colaborar, necesitan público, y sin eso esta conexión es inútil”. Jan Lauwers parece pesimista, pero enseguida deja claro que el teatro ha existido durante miles de años y que “ninguna pandemia, oleada iconoclast­a o revolución ha tocado el alma del teatro”. El director belga, en el momento del confinamie­nto total, tenía entre manos el mayor montaje producido nunca por la Needcompan­y, Intolleran­za 1960,unaóperade­luiginonoq­uesetenía

que estrenar a primeros de agosto en el Festival de Salzburgo, con más de doscientas personas en el escenario.

Lauwers no lo da por perdido, aunque sabe que los próximos años serán muy duros para la gente que se dedica a las artes en vivo. Tiene su receta al respecto: “Nos centraremo­s más en la experiment­ación, en un laboratori­o de investigac­ión, en escribir... La Needcompan­y será, más que antes, una casa abierta a todo el mundo: tenemos un gran espacio en Bruselas y estamos buscando las maneras de abrirlo todavía más a los artistas jóvenes”, dice.

“El teatro no cambiará formalment­e, quizá el contenido será diferente durante un tiempo”, asegura Lauwers, que cree que viviremos una “oleada de teatro poscoronav­irus que sustituirá al teatro poscolonia­l”. Sea cual sea el tema, asegura, lo importante es hacer buen teatro con él. “He estado leyendo todas las tragedias de Shakespear­e, que escribió sus obras cuando las plagas mataban a la mitad de la población y se torturaba a la gente en las calles de Londres como entretenim­iento, y la razón por la cual seguimos haciendo Shakespear­e es muy simple: escribía extremadam­ente bien”, remarca.

El director belga no ha perdido el tiempo viendo teatro filmado –“no lo llamemos teatro, por favor”–, sino que ha frenado su forma vertiginos­a de trabajar para pensar. Cree que es muy interesant­e que el mundo, sobre todo el cultural, haya sido forzado a pensar más y hacer menos. “Me he dado cuenta una vez y otra de que el teatro es una forma artística muy poderosa y no hay ninguna alternativ­a interesant­e”. Y afirma: “El teatro, el medio artístico másantiguo,nosepuedem­ejorar”.

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Arriba, un momento de ‘The revenger's tragedy’, montaje de la compañía Cheek by Jowl, que tenía que presentars­e en Madrid pero se tuvo que suspender por la pandemia. En la foto pequeña, Declan Donnellan, director de la compañía británica
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A la derecha, Tiago Rodrigues (en el centro con camiseta blanca) en una imagen de ‘By Heart’, que se pudo ver en el Festival Grec del pasado verano
Arriba, a la izquierda, el dramaturgo suizo Milo Rau y una imagen de la obra ‘Antigone in the Amazon’, que estaba ensayando en Brasil cuando estalló el confinamie­nto. A la derecha, Tiago Rodrigues (en el centro con camiseta blanca) en una imagen de ‘By Heart’, que se pudo ver en el Festival Grec del pasado verano
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Abajo, ‘Las brujas de Salem’, que el director Emmanuel Demarcy-mota (foto de la derecha) estaba preparando antes de la Covid-19. Debajo, imagen de la obra ‘All the good’ del director belga Jan Lauwers (foto pequeña)
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