La ideología como oferta de ciudad
El mundo vira hacia el convencimiento de que hay que humanizar la tecnología, justo cuando Barcelona se dispone a convertir su Digital Future Society en la gran apuesta para convertirse en ‘hub’ de la tecnoética
Hay protestas ciudadanas predestinadas a caer en saco roto y otras que fuerzan cambios sociales. La revuelta surgida en Estados Unidos tras la muerte de George Floyd en un acto de brutalidad policial pertenece a la segunda categoría. Ahí está la decisión de IBM, Amazon y Microsoft de dejar de vender su software de reconocimiento facial a la policía por tener este un margen de error elevado cuando se trata de la población negra.
No se entenderían decisiones como éstas sin el impacto de las movilizaciones previas, aunque se trate de medidas probablemente reversibles y a pesar de que haya compañías, como NEC o Clearview AI, dispuestas a seguir colaborando en este terreno con la policía.
La utilización creciente de la inteligencia artificial –alentada ahora por la lucha contra la pandemia– o el papel de las redes sociales en la distribución de noticias falsas ha puesto en apuros a las grandes corporaciones. El CEO de Facebook, Mark
Zukerberg, afronta estos días críticas externas por no verificar noticias falsas sobre las elecciones de EE.UU., y las de sus propios empleados por no seguir el ejemplo de Twitter y advertir del contenido inadecuado de los mensajes de Donald Trump.
La lista de firmas con riesgo reputacional es larga. La californiana Zoom, una de las compañías que más proyección ha alcanzado durante esta crisis sanitaria, se ha visto obligada a admitir que ha bloqueado cuentas de activistas que se disponían a recordar en la red la matanza de Tiananmen.
Mientras los gigantes tecnológicos están más que nunca bajo el escrutinio de los grupos pro derechos humanos, Barcelona se prepara para relanzar el próximo invierno su candidatura a convertirse en una capital mundial de la tecnoética o humanismo digital. El foro elegido es la cumbre programada para diciembre por la Digital
Future Society (DFS), una iniciativa impulsada por el ministerio de Economía y la Mobile World Capital (MWC).
El director de la MWC, Carles Grau, vaticinó una gran participación en la cumbre durante su intervención en un foro digital organizado esta semana por Intermèdia Comunicació. La intención de los impulsores es que se formalicen acuerdos concretos entre las grandes corporaciones tecnológicas y las instituciones públicas o sociales presentes en la reunión, que se tendrá que adecuar inevitablemente al formato híbrido presencial-virtual que impone la actual coyuntura.
Como muestra del trabajo previo que avalaría el horizonte ambicioso de esa cumbre, se refirió a que textos de la DFS sobre la brecha digital o el futuro del trabajo son usados como documentos de trabajo por organismos como las Naciones Unidas o el gobierno de California.
La apuesta por ocupar un lugar relevante en el debate global sobre la tecnoética tiene una ventaja respecto a otras iniciativas que se plantean estos días para relanzar la ciudad: cuesta relativamente poco dinero; solo hay que movilizar influencias a todos los niveles para dotar a Barcelona de protagonismo en este ámbito. El sustrato ideológico, además, está garantizado en una ciudad tan proclive al activismo, que cuenta, además, con un think tank avanzado en cuestiones de tecnoética como es la Universitat Politècnica de Catalunya.
La compleja relación con Madrid, sin embargo, puede restar opciones a esa candidatura barcelonesa. A no ser que se actúe con altitud de miras y capacidad de persuasión. Por un lado, la imagen derechista que proyecta en los últimos tiempos la capital de la mano de su populista presidenta y del sustento de la ultraderecha a los gobiernos autonómico y municipal jugaría a favor de una Barcelona que, en este sentido, conecta mejor con los liderazgos progresistas de otras capitales. La competencia desinhibida que plantea además el gobierno de la Comunidad es un motivo añadido para desconfiar de Madrid o, en todo caso, para preferir canalizar las relaciones a través del Ayuntamiento de José
Luis Martínez-almeida, con un perfil más propicio al diálogo institucional.
Por otro lado , el propio director de la MWC se encargó de advertir que la colaboración con Madrid reforzaría las opciones de Barcelona de asumir ese liderazgo de la tecnoética global. Recordó que España es el único país con dos ciudades situadas en el top 10 en número de startup y rondas de inversión.
Y, sobre todo, Madrid es la sede de grandes empresas (entre ellas las tecnológicas) sin cuya complicidad será difícil impulsar este proyecto. Va a hacer falta, por lo tanto, mucha voluntad de llegar a consensos.