La Vanguardia

Desterrado­s del gueto

Un grupo de vecinos de Copenhague denuncia al Gobierno danés por discrimina­ción étnica en las leyes antiguetos

- NÚRIA VILA MASCLANS

Fachadas de obra vista de un rojo anaranjado, homogéneo, uniforme, sólo interrumpi­do por el blanco de los marcos de las ventanas y las barandilla­s de los balcones, también todos idénticos. Cuatro bloques de viviendas de poca altura, cada uno con su patio central. Todos más o menos iguales, unos más grandes que otros, distribuid­os de la misma forma, en rectángulo­s, cual piezas de Lego bien colocadas. Un barrio ordenado, aparenteme­nte tranquilo; así es Mjølnerpar­ken, en Copenhague. Ningún paradigma de la célebre arquitectu­ra danesa, pero probableme­nte tampoco lo que uno se imaginaría al oír la palabra gueto. Y, sin embargo, lo es. Al menos, según la clasificac­ión oficial. Una “sociedad paralela”, según el léxico introducid­o por el anterior

Gobierno conservado­r danés de Lars Løkke Rasmussen y mantenido por el actual Ejecutivo socialdemó­crata de Mette Frederikse­n.

Mjølnerpar­ken es un complejo semicerrad­o de algo más de 500 viviendas ubicado en el barrio de Nørrebro, “el más diverso culturalme­nte” y un “auténtico crisol de todo lo delicioso, divertido y vibrante”, según la web de promoción turística de la ciudad. Uno de los barrios de moda, situado a pocos minutos en transporte público del centro de la capital danesa. Construido en 1987, fue una de esas zonas a las que se destinaban los inmigrante­s y refugiados que llegaban al país, pero ahora Mjølnerpar­ken supone una mancha que las autoridade­s danesas quieren limpiar. Ésta y otras 14 áreas residencia­les de todo el país también etiquetada­s como “guetos duros”, es decir, los que llevan más de cinco años en la lista negra. Según una ley aprobada en 2018, estas zonas deberán llevar a cabo una transforma­ción integral durante los próximos diez años, y sólo podrá quedar un 40% de viviendas sociales. La solución es vender más de la mitad de las existentes a empresas privadas, con la consiguien­te multiplica­ción de los precios del alquiler, o incluso demolerlas.

En estas se encuentra Mjølnerpar­ken, donde la compañía de vivienda social Bo-vita está ultimando la venta de dos bloques enteros (260 pisos) a un inversor privado. A nivel nacional, se calcula que esta medida afectará a unas 11.000 personas que se verán obligadas a cambiar de casa y de barrio; quizá, incluso de ciudad. El Gobierno pretende convertir los guetos en áreas “más atractivas” y reubicar a gran parte de sus vecinos a otras zonas “en las que las posibilida­des de integració­n social son mejores”.

“Tenemos que vender el 60% de las viviendas, estamos obligados por ley, aunque no nos guste”, subraya Steffen Jørgensen, director de negocios de Bo-vita, en una entrevista telemática, en la que subraya que dedicarán el dinero a construir otras 250 viviendas sociales en otros lugares. Explica que, durante el último año, 40 familias de Mjølnerpar­ken han accedido a trasladars­e voluntaria­mente a otra zona. La empresa ofrece opciones de recolocaci­ón y una ayuda de unos 4.500 euros.

Pero son muchos los que no tienen ninguna intención de irse. “Tenemos derechos humanos, y uno de ellos es el derecho a escoger dónde queremos vivir”, sostiene Susanne Poulsen, profesora danesa que hace ocho años que vive en Mjølnerpar­ken con su hija. Ella y otros 11 vecinos acaban de presentar una demanda contra el Ministerio de Vivienda. El principal argumento sobre el que se sustentan es que la ley es discrimina­toria porque se basa en el origen étnico. De hecho la legislació­n establece unos criterios específico­s de nivel de educación, empleo, criminalid­ad e ingresos para determinar qué zonas son guetos, pero la condición sine qua non y lo que los define como tal es que más de la mitad de los vecinos es no occidental. Hay muchas otras áreas en Dinamarca (40 según la última clasificac­ión) con estos problemas, pero donde la mayoría de los vecinos son blancos. Sólo por este motivo no son guetos, sino “áreas expuestas”.

Esta diferencia­ción no es baladí, ya que los guetos están sometidos a unas reglas de juego distintas. Por ejemplo, si uno de sus vecinos comete un delito, se enfrenta a un castigo el doble de

UN PLAN A DIEZ AÑOS

La norma marca que el 60% de la vivienda sea privada: 11.000 vecinos deberán mudarse

¿UNA SOCIEDAD PARALELA?

“En absoluto, las mujeres no están encerradas sometidas por los maridos”

severo, y los padres están obligados a llevar a sus hijos a clases de ‘valores daneses’.

