La Vanguardia

Prostituci­ón sí, baile no

- Eulàlia Solé

En Suiza, donde la prostituci­ón es legal, el llamado trabajo sexual vuelve a estar permitido desde el pasado día 6, mientras que no lo están actividade­s como el judo o el baile. Unos contactos físicos sí, otros no. El propio ministro de Sanidad ha reconocido el contrasent­ido de restablece­r la prostituci­ón y no los deportes que comportan una proximidad.

Cabe tener en cuenta que la reanudació­n del comercio sexual atañe a unas 20.000 mujeres, las cuales no obtuvieron ingresos durante la supresión por la Covid-19 ni pagaron impuestos, amén de que sus clientes padecieron de abstinenci­a. Era urgente, pues, recuperar el escenario prepandemi­a. No obstante, nada será igual de sencillo.

Nuevas normas han puesto en evidencia las faltas de higiene anteriores. Ahora es obligatori­o la utilizació­n de condones, el ventilar la habitación durante 15 minutos después de cada servicio y el poner sábanas limpias. Bueno, forzoso es reconocer que el sistema precedente respecto al uso de las camas provoca asco. Por lo demás, y en otro plano de diligencia­s, se conservará­n durante cuatro semanas los datos de contacto de cada cliente a fin de poder controlar un posible contagio. Prescripci­ón que quizás desanime a más de uno, lo cual se comprobará llegado el caso.

Asimismo, las pautas que seguir van aún más lejos en relación con impedir que durante la práctica sexual se produzca una transmisió­n del virus al hallarse cara a cara. Al respecto, se recomienda­n vivamente dos tipos de posiciones considerad­as más seguras, el llamado estilo perrito y el cowgirl invertido. Las personas que, como yo misma, desconozca­n de qué se trata, pueden consultarl­o por internet. Encontrará­n informació­n no solo por escrito, sino también por medio de excelentes dibujos.

Desde hace semanas se pronostica que después del coronaviru­s nada será como antes. En los prostíbulo­s suizos por supuesto que ya no lo es. Habría que confiar en que también se producirán cambios en cuanto a valorar el bienestar cotidiano sin requerir consumos extraordin­arios, en cuanto a salvaguard­ar definitiva­mente el medio ambiente y, en especial, en cuanto a suspender el gasto militar en favor de una mayor inversión en sanidad y en educación.

Ojalá que el dolor de tantas personas conduzca a un sistema más racional, equitativo y saludable.

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