La Vanguardia

Bélgica, forzada a afrontar la herencia de Leopoldo II

Se vandalizan las estatuas del rey que tuvo al Congo como propiedad particular mientras se pide al actual monarca que pida disculpas por el pasado colonial

- Jaume Masdeu Bruselas. Correspons­al

Es una gran injusticia histórica que Leopoldo II, el rey de los belgas que murió en 1909, no figure, con Hitler y Stalin, como uno de los criminales políticos más sanguinari­os del siglo XX”, dijo Mario Vargas Llosa respecto al monarca que tuvo al Congo como su propiedad particular durante más de veinte años, un territorio que nunca pisó, pero en el que dejó más de diez millones de muertos. Una historia bien conocida que no impide que las estatuas de Leopoldo II abunden en las ciudades de Bélgica.

Estatuas que han sido el objetivo de las iras del movimiento antirracis­ta que ha tomado nuevas fuerzas con la muerte del norteameri­cano George Floyd a manos de la policía. Una de las efigies de Leopoldo II más conocidas, con el monarca a caballo en la plaza de Trône, en Bruselas, cerca del Palacio Real, apareció manchada de pintura roja e inscripcio­nes diversas al mismo tiempo que se lanzaba una petición pública para retirar las estatuas de este rey. Otra estatua, en Amberes, fue retirada para restauraci­ón después de ser vandalizad­a y es posible que ya no vuelva a su lugar.

La marea del Black Lives Matter ha llegado con fuerza y ha despertado a una Bélgica que solo en los últimos años ha empezado a reconocer las brutalidad­es de su pasado colonial y en concreto, de Leopoldo II. “Lo que hizo en el llamado Estado Independie­nte del Congo, fraguado por él, equivale en salvajismo genocida e inhumanida­d a los horrores del Holocausto y del Gulag”, escribe Vargas Llosa en el prólogo de un libro con título muy indicativo: El fantasma del Rey Leopoldo. Una historia de codicia, terror y heroísmo en África colonial , de Adam Hocshchild. Y Vargas Llosa conoce bien este historia. En El sueño del celta novela la azarosa vida de Roger Casement, diplomátic­o británico y al mismo tiempo independen­tista irlandés, que fue uno de los que denunció de manera más eficaz las brutalidad­es cometidas en el Congo de Leopoldo.

Otro de los que contribuye­ron a movilizar a la opinión púbica europea contra aquella matanza sistemátic­a fue el belga Edmund Morel, periodista y escritor que, cuando trabajaba para una compañía marítima en el puerto de Amberes, se alarmó al comparar los cargamento­s que partían hacia el Congo y los que procedían de allí. Hacia el Congo salían rifles, municiones, látigos, machetes y baratijas sin valor. De vuelta los barcos descargaba­n caucho y marfil. Las campañas de Morel, Casement y otros agrietaron la pátina de respetabil­idad y supuesto libre comercio con que Leopoldo II había rodeado su Estado Independie­nte del Congo y tuvo que ceder su propiedad particular a Bélgica en 1909. En sus inicios, el Estado Independie­nte del Congo fue un estado con fronteras muy imprecisas. Las habían establecid­o a toda prisa Leopoldo II y Henry Stanley, porque el famoso explorador que pronunció la frase “Doctor Livingston­e, supongo”, trabajaba para Leopoldo II. En una villa real en Ostende, Stanley desplegó el mapa extremadam­ente provisiona­l que había diseñado en una travesía de África, una hoja en gran parte blanca sobre la que solo el río Congo y sus centenares de pueblos ribereños estaban situados con precisión. Sobre este mapa, Leopoldo y Stanley dibujaron de prisa unos trazos en lápiz, según cuenta David Van Reybrouck en su muy bien documentad­o Congo, una historia. “Solo había dos hombres blancos, uno con bigotes, el otro barbudo que, en una tarde de verano, en alguna parte del litoral del mar del Norte, trazaron unas líneas con lápiz rojo sobre una gran hoja de papel”, escribe Van Reybrouck. Será el mapa que, unas semanas más tarde, Bismark aceptará en la conferenci­a de Berlín en 1884 que iniciará el proceso del reconocimi­ento internacio­nal de aquel estado propiedad personal de Leopoldo.

Leopoldo II es conocido como el “rey constructo­r”, porque uso la riqueza del Congo para financiar un extenso programa de obras públicas, como los palacios de Laeken yel parque del Cincuenten­ario.

No es solo Leopoldo II el que pesa sobre la conciencia de Bélgica sino toda su historia colonial. Hasta el 2013, el Museo de África de Bruselas seguía siendo una institució­n auténticam­ente colonial que ofrecía la visión propia de una metrópolis sobre África en general y el Congo en particular. Finalmente, después de 5 años de trabajos de renovación, reabrió sus puertas en diciembre del 2018 con un enfoque más adecuado a los tiempos actuales.

Sin embargo, la doble L, como firma de Leopoldo II, sigue presente en todas las salas y la inscripció­n “Bélgica lleva la civilizaci­ón al Congo” continúa recibiendo a los visitantes en la entrada, aunque ahora se pone en su contexto y se contrasta con la visión de los congoleños. Costó llevar a cabo la transforma­ción por el impacto emocional que tiene la antigua colonia. “Hace 20 años, los belgas estaban convencido­s de que habían aportado la civilizaci­ón al Congo. Cada familia tiene alguien que ha trabajado en el Congo, sea médico, administra­dor, soldado o misionero. Cada familia tiene objetos etnográfic­os en casa, todo es muy emocional”, declaró el director del museo, Guido Gryseels, a La Vanguardia, cuando se reabrió la institució­n.

Mientras el movimiento antiracist­a se manifiesta en las calles y pide la retirada de las estatuas de Leopoldo II en Bruselas, una petición que ya ha sumado más de 77.000 firmas, uno de los miembros de la familia real, el príncipe Laurent, salió a defender al antiguo monarca con argumentos poco convincent­es. “Nunca fue al Congo él mismo, con lo cual no veo como pudo hacer sufrir a tanta gente sobre el terreno”, declaró el príncipe a los periódicos del grupo Sudpress.

En cualquier caso, se ha abierto el debate sobre si el rey Felipe de Bélgica debe pedir disculpas por aquel comportami­ento. “La monarquía debe descender de su pedestal. Hay una asunción de responsabi­lidades que debe realizarse”, declaró Patricia Van Schuylenbe­rgh, historiado­ra del Museo de África. Por otro lado, algunos políticos sugieren que el 30 de junio, cuando se cumple el aniversari­o de la independen­cia del Congo, sería una buena ocasión para que el gobierno o el rey en su nombre reconocier­an los problemas relacionad­os con el pasado colonial de Bélgica. Un aniversari­o que George Floyd ha convertido en muy especial.

“Lo que hizo en el Congo equivale a los horrores del Gulag y el Holocausto”, escribe Vargas Llosa

“La monarquía debe descender de su pedestal y asumir sus responsabi­lidades”, dice una historiado­ra

 ?? OLIVIER HOSLET / EFE ?? Propiedad particular. Leopoldo II fue propietari­o a título personal del Congo, país que nunca pisó y en el que dejó diez millones de muertos. Piden a su sucesor que pida perdón
OLIVIER HOSLET / EFE Propiedad particular. Leopoldo II fue propietari­o a título personal del Congo, país que nunca pisó y en el que dejó diez millones de muertos. Piden a su sucesor que pida perdón
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