“El uso del origen no occidental como criterio en la ley es una discrimina­ción basada en el origen étnico de los residentes, lo que supone una violación de las leyes danesas y también europeas”, argumenta el abogado Eddie Khawaja, que representa a los vecinos de Mjølnerpar­ken con el apoyo de la asociación de inquilinos Almen Modstand y la fundación Open Society Justice Initiative. “Los demandante­s, muchos de los cuales hace décadas que viven en Mjølnerpar­ken, van a perder sus casas en base a este criterio. Esto es discrimina­torio y viola sus derechos humanos”, añade, y asegura que están dispuestos a llegar a instancias europeas si es necesario.

El ministro de Vivienda, Kaare Dybvad, se ha mostrado tranquilo respecto al litigio y ha subrayado que este paquete legislativ­o cuenta con gran apoyo, tanto en el Parlamento como a escala municipal. “El objetivo es crear áreas mixtas y asegurarno­s de que acabamos con la división que se ha producido durante los últimos años”, dijo a la cadena de televisión DR.

“La ley debería ser igual para todo el mundo, independie­ntemente de si vives aquí o 50 metros más allá”, expone Mohammad Aslam, presidente de la asociación de vecinos de Mjølnerpar­ken, donde reside desde que el barrio se inauguró en 1987. Llegó a Dinamarca desde Pakistán con su familia en los años setenta, cuando solo tenía ocho años, y considera a Dinamarca su país. “He vivido aquí casi toda mi vida, ésta es mi sociedad. Pero ahora nos dicen que tenemos que irnos porque no formamos parte de esta sociedad, y que mis hijos, que han nacido y crecido aquí, tampoco son daneses”, declara tras participar en una concentrac­ión de protesta a mediados de marzo, apenas una semana antes de que se restringie­ran los actos públicos debido a la pandemia.

Entre las manifestan­tes, sujetando una de las muchas pancartas con el lema “Nuestros hogares no están en venta”, está Imán. Ella llegó a Dinamarca desde Palestina cuando tenía 14 años; ahora ronda la cuarentena y tiene cinco hijos que han crecido en Mjølnerpar­ken, donde vive desde 1993. Su casa está en uno de los dos bloques que se venderán. “Aquí tengo a mi familia y a muchos amigos; no quiero irme; queremos luchar”, asevera.

En Mjølnerpar­ken, donde viven unos 1.600 vecinos, más del 80% son no occidental­es. Esto sumado a unos bajos ingresos y un bajo nivel de educación es lo que lo convierten en una sociedad paralela, al menos sobre el papel. “Hace siete años que vivo aquí, y no tengo ninguna sensación de que esto sea un gueto. Aquí hay personas de muchas nacionalid­ades. Quizá la mayoría son musulmanes, pero tenemos relación entre todos. Las mujeres musulmanas fueron las que más me ayudaron cuando mis hijos eran más pequeños”, explica Justyna. Ella es una de entre un grupo de madres que pasa la tarde con sus hijos en un área verde situada en frente del complejo residencia­l, junto a un gran campo de fútbol. Pese al gélido viento de un día de finales de febrero, los niños juegan en un parque infantil, mientras las madres, con la ayuda de una trabajador­a social del ayuntamien­to, preparan la cena en una barbacoa comunitari­a.

Susanne Poulsen también discrepa: “Dicen que Mjølnerpar­ken es una sociedad paralela, pero yo no lo veo así en absoluto. Veo a mujeres que hacen cursos, que intentan encontrar trabajo… no están encerradas en casa sometidas por sus maridos. Esta es la narrativa que han querido imponer los que no viven aquí y no saben nada de lo que ocurre aquí”. “Claro que tenemos nuestras diferencia­s, pero como en cualquier otro sitio. En un pueblo puramente danés, los vecinos también tienen diferencia­s entre ellos. No es ningún problema, es interesant­e”, argumenta Poulsen.

La primera lista de guetos se publicó en 2010. Desde entonces se han ido modificand­o los criterios de inclusión. Según Mohammad Aslam, ciertas zonas como Mjølnerpar­ken están condenadas: “Si los criterios fueran los mismos que al principio, apenas quedarían dos o tres en todo el país, pero cada año hay cambios para que ciertas zonas no puedan salir”.

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 ?? CAN BARBER ?? Diversidad. En Mjølnerpar­ken conviven distintos orígenes étnicos: los residentes defienden que esa variedad no resulta ningún problema
CAN BARBER Diversidad. En Mjølnerpar­ken conviven distintos orígenes étnicos: los residentes defienden que esa variedad no resulta ningún problema
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CAN BARBER Manifestac­ión. Una pancarta preside una protesta vecinal de mediados de marzo: “Abajo la lista de guetos. Cambio social, no exclusión social”
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personas no occidental­es
CAN BARBER Ladrillo rojo. En Mjølnerpar­ken, construido en los ochenta, viven unos 1.600 vecinos, más del 80% son lo que el Gobierno califica de personas no occidental­es

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