La Vanguardia

Hazard, el mundo te observa

El Madrid, que recibe al Eibar, califica al belga como el mejor fichaje de verano posible

- SERGIO HEREDIA

Hace justo un año y un día, Eden Hazard (29) se asomaba al Santiago Bernabeu por primera vez en su vida para decirle a 50.000 entregados merengues: –Todavía no soy un galáctico. Lo hizo enfundado en su nueva camiseta blanca, dos tallas grande, antes de cambiarse de atuendo: cuando se puso de paisano para lucir un traje gris marengo, más entallado, algunos se ruborizaro­n.

Señalando su figura, muchos se preguntaro­n cosas, ciertament­e más mundanas:

–¿Y esa barriguita?

El recelo era legítimo. El Madrid se había dejado 120 millones de euros en el genio zurdo, eje central de la mejor selección belga de la historia; 120 millones, más que nunca en ningún otro jugador.

Más que en los tiempos de los galácticos.

Y Hazard lucía barriguita. El recelo ahí estuvo, yendo y viniendo, conforme pasaban las jornadas y Hazard combinaba momentos magníficos con otros de bajo calibre.

Tal vez sería un galáctico, se decía. Pero le quedaba un buen trecho hasta lograrlo.

A grandes rasgos, las cosas le irían regular en el primer tramo del curso. Hazard no multiplica­ba el juego blanco y tampoco resolvía por sí mismo. Desplegaba acciones fulgurante­s, destellos, y también claroscuro­s. El Madrid no tiraba. ¿Un galáctico? Había que esperar.

A la inestable comparecen­cia del belga le siguió una cadena de lesiones que le complicó la vida a Zidane, su valedor, el hombre que le considerab­a una pieza esencial en el nuevo proyecto blanco:

“Le fichamos porque es único”, insistía el técnico.

Lo decía una y otra vez. Zidane pretendía emitir mensajes esperanzad­ores, en particular conforme Hazard iba entrando en materia. Se le estilizaba la silueta. Parecía hacerse grande con los días. Y el equipo se engrasaba. Benzema se entonaba. Rodrygo no estaba nada mal. Valverde estaba realmente bien. Y Vinícius iba y venía, en una versión cada vez más mejorada, si dejamos aparte los asuntos de puntería.

Y entonces, Hazard se rompió. Y sus problemas físicos dieron al traste con todo. A los inconvenie­ntes musculares le siguieron las desventura­s en el tobillo derecho. Hazard llegó a pasarse tres meses fuera del equipo, lastrado por una fisura.

El 5 de marzo recurría a la cirugía en Dallas.

Y en su ausencia emergían los números. Cifras muy menores para un hipotético líder. En todo este tiempo, desde aquel 13 de junio en que le llevaron a conocer el Bernabeu, Hazard apenas ha disputado quince partidos de blanco. Y apenas ha sumado un gol y una asistencia.

El lector convendrá en ello: no son cifras de galáctico.

Hoy, tanto tiempo después, en plena desescalad­a, Hazard vuelve a escena, o eso parece anticipar Zidane. Los blancos, que reciben al Eibar (19.30 h), se frotan las manos, acaso esperando la definitiva llegada de su mesías, el galáctico que nunca ha llegado a serlo, el belga que pretende ser astro en el Bernabeu pero que deberá serlo, por ahora, en el estadio Di Stéfano, el del filial Castilla.

El Bernabeu está en obras. Nadie verá en vivo a Hazard ahora. Jugará ante el silencio de las gradas, aquellas que expresaban recelo y ahora expresarán silencio. Así de extraño es todo lo que está pasando en estos días.

A Hazard le acompañará Marco Asensio, otro ilustre ausente, también lastrado por las lesiones. Zidane bendice su galimatías: se presume que Hazard, Asensio, Vinícius y Bale van a porfiar por dos plazas en el once. Bendito galimatías, cierto.

“Hazard está como una moto”, ha podido escucharse estos días en Valdebebas, la ciudad deportiva de los blancos.

“Hazard ha vuelto como un avión”, ha dicho Arbeloa, que hoy entrena al infantil A.

CURSO MUY MENOR

“Aún no soy un galáctico”, decía Hazard el día de su estreno; de blanco, apenas ha jugado quince partidos

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JON NAZCA / REUTERS Eden Hazard, frente a Zidane, en su último partido con el Madrid

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