El rescate de las otras aventuras de Sherlock Holmes
Sherlock Holmes no es sólo el detective más célebre de la historia. Es el personaje literario que más pronto y con mayor descaro se rebeló contra su creador. Y el que, después de forzar incluso su resurrección por exigencia de los lectores, se emancipó del todo para prolongar su existencia con distintos padres adoptivos. La que sigue es la historia de la última venganza de Holmes, en vida de su genuino pero reticente progenitor, a través de una serie apócrifa de relatos que hoy vuelven a la luz. También es la historia del hallazgo y rescate de esos escritos, convertidos en primer volumen de una trilogía.
Era primavera y hacía buen tiempo en París cuando el escritor y bibliófilo impenitente que es David Felipe Arranz hizo el hallazgo que tantas satisfacciones iba a darle. Como tantas otras veces, el también periodista vallisoletano andaba husmeando en los tenderetes de libro de viejo que recorren la ribera del Sena. Justo en un puesto situado frente a la veterana librería Shakespeare and Company –el tipo se acuerda de este detalle–, un tomo de doce novelas encuadernadas con títulos de Sherlock Holmes llamó su atención. Era una edición en castellano de principios del siglo pasado con el sello de la editorial barcelonesa Atlante. Y sin firma.
Ocho años después de aquel paseo, la editorial Funambulista publica el libro Archivos secretos de Sherlock Holmes: una recopilación de cuatro de aquellos relatos apócrifos, y de frenético ritmo, protagonizados por el detective de la calle Baker Street de Londres. Los textos tuvieron una gran acogida cuando salieron. Y aunque obviamente no se deben a la pluma del verdadero padre de la criatura, Sir Arthur Conan Doyle, lo más llamativo es que se publicaron en vida suya y cuando estaba en activo. Conocemos al autor de las potentes ilustraciones de la versión original en alemán, Alfred Roloff. Y el editor del libro recopilatorio que ahora sale aquí a la venta, tras investigar y consultar las anotaciones de expertos germánicos y anglosajones, señala los nombres de los responsables “más que probables” de los relatos: el polaco Kurt Matull y el alemán Matthias Blank, dos prolíficos y polifacéticos obreros de las letras, residentes en Berlín, que trabajaron distintos géneros de la literatura de base. Matull cultivó la obra de teatro y el guión de cine, además de las novelitas pulp fiction de thriller y Blank –creador del detective neoyorquino Luther Frank– , la novela negra especialmente. Fueron dos auténticos precursores de los narradores y redactores multimedia y freelance, sólo que con “cero ego”.
La serie de estos relatos de Sherlock ajenos a Conan Doyle se extendió de 1907 a 1911, hasta sumar 230 piezas. Luego se reanudó a partir de 1925, pero ya sin el nombre de Holmes sino con el de Harry Dickson. Y con otros autores, entre los que siempre se cita al belga Jean Ray. Este cambio se debió a la presión de la editorial que poseía los derechos de las aventuras escritas por Conan Doyle. Y es que “el éxito de las novelitas apócrifas, traducidas a las principales lenguas, era arrollador en Europa y sobre todo en Moscú”.
Antes de la transición de Holmes a Dixon, el sello alemán Lutz, que controlaba los derechos de traduc
La serie de 230 aventuras de Sherlock ajenas a Conan Doyle se rescata y se atribuye ahora a dos prolíficos escritores de Berlín “Muchos lectores creían que el detective existía, y la crónica de sucesos se confundía con la ficción por entregas”
Recuperan la serie
apócrifa de aventuras del detective que alguien publicó
en vida de Conan Doyle
ción de los relatos originales, había reclamado la supresión del nombre del detective en el título de la serie anónima, que en los diez primeros números había sido El detective Sherlock Holmes y sus más famosas aventuras y a partir del undécimo pasó a ser De los archivos secretos del mundialmente famoso detective.
Dentro de los librillos, sin embargo, el nombre de Sherlock se mantendría hasta el número 230 (1911).
¿Cómo es posible que durante cuatro años Conan Doyle y sus editores mostraran tanta laxitud ante esa competencia anónima? La primera clave está en la posible indiferencia del autor, que había cogido manía a Sherlock. Un hartazgo que había materializado en El problema
final (1893) con el homicidio literario del personaje tras su famosa pelea con el profesor Moriarty en las cataratas de Reichenbach. El público se indignó y protestó masivamente, por carta y al parecer hasta con alguna manifestación. Esta reacción, así como algún problemilla económico, empujaron al novelista y médico de Edimburgo a resucitar al personaje 10 años después, en La
casa deshabitada. Con todo, Conan Doyle confirmaría esa tirria hacia Holmes en su autobiografía, Memorias y aventuras, de 1924: “Si alguna vez he estado harto de él es porque no deja lugar a dudas. Es una máquina de calcular”, escribió.
Otra clave de la gran aceptación del Sherlock alternativo, y del estrecho margen que tal vez ese éxito dejaba al inventor y los tutores de original, se halla en la especial relación del público con el personaje. “Mucha gente lo tomaba por un detective real”. Sus pesquisas se publicaban por entregas, la mayoría en
The Strand Magazine. Los lectores devoraban las historias sin importarles quién las había escrito. Y los límites entre crónica de sucesos y ficción por entregas eran difusos.
Los editores alimentaban esa confusión a través de sus respuestas a las cartas que miles de lectores dirigían a Holmes y Watson, héroes en quienes proyectaban su sed de justicia. “Las editoriales tenían departamentos para responder a los seguidores con misivas firmadas por los personajes. Así les daban entidad real y continuaban con ese juego no sabemos si fingido o sentido por el público”, dice Arranz.
El Sherlock apócrifo tiene como ayudante al joven Harry Taxon., pues aquí el doctor Watson se ha retirado para dedicarse a su esposa y sus pacientes. Por otro lado, los nuevos relatos se centran en la acción, sin digresiones filosóficas y científicas como las que introducía Doyle. Y son más sociales, con comentarios sobre cómo los ricos tratan a los pobres. Fueron concebidos para un público popular. De ahí, también, su fuerte impacto.
Por si los Archivos secretos de
Sherlock triunfan hoy tanto como entonces, Funambulista tiene preparados otros dos volúmenes con más historias para próximos meses. Serán los Nuevos y los Últimos archivos secretos de Sherlock Holmes.
Últimos o penúltimos, podría decirse. Pues resulta elemental que el detective de la pipa, la lupa y la gorra de cazador ya no morirá jamás.