La Vanguardia

Una pequeña gran asociación

- JOSE POLO

Solo y con 20 años, Bolle Diop emprendió una odisea para llegar a Barcelona: de Senegal a Tánger, de Tánger a Tarifa en patera. Y de la ciudad gaditana a Catalunya. El periplo fue muy complejo, pero en la capital catalana encontró a alguien que le echó un cable. “Viví medio año en la Caseta. Allí me ayudaron con todo el tema de los papeles y a hacer un curso de cocina. He pasado una entrevista y ahora debo hacer la prueba. Poco a poco va mejorando mi situación”, cuenta. La Caseta es uno de los proyectos de la entidad Cedre, “una asociación pequeña pero muy especializ­ada en el acompañami­ento de jóvenes en riesgo de exclusión”, define su director, Hug Llàcer.

Cedre está de aniversari­o y cumple dos décadas de vida, la misma edad que tenía Bolle cuando emprendió su viaje. Ligada a los Caputxins de Sarrià, además de atender el fenómeno migratorio trabaja para facilitar la inclusión de jóvenes que han pasado por centros penitencia­rios. En uno de sus programas, Respiradin­s, los voluntario­s de Cedre organizan talleres y actividade­s en prisión. En Respirafon­s aprovechan los permisos para llevarles a la playa o a la montaña, compartien­do y guiando sus días de libertad. La Caseta es un piso con seis plazas en el que conviven personas con estos perfiles que no tienen donde dormir. “Nos permitió ampliar nuestro alcance”, dice el director. Les ayudan a establecer rutinas y hábitos de formación para que “ellos mismos construyan su proyecto de vida”.

En la Caseta, acompañand­o a los jóvenes, durmió muchas noches Anna Juanola Vankei, una de las voluntaria­s. Ahora es vocal de la entidad y, entre otras cosas, da los primeros consejos a los nuevos colaborado­res. “El voluntaria­do con Cedre es una de las mejores experienci­as de mi vida, la oportunida­d de devolver a la sociedad la suerte que yo he tenido”, comenta. “He conocido a perfiles tan diferentes, entre los jóvenes y voluntario­s... me ha hecho crecer como persona”, agrega. Cedre tiene unos cincuenta voluntario­s como ella.

El coronaviru­s les obligó a cambiar sus rutinas. Algunos programas, como el acompañami­ento en los centros penitencia­rios, no se pudieron hacer con normalidad, aunque el director se alivia de que los jóvenes de La Caseta “cumplieran con todo” y no se registrara ningún positivo en Covid-19. “Como somos pequeños, nos podemos adaptar rápido a los cambios”.

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CEDRE Bolle Diop

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