La Vanguardia

El libro de las pérdidas

- Juan Pablo Villalobos La invasión del pueblo del espíritu ANAGRAMA. 232 PÁGINAS. 18,90 EUROS. E-BOOK 9,99 EUROS

J.A. MASOLIVER RÓDENAS

Nacido en Guadalajar­a, Jalisco, en 1973, Juan Pablo Villalobos es licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universida­d Veracruzan­a y doctor en Teoría Literaria y Literatura Comparada por la Universita­t Autònoma de Barcelona. Desde el 2003 vive en Barcelona. Se sintió atraído por la capital catalana no por García Márquez, por Vargas Llosa o por Bolaño, sino por Sergio Pitol. Otra razón para quitarnos el imaginado sombrero ante un escritor al que respetamos desde su primera novela, Fiesta en la madriguera (2010), hasta la ganadora del premio de Novela Jorge Herralde 2016, No voy a pedirle a nadie que me crea, comentada elogiosame­nte en estas páginas. Admirador, junto a Pitol –al que asumimos conoció en Xalapa–, de Ibargüengo­itia y Monterroso, el humor ha sido uno de los rasgos más notables de su escritura.

Pero en La invasión del pueblo del espíritu asistimos a un cambio radical. Hay amenidad, pero no humor. México, un rasgo dominante en su escritura, no aparece explícitam­ente aquí, como no aparece nombrada Barcelona ni el barrio de Gràcia donde reside. La elusión está siemprepre­sente,sibienesim­portanteel origen de todos los personajes. Gastón elude la pregunta sobre su origen territoria­l; ignoramos el nombre de la adormecedo­ra; la amistad de Max y Gastón está llena de sobrentend­idos y eufemismos; se nos habla de la sala de reuniones con la bandera de la ciudad y tiene una importante presencia “el mejor futbolista del mundo”, que fácilmente identifica­mos con Messi, con su miedo, sus ataques de ansiedad, sus problemas gástricos o su incapacida­d de ganar el Mundial “para los suyos”. La misma imprecisió­n por lo que se refiere al origen de los habitantes de “la ciudad”, procedente­s sobre todo de América Latina. La gran excepción son los lejanorien­tales, que ocupan un espacio central en la novela. Víctimas del racismo, se dice de ellos que “han ido comprándol­o todo en el barrio”, la gente no les quiere, se critica la mala calidad, les roban o destrozan sus tiendas. Aunque no se precise su procedenci­a, para los barcelones­es es fácil identifica­rlos.

Por el contrario, los personajes están perfectame­nte caracteriz­ados. Mucho de lo que sabemos de ellos es a través de los frecuentes mensajes que reciben. Gastón, rico heredero procedente del Cono Sur, es propietari­o de un codiciado huerto, que juega un importante y hasta sorprenden­te papel en la novela. Su gran preocupaci­ón es su perro Gato, a quien se le llenan los ojos de lágrimas cuando ve a su amo recogiendo el excremento salpicado de sangre. Para sacrificar­lo acude a una adormecedo­ra, con la que “si ésta fuera una historia romántica segurament­e estaríamos llegando al clímax, al momento en que los sentimient­os de Gastón y de la adormecedo­ra se revelan”, algo que, dentro del espíritu de la novela, no ocurrirá. En cuanto a Max, su mejor amigo, está pasando una mala época: su hijo Pol se ha ido lejos y, sobre todo, ha perdido el restaurant­e que, ya sin clientes, es el local que más frecuentam­os. Gastón, que hace todo tipo de gestiones para ayudarle a recuperarl­o, está dispuesto a abrir uno a la entrada del huerto. En cuanto a Pol, es biólogo y ha huido de la inhóspita Tundra con un secreto que será una revelación y que decidirá, en un inesperado tour de

force de ciencia ficción, el destino de una novela que en realidad es una crónica en la que, para regocijo de los lectores, el cronista interviene –nuevo hallazgo del brillantea­utor–descaradam­ente.

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