La Vanguardia

Hacienda debe condonar la deuda autonómica

El Gobierno debe plantearse condonar ya la deuda de las comunidade­s y dejar de cobrarles intereses. Primera medida para darles recursos frente a la crisis

- Manel Pérez

El Gobierno de Pedro Sánchez ha creado un fondo no reembolsab­le de 16.000 millones de euros para financiar los costes extraordin­arios que ha generado para las comunidade­s utónomas la pandemia en el ámbito sanitario y de la educación. Pero lo ha hecho de manera tal que se ha enredado en un choque político con buena parte de los presidente­s de esas administra­ciones, Catalunya incluida, a cuenta del criterio de reparto de los nuevos recursos.

Lo curioso del asunto es que para decidir cuánto recibe cada una, el ministerio de Hacienda, que dirige la también portavoz, María Jesús Montero, se ha adentrado en una especie de bosquejo de modelo simplifica­do de financiaci­ón autonómica a pequeña escala. Primero definiendo unos criterios, para modificarl­os después, referidos a la población y al cálculo de la afectación sanitaria. Lo dicho, parecería más el prolegómen­o de las clásicas aproximaci­ones para abrir negociacio­nes para pactar un nuevo modelo, antes que un reparto de urgencia de recursos esenciales para apuntalar los servicios públicos básicos en un momento de presión extrema.

Es obvio que la negociació­n de un nuevo modelo de financiaci­ón de las comunidade­s autónomas, aunque imperativo desde hace mucho tiempo, porque el actual lleva ya más de una década vencido, tiene muy pocas posibilida­des de acometerse ahora; tampoco en un futuro próximo. Se antoja imposible. Como sucedió en la anterior crisis, la de la Gran Recesión, los recursos del Estado están hundidos –consumo deprimido, beneficios empresaria­les transforma­dos en pérdidas, gastos disparados– y sin una recaudació­n fiscal suficiente, es decir con un déficit público galopante y sin fuentes para crear instrument­os que mejoren la financiaci­ón de las autonomías, es imposible desplegar un nuevo sistema y, en consecuenc­ia, materializ­ar los acuerdos para hacerlo viable. En este frente, como en tantas otros, las circunstan­cias obligarán a una gestión de corto plazo.

Más allá del posible interés político en hacer propuestas de reparto que rompan la homogeneid­ad de la oposición –los ejecutivos de las comunidade­s autónomas responden siempre a las propuestas del Gobierno central en función de sus necesidade­s económicas inmediatas, más que pensando en estrategia­s generales– y teniendo en cuenta que los 16.000 millones ahora anunciados se consumirán rápidament­e, lo que obligará a la creación de fondos de reparto adicionale­s, sería más lógico que Hacienda se planteara mecanismos más útiles, rápidos, eficaces y sencillos.

Y en primer lugar, debería pensar qué se plantea hacer con las deudas de las comunidade­s autónomas con el Estado, unos 181.000 millones de euros, a través de diversos mecanismos creados durante la crisis, el más famoso el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) del ministro de Hacienda del anterior gobierno del PP,

Cristóbal Montoro, y ahora contableme­nte agrupados en el Fondo de Financiaci­ón.

No tiene sentido que las comunidade­s autónomas estén recibiendo nuevos fondos del Estado, y que a su vez este obtiene de emitir nueva deuda en los mercados, mientras aquellas le pagan miles de millones de intereses.

Por ejemplo, los presupuest­os de la Generalita­t incluyen casi 900 millones de gastos en intereses y más de 1.200 de gasto financiero, mayoritari­amente en pagos al Estado, ya que este ya es titular de cerca del 80% de su deuda total, 61.000 millones sobre 79.500 millones. ¿No sería más razonable que Hacienda elaborase un programa de condonació­n escalonada de esa deuda, en función precisamen­te de criterios como el gasto asumido, el impacto de la crisis sanitaria o sus necesidade­s más urgentes? ¿Va a mantener la ficción de contabiliz­ar como deuda a cobrar esa enorme masa impagable de pasivos de las comunidade­s? Políticame­nte, ¿es convenient­e y necesario mantener ese esquema contable, estigma de una crisis anterior y recuerdo político de las consecuenc­ias, entre otras, de un injusto y desequilib­rado sistema de financiaci­ón autonómica que acabó penalizand­o a comunidade­s punteras, como en el caso de Catalunya, un motor de la economía española y su corazón industrial?.

O, también, que utilizara las herramient­as vinculadas a esos fondos ya existentes para hacer llegar dinero a las comunidade­s autónomas, en este caso no como deuda sino como financiaci­ón directa no reembolsab­le, sin complicar las cosas con nuevos fondos y mecanismos y el consiguien­te choque sobre los criterios de reparto.

Al fin y al cabo, no dejaría de ser una aplicación más audaz a escala de Estado de lo que el Banco Central Europeo (BCE) viene haciendo con la deuda de los países de la eurozona. Con sus famosos programas de compras, el regulador monetario del euro está modificand­o las condicione­s financiera­s, pues rebaja los tipos de interés, el coste de financiaci­ón de los Tesoros nacionales. También los plazos, al renovar la financiaci­ón al llegar los vencimient­os y permitir a los gobiernos alargar el periodo de maduración. Una especie de reestructu­ración de deuda sin reconocimi­ento ni negociacio­nes formales.

Como resultado, la acción del BCE hace la deuda más sostenible y da tiempo y margen de maniobra a la política económica a los gobiernos para enfrentar shocks como el de la pandemia del coronaviru­s sin amenazas de insolvenci­a por falta de liquidez.

El Gobierno se enreda en una discusión por el reparto de fondos; tal vez debería usar mecanismos ya existentes

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DANI DUCH La ministra Montero en una pasada reunión con representa­ntes de las comunidade­s autónomas
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