Black Power
Tommie Smith y John Carlos: el saludo que sonroja a un país
El 4 de abril de 1968 asesinaron a Martin Luther King.
Seis meses más tarde se inauguraban los Juegos Olímpicos de México.
¿Cómo obviar aquella edición olímpica?
La revolución estudiantil de la plaza de las Culturas en México DF se cobró decenas de vidas. Con exactitud, se ignora cuántas. Bob Beamon se proyectó hasta 8,9 m en el salto de longitud. Dick Fosbury jubiló la técnica del rodillo ventral en el salto de altura. George Foreman se convirtió en un personaje universal al adjudicarse el título de los pesos pesados. Sudáfrica fue vetada por segunda edición consecutiva, castigada por su régimen de segregación racial. La checoslovaca Vera Caslavská ganó cuatro oros en gimnasia y se posicionó en contra de la Unión Soviética: Moscú había invadido Praga. Tommie Smith y John Carlos, oro y bronce en los 200 m, levantaron el puño, enguantado en negro, al subirse al podio.
Hay que detenerse en este último punto.
La manifestación del Black Power fue mucho más allá de la anécdota. Estados Unidos se había sumido en un proceso de transformación. En sus calles se reproducían episodios violentos. El asesinato de Martin Luther King había colmado el vaso.
Tommie Smith y John Carlos llevaban meses dándole vueltas al asunto. Ambos se habían involucrado en el Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos.
Veían en los Juegos una plataforma, un escaparate.
¿Cabe escenario más potente, visual, contundente, para la reivindicación de una minoría?
Tommie Smith y John Carlos fueron oro y bronce. Y rumbo al podio se dirigieron a Peter Norman, el australiano que se había colado entre ambos, con la plata. Le dijeron:
–Vamos a manifestarnos. Norman asintió.
No lo hizo el público. Mientras Smith y Carlos elevaban el puño, la concurrencia les abucheaba. A su regreso a Estados Unidos, se enfrentaron a múltiples amenazas de muerte, antes de verse rehabilitados a través del fútbol americano. Ambos desarrollaron sus carreras como profesionales.