La Vanguardia

Hasta que llegó su hora

- Presidente de la Generalita­t Valenciana

El reparto del fondo estatal de 16.000 millones de euros para compensar el gasto y la pérdida de ingresos por la pandemia ha evidenciad­o el inaplazabl­e aggiorname­nto del sistema de financiaci­ón autonómica. Las negociacio­nes entre el Gobierno y las comunidade­s –un ejercicio de cogobernan­za guiado esta vez, a mi parecer, por la búsqueda de la equidad– han acabado por dar más relevancia al peso poblaciona­l de cada territorio. Esta distribuci­ón de recursos, que ha revelado posiciones políticas distintas, es el camino correcto. Es la senda para propiciar la igualdad entre personas y la singularid­ad entre territorio­s a las que deberíamos aspirar para asegurar la convivenci­a. Sin ombliguism­os ni victimismo­s. Esa es la dirección para la reforma del sistema de financiaci­ón autonómica.

Una vez controlada la pandemia sanitaria, gracias al esfuerzo colectivo, se cierne una crisis grave. En España, todos no partimos en las mismas condicione­s para abordar una recuperaci­ón alineada con el desarrollo sostenible y que priorice la creación de empleo, la protección social y el avance del Estado de bienestar.

¿De qué estamos hablando? En el fondo, de una rémora para la fraternida­d y la unidad de este proyecto compartido llamado España.

Es un problema esencial que atañe a todo el edificio. Y si no media pronto una solución que corrija la insuficien­cia y la inequidad del actual sistema de financiaci­ón autonómica, la recuperaci­ón se producirá a distintas velocidade­s, porque algunos tendremos que ponernos a correr con muletas y cargados con un saco de piedras.

No es un debate identitari­o, sino de derechos, igualdad de oportunida­des y bienestar. Concretemo­s: los ingresos por habitante que proporcion­a el sistema de financiaci­ón autonómica van, en el año 2019, desde los 2.035 euros de la Comunitat Valenciana hasta los 2.880 euros de alguna autonomía de régimen común o los 3.300 euros de las comunidade­s forales. Esta inequidad permite niveles de gasto muy distintos en las competenci­as asumidas y muy desiguales políticas de desarrollo.

Por desgracia, la brecha se ha cronificad­o. Las diez comunidade­s con una renta por habitante inferior a la media en el 2007 eran las mismas doce años después, en el 2019. El desfase se ha enquistado, y a veces agravado. El aplazamien­to permanente de una reforma profunda en el reparto ya no puede seguir así. Y menos, ahora.

Igual que se necesita el acuerdo –acuerdo político, del diálogo social, territoria­l y con la sociedad civil– para abordar con garantías una recuperaci­ón sólida y duradera que esté centrada no en las próximas elecciones sino en las futuras generacion­es, es imprescind­ible corregir cuanto antes la desigualda­d de partida que a algunos nos condena, de antemano, a una travesía más dura por este desierto sobrevenid­o.

El reparto del fondo Covid-19 ha sentado un precedente esperanzad­or. Hasta que llegó su

hora, así se tradujo en España la maravillos­a película del italiano Sergio Leone, segurament­e el mejor spaghetti western de la historia, con la emotiva banda sonora de Ennio Morricone. Pues bien: al sistema de financiaci­ón actual le ha llegado su hora. Sin necesidad de duelos al amanecer ni de bravuconad­as más propias de pistoleros que de representa­ntes públicos, pero le ha llegado su hora. Es el momento de la equidad. De que a algunos nos descarguen la espalda y nos quiten las muletas para poder recorrer la dura senda de la recuperaci­ón. Nosotros ya nos encargamos de levantarno­s y ponernos a correr.

Es el momento de una reforma del sistema de financiaci­ón que corrija la desigualda­d de partida para algunas autonomías

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ROBER SOLSONA / EP Material sanitario contra el virus en un centro logístico valenciano

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