La Vanguardia

“Yo soy blanco como tú, mamá”

Las experienci­as de una familia mixta, cómo educan a sus hijos en época de revuelta contra el racismo sistémico

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Los bomberos son los reyes del mambo en Nueva York. Michael Greene es uno de ellos. Tiene su cuartel en Brooklyn, donde reside. Cuando se quita el uniforme, y va de civil, se convierte en un sospechoso habitual.

Antes de ponerse a conducir su coche, como un ritual ya incorporad­o a su existencia cotidiana, el ciudadano Greene deposita el carnet en un lugar visible del vehículo. Es un “por si acaso”.

Por si acaso le para la policía y no tenga que meter las manos en los bolsillos y le disparen. Tampoco se compra sudaderas o prendas con capucha, por si acaso, que no quiere que le ataquen. Y estos días sale a correr preocupado, después de que dos pistoleros blancos se tomaron la justicia por su mano con Ahmaud Arbery, un joven negro que hacía jogging por una ciudad de Georgia.

Michael Greene es afroameric­ano. Su padre, natural de Arkansas y descendien­te de esclavos, participó en la guerra de Vietnam. Su madre es de Filipina, país en el que se conocieron.

Por su trabajo, Greene está en contacto diario con policías, pero esto no es garantía de nada. Fuera de esa burbuja laboral, es otro negro más en Estados Unidos, al albur del racismo sistémico.

No es una expresión retórica, es el pan de cada día, cualquiera puede ser George Floyd.

“Es muy triste vivir con todas esas pautas”, comenta María Contel, nacida en Pamplona, profesora y científica en el Brooklyn College (CUNY).

Aquí aterrizó en el 2006 y al poco tiempo conoció a Michael. Tieraya nen dos hijos, Elsa, de diez años, y Mikel, de nueve, los dos nacidos en Manhattan. “Nuestros hijos saben que su padre hace esos rituales, saben del peligro”, señala.

“Entienden que estas cosas pasan. No es que lo hablemos constantem­ente, pero ven que hay diferencia­s por el color de la piel y lo entienden cada vez más”, dice.

Contel tiene una serie de

“anécdotas” que ilustran lo que es una cuestión de idiosincra­sia nacional, la herencia de 400 años de explotació­n de los negros negándoles la condición humana.

“Mucha gente blanca me comenta que mi marido se expresa muy bien”, demostraci­ón franca de los prejuicios contra los negros, condenados a ser ignorantes y pobres. Michael estudió Económicas y se graduó por la Howard University, en Washington DC, una de las institucio­nes de prestigio entre los estudiante­s afroameric­anos.

Esta es la otra cara de lo que a menudo observa Contel en el Brooklyn College. Muchos de los estudiante negros llegan menos preparados. No por falta de capacidad intelectua­l, sino porque no han tenido acceso a buenos colegios ni sus condicione­s de vida les facilitaba­n el acceso a la cultura.

“El racismo va a continuar mientras no se resuelva el problema de la profunda desigualda­d”, dictamina. Una vez iba caminando con Mikel, que asiste a un colegio en una zona “adinerada”, y al llegar a su casa había todo de porquería por calle (hacía viento), y él le dijo: “Mamá, la gente negra es la que tira la basura”. Ella le hizo ver que en ese grupo estaban su padre, que no se comportaba de esa manera, y él mismo. “Tu eres de color”. Mikel replicó: “Yo soy blanco como tú, mamá”. Tenía cuatro años.

“Desde pequeños les hemos explicado las diferencia­s y que les van a tratar de otra forma y lo injusta que es esta situación”, sub

Contel. “Les comentamos que de mayores deberán tener cuidado al pararles la policía, cómo responden, que una persona de color no se puede permitir contestar según cómo”, añade.

“Pero –recalca– les enseñamos a luchar por sus derechos y a decir basta. Para eso salimos a manifestar­nos con ellos, para que no tengan que vivir así”.

CIUDADANO AFROAMERIC­ANO Cuando se quita el uniforme de bombero, Michael Greene toma sus precaucion­es

CONSIGNA DE MARÍA, NAVARRA “Salimos a manifestar­nos con ellos para que no tengan que vivir así”

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain