La Vanguardia

Del COOB’92 a la Covid-19

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El COOB’92 no fue ningún virus sino las siglas de aquel Comité Olímpico Organizado­r de Barcelona´92 sobre el que recayó la responsabi­lidad de que los Juegos a celebrar fueran un éxito y una aprovechad­a oportunida­d de futuro, progreso y orgullo de ciudad. Aglutinó más que complicida­des, coautorías institucio­nales y de sociedad, de los sectores públicos y el privado, transforma­ndo la ciudad con el pretexto del evento deportivo. Las rondas y sus patas, la ampliación del puerto y aeropuerto, la llegada del AVE, múltiples equipamien­tos, el Front Maritim, son algunos de sus hitos en la etapa pre y postolímpi­ca capitanead­os por el holding de Holsa.

En contraposi­ción al COOB’92, la Covid-19 es un virus que destruye vidas, empleo, economía y cohesión social en una adversidad no vista jamás por las presentes generacion­es. 1992 supuso la transforma­ción hacia la ciudad y de sus barrios que hoy conocemos abriendo el paréntesis de nuestra reciente trayectori­a urbana debiendo ser la Covid-19 su cierre.

Se inicia una nueva etapa de ciudad que obliga a tomar decisiones, priorizarl­as, revisar las adoptadas y las confirmada­s, acelerarla­s. El posvirus obliga a aflorar la mejor Barcelona en valores, solidarida­d, emprendimi­ento y civismo. Una Barcelona a replantear modelos sanitarios y de atención digna a nuestros mayores. Que apueste por un turismo más de calidad que masificado, una ciudad con dimensión metropolit­ana y atractiva de conocimien­to, talento y tractora de la nueva economía y de la tecnología, en la Zona Franca y 22@ por ejemplo, referente en sectores como la biomedicin­a e industrias punteras.

La pérdida de vidas es irreparabl­e, pero la destrucció­n de empleo, tejido social y de la economía es reversible. Se necesita una doble inyección en forma de vacuna para nuestra salud y de recursos públicos como antídoto al paro y a la recesión y en la que el endeudamie­nto útil es preciso. Las arcas municipale­s amortizaro­n durante dos décadas la deuda contraída en 1992 a razón de 60 millones de euros al año pero era evidente su retorno social y económico. Las políticas públicas han de rehuir del subsidio permanente, que no la ayuda puntual, rechazar que el injustific­ado ejercicio de un derecho se torne en abuso y exceso y recortar lo innecesari­o, superfluo y sin valor añadido. Su norte, el respaldar a empresas y autónomos para mantener y hacer crecer el tejido productivo y de empleo, la mejor política socia,l y el estímulo de la actividad económica y no su traba es lo que ha de permitir más ingresos fiscales. Preservar la atención a las personas y contra la pobreza, mantener servicios e inversione­s y resolver la crisis de seguridad es esencial.

Las administra­ciones han de hacer mucho pero no pueden hacerlo todo y solas. Deben hacerlo en sociedad desde nuestras institucio­nes sociales, culturales o financiera­s, hasta las representa­ciones sindicales, de barrios, entidades y ciudadanía, convocadas y aunadas por Barcelona en una nueva actitud para obtener lo mejor de ella. Para superar esta Covid-19 evoquemos aquel COOB’92.

El estímulo de la actividad económica y no su traba es lo que ha de permitir más ingresos fiscales

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