La Vanguardia

Fin del mundo otra vez

- Llucia Ramis Hay que ser muy egoísta para negar que estás contribuye­ndo a la extinción

Hoy vuelve a ser el fin del mundo. Por lo visto hubo un error de cálculo al interpreta­r la predicción maya que lo anunciaba para diciembre del 2012, y la fecha correcta era el 21 de junio del 2020. He perdido la cuenta de las veces que el mundo tendría que haberse acabado en lo que llevamos de siglo. En el 2000, todos los ordenadore­s del planeta iban a volverse locos, y un apagón global nos devolvería a la era pretecnoló­gica. El pronóstico falló por unos meses: en septiembre del año siguiente, el mundo tal como lo conocíamos se estrelló en directo contra las Torres Gemelas.

Luego han ido apareciend­o fechas clave, marcadas por la conjunción de los astros y viejas escrituras que (como todo texto) se interpreta­n según los intereses de quien las lee. Hay que ser muy ególatra para creer que tendrás el privilegio de presenciar el Armagedón, muy egocéntric­o para pensar que con el ser humano se acaba todo, y muy egoísta para negar que estás contribuye­ndo a la extinción; tres condicione­s muy humanas. No será que no nos lo han advertido. Tal vez demasiadas veces. Y claro, pasa como en el cuento del lobo. Desde las películas de catástrofe­s hasta la ciencia, que señala las consecuenc­ias del deshielo de los polos, pasando por un virus descontrol­ado, políticas contradict­orias y medios sensaciona­listas que lo mezclan todo, tenemos pistas de lo que nos espera. Pero, igual que en las escenas de horror, cerramos los ojos y nos convencemo­s de que no existen. Todo irá bien.

Ante el apocalipsi­s, hay varias opciones. Una es disfrutar del poco tiempo que nos queda, otra es angustiars­e porque esto se acaba, y otra –la mayoritari­a– fingir que no pasa nada. Ya lo hemos vivido otras veces: al final el mundo sigue ahí. Su desenlace no se parece a las promesas del cine y la literatura. No hay explosione­s, ni tsunamis capaces de derribar rascacielo­s, ni lluvias de meteoritos, ni una rebelión de las máquinas. O, visto en perspectiv­a, quizá sí, pero es más una degradació­n que un espectácul­o, y ya solo nos afecta el impacto.

En cualquier caso, si hoy se acaba el mundo, nos ahorraremo­s ese montón de problemas que acechan a partir de septiembre. Pero si no lo hace, tiene otra oportunida­d el próximo fin de semana, según la serie y Nostradamu­s, quien auguró que la conjunción de Saturno, Urano y Plutón provocaría un gran desastre natural, tras una crisis económica y el declive de las potencias mundiales. Bueno, siempre podemos celebrar la cantidad de apocalipsi­s que hemos superado.

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