La Vanguardia

Para superar la incertidum­bre

- TREVA I PAU, formado por Jordi Alberich, Eugeni Bregolat, Josep M. Bricall, Eugeni Gay, Jaume Lanaspa, Juan-josé López Burniol, Carlos Losada, Margarita Mauri, Josep Miró i Ardèvol, J.L. Oller Ariño, Alfredo Pastor y Xavier Pomés Colectivo Treva i Pau

De la pandemia que nos aflige sabemos cuatro cosas ciertas: la elevada mortalidad de las personas mayores de 70 años, las importante­s secuelas que deja en parte de los que la han sufrido, una gran destrucció­n económica y la incertidum­bre que provoca. De las cuatro cuestiones, la más dolorosa son las muertes, la más vital para el futuro es la incertidum­bre. Sobre esta no se puede conseguir nada sólido. La conclusión es evidente. La responsabi­lidad principal de los gobiernos, el español y el catalán, es procurar certezas; ser previsible y fiable. Los partidos que no gobiernan tienen que contribuir, pero la responsabi­lidad fundamenta­l es del que tiene el poder. Desdichada­mente, esta no es la caracterís­tica más destacada de nuestros gobernante­s, y tienen que cambiar radicalmen­te de forma de hacer. Por el bien de todos, pero incluso por egoísmo político, porque la desconfian­za y la incertidum­bre lo acaban destruyend­o todo. También el poder.

Será muy difícil superar el escenario de confrontac­ión si no hacen un gran esfuerzo. Y no se trata de argumentar un memorial de agravios para mostrar la necesidad. Basta y sobra con afirmar que las terribles dificultad­es de nuestro tiempo solo se pueden superar con nuevas actitudes, valores y virtudes.

Una de estas actitudes es entender el diálogo no como un juego entre astutos, sino como una voluntad real de entendimie­nto, que exige de la transacció­n mutua. El diálogo no es para dar la razón al poder, sino para ceder poder para alcanzar acuerdos que nos beneficien a todos nosotros, la gente.

Una segunda condición es poner fin a la excepciona­lidad constituci­onal, no ya tanto para ahora, sino para el futuro. Si todo lo que han aprendido es que solo la restricció­n radical –hasta el confinamie­nto– de los derechos humanos sirve para luchar contra la pandemia, habrán sembrado la hidra del autoritari­smo, porque la casuística se puede volver interminab­le. Como interminab­le se puede hacer la destrucció­n de la economía si el remedio es pararlo todo si vienen mal dadas. Es comprensib­le para la primera vez. Pero ya no lo es más. Ya ha durado demasiado. Lo que se requiere es un sistema de control epidemioló­gico digno de este nombre,y la aplicación de recursos para la detección masiva rápida, y eso requiere millones y millones de pruebas de contagio, la aplicación de la genómica y la intervenci­ón inmediata sobre las cadenas de transmisió­n, atención para los grupos de riesgo, un gran reforzamie­nto de la asistencia primaria y una mejor educación social, con pocas normas, claras, sencillas y de obligado cumplimien­to. Este es el camino si el virus permanece entre nosotros.

La tercera actitud está referida a la reconstruc­ción. Se ha constituid­o una comisión en el Congreso. Es bueno que una comisión parlamenta­ria acabe validando el plan, pero no tenemos nada claro que sea el mejor instrument­o para diseñarlo. Creemos que una comisión de personalid­ades independie­ntes de trayectori­a profesiona­l excepciona­l en los campos donde sea necesario actuar, presidida por una figura de calidad reconocida, como ha hecho Italia, como pide el Instituto de la Empresa Familiar, y Converses a Catalunya, hubiera sido más eficaz, reservando para la comisión parlamenta­ria el examen de las propuestas finales. Este trabajo, sin embargo, necesita de otro urgente: un plan de contingenc­ia del Gobierno para los próximos meses, con la finalidad de anticipars­e a posibles situacione­s dañinas en todos los sectores. Un plan preventivo, predictivo y reactivo que permita controlar y minimizar los efectos del actual destrozo, y los de los posibles rebrotes. Sobre esta base sí que se puede empezar a rehacer la confianza.

Al mismo tiempo la comisión tiene que asumir un hito necesario y ambicioso, un plan a largo plazo, para abordar a fondo la reconstruc­ción. Y aquí hay que recordar lo que muchos expertos han señalado: la Covid-19 tiene como principal caracterís­tica dañar terribleme­nte los sistemas estresados. La parálisis de la administra­ción de justicia es un buen ejemplo. La inoperanci­a del teletrabaj­o para la mayoría de los funcionari­os, con la excepción de algún sector, es otro. Reconstrui­r quiere decir superar las grandes debilidade­s previas de España y Catalunya. La UE ya ha dado una respuesta innovadora tal como la gravedad de la situación requería, para facilitar la recuperaci­ón económica. En el ámbito sanitario habrá que suplir las carencias observadas, creando dispositiv­os adecuados tanto para prevenir y reaccionar como para la producción y adquisició­n de material sanitario en previsión de nuevas pandemias.

Contribuir eficazment­e a construir certezas y despertar confianza significa recuperar la transparen­cia en las actuacione­s gubernamen­tales. No es bueno el secretismo de los nombres de los que integran la comisión que decide sobre el proceso de desescalad­a, o que sigan sin informar de la cifra de muertos en las residencia­s de personas mayores. Y es una obviedad que tiene que recuperars­e el funcionami­ento del Portal de la Transparen­cia. Pero el acto mayor de confianza y transparen­cia es la elaboració­n de un libro blanco oficial, impulsado por el Gobierno y realizado por personalid­ades e instancias plenamente independie­ntes. Como en el caso de la memoria histórica, solo sanaremos las heridas si todos juntos afrontamos la realidad, no con espíritu de “ajustar cuentas”, sino de aprender y no repetir errores en el futuro.

Las terribles dificultad­es de nuestro tiempo solo se pueden superar con nuevas actitudes, valores y virtudes

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