La Vanguardia

ANTIVIRALE­S

- POR BEGOÑA GÓMEZ URZAIZ

Cuando cunden mucho los derechos de autor

No todos los escritores han pasado igual su confinamie­nto. Para la próxima pandemia nos pedimos ser huéspedes o bien de Ian Mcewan, que comparte con su pareja, la periodista Annalenna Mcafee, una gigantesca casa señorial estilo Arts&crafts en los Costwolds, con tres hectáreas y media de parcela que incluyen un jardín bucólico, piscina y hasta un lago, o bien de Rachel Cusk, que tiene junto a su marido, el artista Siemon Scamell-katz una espectacul­ar vivienda estilo brutalista en la costa de Norfolk. El primero la mostró en T, la revista de estilo de The New York Times y la segunda en la publicació­n The Modern House. Tampoco se le harían ascos al famoso apartament­o de Gay Talese en el Upper East Side (imagen), donde ha vivido desde hace más de 60 años con su mujer, la editora Nan Talese.

Fideos con ternera y ansiedad de clase

Quién no vio Parásitos en el cine ha aprovechad­o el confinamie­nto para ponérsela en Filmin o en Movistar. Hacia el final de la película es muy habitual notar algo en el estómago. ¿Ansiedad social? ¿Rabia de clase? No, hambre. De fideos, concretame­nte. El plato que la madre exige para su hijo pequeño en su cumpleaños, el ram-don, en realidad no existe. Es una palabra que se inventó el traductor que pasó los subtítulos del coreano al inglés juntando ramen y udon. En Corea, al plato se le llama jjapaguri, un invento barato se suele hacer mezclando dos marcas de fideos instantáne­os de supermerca­do, chapaghett­i y noguri. En la película, la falsa cocinera lo prepara para la familia salteado con hanu, una carísima ternera coreana más preciada aún que el buey de Kobe, lo que viene a ser como hacer croquetas con gambas de Palamós. En Nueva York varios restaurant­es coreanos incluido uno con estrella Michelin, Cote, que ahora hace entregas a domicilio, aprovechar­on el tirón para incluir ram-don en sus cartas y cobrarlo a más de 20 dólares el plato. Una ironía que sin duda apreciaría Bong Joon Ho.

Lo que no cuenta ‘Los Durrell’

Los Durrell, la serie británica sobre la familia que dio a los autores de El cuarteto de Alejandría (Lawrence) y Mi familia y otros animales (Gerald) que se puede ver en Filmin, proporcion­a un apetecible escapismo con coartada literaria. La historia de cómo la familia se instaló en Corfú tras la muerte del padre está convenient­emente edulcorada (aspectos como el alcoholism­o de la madre) y han desapareci­do algunos personajes. En la serie, la criada de la familia es la resuelta anciana Lugaretzia. En realidad, los Durrell contaban en Corfú con Maria, una joven a la que dejó embarazada el hijo mediano, Leslie. Ese fue el motivo por el que los Durrell salieron pitando de la isla antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, ya que el hermano de Maria amenazaba con matar al ultrajador del honor familiar. Maria perdió al niño que esperaba, pero, ya en Inglaterra, volvió a quedarse embarazada de Leslie Durrell, quien se casó con otra mujer y nunca se hizo cargo del niño, al que Maria llamó Tony.

Gaseosa con hielos en el Bar Bacharach

La pandemia y los alquileres se ha n llevado por delante el local musical con el mejor nombre de la península, el Bar Bacharach de Zaragoza. Lo abrió el poeta y músico Sergio Algora, alma de El Niño Gusano y Muy Poca Gente en el 2004 y, tras su muerte repentina en el 2008, se lo quedaron Enrique Moreno, batería de La Costa Brava, y Lucía Grafal. La escritora y periodista Aloma Rodríguez, que trabajó allí y servía gaseosa con hielos los domingos a Félix Romeo, lo retrató en su libro Los

idiotas prefieren la montaña. En el mismo edificio de la calle Espoz y Mina vivía la madre de Martínez de Pisón (y nunca se quejó del ruido).

Efecto Oprah

Cuando reabrieron, a varios libreros les sorprendió que les pidieran El

quinto hijo de Doris Lessing, que no es una novedad. El motivo del súbito interés por la novela (1988) es que la citaron con entusiasmo Isa Calderón y Lucía Lijtmaer en el podcast

Deforme Semanal Ideal Total, que está generando un mini efecto Oprah (o Reese Witherspoo­n, otra prescripto­ra potente) del que se han beneficiad­o autoras como Nora Ephron. Aviso a libreros: en el último capítulo sale Edith Wharton.

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