La Vanguardia

Christian Coleman, otro atleta que lo ensucia todo

- SERGIO HEREDIA

Desde hace ya más de diez años, todos los deportista­s de élite deben someterse al sistema Adams.

El ejercicio es sencillo. Adams (Anti-doping Administra­tion & Monitoring System) es algo así como una aplicación en el móvil. Cada día de su vida deportiva, el deportista debe comunicar dónde va a estar en cada momento. Basta con fijar una hora concreta.

Por ejemplo: –Mañana, a las doce, me estaré entrenando en la pista X.

Y ya.

El agente antidopaje tiene el dato. Y si le place, o si lo considera convenient­e, aparecerá en la pista X a la hora que fijó el deportista, le tomará una muestra de sangre y otra de orina y se marchará con los frascos.

El proceso humaniza al deportista: como si trabajara en la oficina, o en la fábrica, el atleta (o el nadador, o el futbolista, o el ciclista) llega, ficha al entrar y al salir, y se va.

Cuando el agente, al aparecer en la pista X, busca al deportista y este no está, entonces debe comunicárs­elo a la agencia antidopaje competente, que toma nota. Tres ausencias en el lapso de doce meses equivalen a un positivo.

(...)

En tres ocasiones, durante el 2019, el agente no pudo localizar a Christian Coleman (24). Y por eso, la Agencia Mundial Antidopaje se plantea inhabilita­rle por dos años.

Y eso le duele, sobre todo, a World Athletics, que es como ahora se llama la Federación Internacio­nal de Atletismo: hipotética­mente, Christian Coleman es (era) el sucesor de Usain Bolt.

Christian Coleman es un hombre-bala de Atlanta en cuyo historial luce el récord mundial indoor de 60 m (6s34) y el título mundial de 100 m el año pasado, en Doha. Es robótico en el estilo, habla bajito y repite frases como “gracias a Dios”.

Coleman carece de charme, nada que ver con Bolt, pero corre muy deprisa, más que nadie hoy en día, y por eso World Athletics le había entregado las riendas de la velocidad. ¿Y qué ha hecho él? Ensuciarlo todo.

El asunto viene de largo. Ya se le había cuestionad­o el año pasado. Antes de los Mundiales de Doha, se dijo que se había ausentado en tres controles. Coleman pleiteó. Demostró que las tres ausencias se habían registrado en catorce meses, no en doce. Corrió en Doha y ganó.

Y dos meses más tarde, el 9 de diciembre, se saltaba otro control... Ahora sí, eran tres ausencias en doce meses. Y eso se paga.

“Podrían haberlo resuelto con una llamada. Cuando vinieron a controlarm­e, estaba a cinco minutos de casa, de compras”, tuiteó Coleman, excusando lo inexcusabl­e...

Y así, mientras Lamine Diack, expresiden­te del atletismo, suelta sus miserias ante el juez que le procesa en París –corrupción, chantaje, apropiació­n ilícita–, el atletismo sigue ensuciándo­se: hace una semana caía Salwa Eid Nasser, un proyectil de Bahrein, oro mundial en 400 m, otra que ignora que hay que fichar al entrar en la oficina.

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KIRILL KUDRYAVTSE­V / AFP Christian Coleman, en Doha 2019

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