Tampoco hemos comido tan bien
Un estudio extrapolable a España revela que el 35% de los franceses ha empeorado su alimentación en el confinamiento
En puertas del confinamiento se declaró la fiebre del papel higiénico, convertido en exponente de la psicosis colectiva ante unos acontecimientos desconocidos. Los rollos volaron de las estanterías como si se tratara de un producto vital. En la primera etapa del encierro, muchas familias optaron por emplear el sobrevenido tiempo libre en la elaboración de repostería, en la interpretación de los centenares de recetas que se propagaban por la red. Las existencias de levadura se agotaron en muchos establecimientos. ¡Y venga azúcar!
La doctora Jara Pérez denomina este fenómeno fiebre del bizcocho, y advierte de su riesgo: “Tenemos la percepción de que cualquier cosa por el hecho de estar preparada en casa ya es saludable, pero que la repostería sea casera no implica que sea saludable. Es un poco mejor que la industrial, pero tampoco mucho más”.
Existen indicadores positivos respecto a la alimentación durante el confinamiento, como el incremento en el suministro de productos frescos o el restablecimiento de la cocina doméstica, pero no hay evidencias de que la mejora en los hábitos haya sido generalizada o que vaya a persistir cuando llegue la normalidad. Tampoco hemos comido tan bien, según los primeros resultados del estudio más sólido que se ha llevado a cabo.
Según la nutricionista Jara Pérez, investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición del CSIC, las conclusiones preliminares del informe Nutrinet-santé desarrollado en Francia son perfectamente extrapolables a España. Los investigadores de Nutrinet llevan diez años monitorizando los hábitos alimentarios de un grupo de 35.000 personas, representativo de todos los segmentos de la población francesa. Su informe sobre la nutrición y la actividad física durante el confinamiento observa tres comportamientos: la alimentación desfavorable para la salud, que implica un aumento de peso, afecta al 35% de la muestra, frente a un 22% que ha mejorado sus hábitos. El resto (43%) ha mantenido sus comportamientos nutricionales.
“La gente que ha mejorado sus hábitos sin necesidad de ponerse a dieta ha hecho cosas muy sencillas: consumir más productos
La investigadora Jara Pérez propone campañas públicas sobre nutrición si hay más confinamientos
frescos, cocinar más en casa... aspectos que podemos incorporar sin esfuerzo. Vemos que hay un margen para mejorar sin que tengas que sufrir por ello”, valora Pérez.
Respecto al polo opuesto, al más de un tercio de la población que ha empeorado su nutrición durante un período de tres meses, la especialista juzga que se trata de un dato grave y preocupante. “La dieta es más importante de lo que la gente puede pensar”, subraya. “La alimentación influye en las enfermedades que se manifiestan según va avanzando la vida, como la diabetes del tipo 2 o los infartos, consecuencia de los hábitos que has tenido a lo largo de tu vida. En el caso de la Covid-19, se sabe que la obesidad duplica las posibilidades de que la enfermedad sea grave”.
Jara Pérez supone que la etapa de confinamiento puede haber mejorado comportamientos a nivel individual, aunque, matiza, “como sociedad no sabemos si estaremos mejor o peor en el campo alimentario”. Durante el estado de alarma, ha echado de menos alguna campaña institucional sobre nutrición al estilo de los contenidos para los escolares que se han emitido en televisiones públicas.
“Vamos aprendiendo de lo ocurrido”, declara la investigadora. “Si se da el caso de que se produzcan nuevos confinamientos, tendría que ser posible que las autoridades pensaran en mensajes alimentarios para la población”.