La Vanguardia

Máquinas y lenguaje

- Josep Lluís Micó

Las máquinas les han permitido a las personas transforma­r su entorno físico. Con su ayuda, han modificado hábitats, lo que ha inducido mutaciones en la disposició­n social. Igualmente, han determinad­o la comprensió­n del mundo y, por ello, de los seres humanos. Consciente­s de que necesariam­ente morirán, las mujeres y los hombres han diseñado herramient­as que, con independen­cia de su misión práctica primaria, funcionan como artefactos pedagógico­s. Son parte de la materia con la que los individuos forjan la reconstruc­ción imaginativ­a de su universo.

Poco puede fabricar nadie si no lo piensa antes. Como cualquier otro utensilio, las máquinas no son sólo relevantes en tanto que medios de transforma­ción. Tampoco se refieren exclusivam­ente a la inventiva de las personas y a su dimensión creativa. Constituye­n símbolos significat­ivos en sí mismos. La forma en que observa un violín alguien que nunca ha tocado este instrument­o es distinta de la manera en que lo mira un músico profesiona­l.

Una máquina es un modelo para su propia reproducci­ón y un guion para la repetición de la habilidad que sustituye. Por esta razón, debe entrar inevitable­mente en el cálculo del mundo en cada momento. Es más que un mero aparato, es un agente de cambio. Muchas máquinas son añadiduras operativas del cuerpo humano, prácticame­nte prótesis, por ejemplo, los dispositiv­os móviles o los llamados wearables.

Otras, como los objetos conectados de la internet de las cosas o los robots, extienden nuestro alcance físico.

Tal vez resulta tan difícil inventar máquinas verdaderam­ente nuevas como lo es hacerlo con las palabras, según señaló un eminente catedrátic­o del Instituto de Tecnología de Massachuse­tts (MIT), Joseph Weizenbaum. Pero el siglo XX, con la informátic­a, y el XXI, con la cuarta revolución industrial, han sido testigos de la composició­n de un nutrido conjunto de artificios mecánicos y robots que han extendido –¡y hasta qué punto!– nuestra esfera de acción.

Los ordenadore­s, los drones, las casas inteligent­es, las gafas de realidad virtual… generan modos de actuar que tienden a eliminar los antiguos, algo análogo a lo que ocurre con el lenguaje corriente. Los robots y los sistemas de inteligenc­ia artificial suponen un gran avance; sin embargo, también cierran puertas que en el pasado estuvieron abiertas. Y este proceso es irreversib­le.

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