Claro, brillante y comunicativo
Se ha escrito en general en términos muy elogiosos de la nueva obra musical del premio Nobel de Literatura Bob Dylan. Y la columna vertebral de esas alabanzas se cimenta en que finalmente la materia prima del disco vuelve a ser de cosecha propia, canciones originales e inéditas después de una serie de tres álbumes atractivos e interesantes pero deudores líricamente del Great American Songbook. Y, sobre todo, porque esas nuevas composiciones son de una tipología especialmente atractiva ya que hablan con relativa transparencia de él, de donde viene, de lo que siente en el momento actual, de lo que le gusta... en fin un Bob Dylan bastante insólito.
En este proceso de exhibición informativa, el autor informa que es como Anna Frank, Indiana Jones y los Rolling Stones, en I contain multitudes, que en este aspecto de datos es de lo más sugerente, aparte por supuesto de esa joya que es la amazónica Murder most foul . Es una obra magna en donde la esencia está en lo que dice, muy a menudo ya ni cantado sino simplemente recitado, hablado cual atípico rapero, lo que quiere decir que la vestimenta sonora aquí parece secundaria. Hay blues, algún amago más rítmico, pero en general un formato de canción estrictamente vehicular. Le arropa su grupo de directo, con aportaciones de Fiona Apple y Blake Mills, dos de los cracks del momento, que entre todos elaboran un manto sonoro acústico, hipnótico y en momentos un punto fantasmagórico: ideal para resaltar unas letras que , como decía en su ya muy manida entrevista con The New York Times, “son la cosa real, tangible, no son metáforas”.