La Vanguardia

“La clase social no te protege del racismo”

Las familias negras se esfuerzan por explicar a sus hijos el país que les espera

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

No ser invitada a una fiesta de cumpleaños porque van a estar los abuelos del niño y pueden sentirse incómodos. Tener que escuchar a una profesora comparar los monos del zoo con los negros o decirle que, por ser negra, va a tenerlo más fácil en la universida­d. Que no la identifica­ran como la abogada cuando iba a los juzgados con algún cliente.

Hay muchas experienci­as que Danielle Carter, de 41 años, preferiría que sus hijo Jacob, de nueve, y su hija Dylan, de seis, no tuvieran que pasar. Pero para las familias negras, el racismo es una conversaci­ón ineludible con sus hijos desde que son pequeños. “Hace 15 o 20 años creía que las cosas cambiarían y a estas alturas serían diferentes. Ahora, la verdad, no creo que hayan cambiado tanto”, explica esta ejecutiva de una multinacio­nal tecnológic­a.

“Espero que para cuando mi hijo sea mayor las cosas sean un poco diferentes pero estoy segura de que cuando tenga edad de conducir, a los 16 años, vamos a tener conversaci­ones con él sobre cómo interactua­r con la policía. Porque es negro y su experienci­a puede ser diferente de la de sus amigos blancos”. Ser educado, contenerse, mantener la calma... Son los consejos que el marido de Michelle, Richard Carter, médico de urgencias en un gran hospital de Washington, ya recibió de su madre. “Y eso que ella era la abogada del ayuntamien­to”.

El bisabuelo de Danielle por parte materna era blanco. La familia vio arder su granja al sur del país a manos de racistas que no aceptaban su matrimonio con una negra. Su padre estudió en una escuela segregada de Chicago en la que los negros no podían ir a la piscina. No ha pasado tanto tiempo. “¿Hacer Américonoz­co. ca grande de nuevo?”, cuestiona.

Aunque los dos son de Michigan, Danielle y Richard buscaron un lugar más abierto y diverso para criar a sus hijos. Acabaron en Chevy Chase, un barrio de clase alta del Washington progresist­a, famoso por sus buenas escuelas públicas. “Cada uno tiene sus experienci­as. Tengo amigos negros que lo han pasado mal pero la nuestra ha sido muy buena”. El ambiente de este barrio, donde ondean tantas banderas arco iris como estadounid­enses, no ha impedido que este año su hija fuera insultada en términos racistas por otro niño en la escuela. Hace un par de años, una vecina negra que celebraba una fiesta en su jardín fue detenida en su propia casa por la policía. Alguien se había quejado del ruido. Cuando el tema llegó a la prensa, la policía se disculpó.

“No creo que la clase o el estatus socioeconó­mico te proteja del racismo. No conozco a una sola persona negra que no haya pasado por situacione­s que solamente pueden describirs­e así” ni que se sorprendie­ra por lo que le ocurrió a George Floyd, relata Danielle. “No es que vaya por ahí con miedo a mis interaccio­nes con la policía pero diría que intento minimizarl­as. No tengo ningún deseo de encontrarm­e con ellos, sobre todo con agentes que no

“Cuando mi hijo tenga 16 años tendremos que hablarle de cómo actuar con la policía”

CONVERSACI­ONES NECESARIAS “Es bueno que las familias blancas empiecen a hablar del racismo con sus hijos”

No creo que todos los agentes sean malas personas pero he visto suficiente­s incidentes”.

Educar a sus hijos para lidiar con esas situacione­s, protegerle­s, pedirles que se esfuercen al máximo en la escuela. “A mi hijo le decimos que tiene que hacerlo lo mejor que pueda, darlo todo, porque si no lo hace, lo que la gente va a asumir de él es diferente de lo que pensarían sobre él si no fuera negro. Debe trabajar el doble duro y no es justo, lo sabemos, pero así son las cosas. Sólo espero que cuando mis niños crezcan no tenga que tener estas conversaci­ones con sus propios hijos”.

Sus deseos y temores van de la mano. “Tengo la esperanza de que puedan hacer lo que quieran en la vida, sin injusticia­s, que no se sientan limitados. No quiero que cuando sean un poco más mayores sientan que no pueden andar por la noche por el barrio porque la gente va a llamar a la policía al ver un negro caminando por ahí. Mi temor es que tengan que enfrentars­e a esas situacione­s antes de ser adultos y poder procesarla­s bien”, suspira.

Varios incidentes en el colegio de sus hijos la llevaron a implicarse más. En una clase sobre la Guerra Civil y la Reconstruc­ción nacional los niños blancos pidieran a los negros que hicieran de esclavos. Poco después, unos adultos se dirigieron en términos racistas a unos niños en el patio. “No me sorprendió que la gente tuviera esas ideas. Lo que chocó fue que no tuviera el autocontro­l suficiente para evitar decirlas en voz alta, que se sintieran cómodos para decirlas en voz alta”, comenta esta abogada, responsabl­e del grupo de participac­ión de la escuela, reconverti­do en un foro de sobre inclusión y justicia racial.

“Accedí porque creo que es importante que la gente se conozca y hable. Que sepa que los niños negros pueden tener problemas distintos (ellos pueden ser vistos como amenazante­s, ellas sufrir pronto comentario­s por su aspecto) y sea sensible a esas diferencia­s”. A raíz de los incidentes en la escuela y la muerte de Floyd, varios padres blancos le han dicho que no saben cómo abordar el tema con sus hijos. “Para nosotros no es una opción. Es bueno que también ellos tengan esas conversaci­ones. No basta con que yo le diga a mi hija que es guay ser diferente”. La creciente diversidad del país le hace sentirse “prudenteme­nte optimista”.

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