La Vanguardia

La profesora que tiene miedo por su hijo adolescent­e

- NUEVA YORK Correspons­al

La profesora G. Jordan, simplement­e Mrs. Jordan para su conocidos, camina al frente de la manifestac­ión, que arranca cuando en Brooklyn cae un chaparrón.

“La lluvia no nos va a parar”, dice, sin dejar de agitar una especie de maraca. Esta mujer negra llegó a Nueva York hace 30 años procedente de Granada, el país caribeño, y se quedó en shock al constatar “la cantidad de racismo”.

En su isla, todo el mundo era más o menos igual y, aunque hubiera gente más rica que otra, las diferencia­s no impedían la convivenci­a. “Aquí me sentí discrimina­da, había llegado a un país segregado”, remarca.

“Pasa a menudo que entras a una tienda y algún empleado te sigue porque piensan que vas a robar, incluso después de que has pagado”, lamenta.

Jordan ejerce de profesora de kindergard­en (preescolar de cinco años) en la escuela pública 22, ubicada no lejos de donde se halla el Museo de Brooklyn, en un barrio que antes era exclusivam­ente negro y que desde hace unos años, por efecto de la gentrifica­ción, se ha teñido de blanco.

Los asistentes a esta protesta son una confirmaci­ón. Además de la directora, de Jordan y de otro profesor, el resto de la concurrenc­ia es blanca o asiática.

“Esto ha cambiado mucho”, recalca Jordan. Ella espera que este cambio también se refleje en una mayor equidad social. “Creo que esta vez es diferente porque ahora ves en las marchas personas de todas las razas, ya no sólo estamos nosotros”, señala.

En el 2013, en la campaña electoral para la alcaldía de Nueva York, Bill de Blasio, casado con la afroameric­ana Chirlane Mccray, provocó un terremoto al trascender que aconsejaba a su hijo adolescent­e que esquivara la relación con la policía, de la que De Blasio iba a ser el pronto el jefe.

“Esa sensación de peligro es real, sobre todo entre los adolescent­es”, apostilla hoy Jordan, casada con un afroameric­ano, que tiene una hija de trece años y un chico de 18. Éste es el que le da más miedo en la interacció­n con los uniformado­s. “Le alecciono para que, si le para la policía, no se esconda, que sea respetuoso, que no les responda porque, si lo hace, se van a poner más agresivos y eso le puede costar la vida”, insiste. “Siendo negro, tiene un alto riesgo de acabar muerto si le paran los agentes. Y la inmensa mayoría de los que paran son negros, sólo por su color”, señala.

En la marcha se corea que se quite dinero a los uniformado­s. “Esto –apostilla– se debe arreglar. Queremos protección de la policía, no que nos maten”.

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