En busca de la herencia perdida
El espacio político que CIU monopolizó durante años está ahora descompuesto en una decena de marcas que si alguna cosa han conseguido es confundir al elector tradicional. Es el llamado microcosmos posconvergente, del que forman parte desde el PDECAT, Jxcat, Junts per la República y la Crida Nacional per la República hasta Convergents, Lliures, Units per Avançar y Demòcrates de Catalunya. Todo ello sin contar la Lliga Democràtica auspiciada inicialmente por un sector de la antigua
UDC alrededor de la figura de Manuel Valls, pero que pronto se descolgó del proyecto. Y el (re)nacimiento del Partit Nacionalista de Catalunya (PNC) –está inscrito en el registro de partidos políticos desde abril del 1978 pero hasta ahora no ha tenido actividad–, que se propone justamente captar el voto catalanista moderado, no independentista, que ha quedado huérfano sin CIU y con el que simpatizan exdirigentes de CDC (y del PDECAT) como Marta Pascal, Carles Campuzano, Jordi Xuclà o Lluís Recorder.
La clave está en que estas ofertas que reivindican la moderación como bandera frente al independentismo se presenten a las elecciones para comprobar qué respaldo tienen y si la bolsa de electores huérfanos efectivamente existe o resulta que la centralidad dentro del nacionalismo ya no está en el catalanismo moderado, sino que se ha desplazado hacia el independentismo. Las próximas elecciones al Parlament están llamadas a despejar dudas. La herencia existe, el problema está dónde ubicarla.