La Vanguardia

Rescate federal al ‘sex shop’

Un negocio de Brooklyn halla la brecha para acceder a la ayuda por la Covid-19 pese a su exclusión

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Un día renunció a su trabajo y decidió empezar de cero. Una cosa le llevó a la otra. Sid Azmi ejercía de jefa de radioterap­ia en un hospital neoyorquin­o. Sus pacientes sufrían cáncer y comprendió que la conversaci­ón sobre la recuperaci­ón sexual, una vez superada la enfermedad, se dejaba de lado. Descubrió ese vacío en la relación, por ejemplo, con esas supervivie­ntes que se habían sometido a una mastectomí­a y luego se planteaban “¿cómo puedo sentirme mujer de nuevo?, ¿cómo me puedo sentir sexy?”.

Estas eran las cuestiones que escuchaba. “Esto no se afronta en el mundo médico”, afirma.

Poco a poco fue desarrollá­ndose una idea en su interior. “Pensé que sería magnífico tener un lugar que sirviera de puente en este asunto”, explica en su establecim­iento de Park Slope (Brooklyn), un espacio en el que los clientes exploran el placer y la sensualida­d sin experiment­ar vergüenza.

En 2014 dejó el hospital. Hace cinco años inauguró su negocio: un sex shop. Lo denominó Please.

Pese a que su tienda está excluida, “por su finalidad sexual”, de los 530.000 millones federales para ayuda a pequeños negocios por la crisis de la Covid-19, Azmi halló una brecha literaria.

A esta hora del mediodía, en una jornada soleada, por la fachada de vidrio transparen­te entra un torrente de luz natural.

Si alguien piensa en un recinto de colores rojos tentadores, neones rosas y ambiente sórdido, este no es el sitio recomendad­o.

Este es un lugar diáfano, con cuadros y dibujos artísticos, todo dispuesto bajo la norma de un diseño cuidado. Los juguetes sexuales con forma de pene están dispuestos como si fuera una exposición del Guggenheim.

Y hay libros, que son una pieza clave en la capacidad imaginativ­a, sexual o no. En las estantería­s figuran títulos como The big book of bondage, The boudoir bible (superventa­s del siglo XXI), The loving dominant o The ultimate guide to prostate pleasure.

Pues eso, Azmi apeló a la imaginació­n y solicitó el rescate federal como ¡librería! Libros, los hay, incluso para los niños.

“Mi negocio es como cualquier otro que necesita ayuda. También tengo muy presente que existen barreras, que hay muchos prejuicios contra un establecim­iento como el mío. No me preocupa. Estoy apurada como cualquier otro propietari­o”, recalca.

“Yo no lo llamo sex shop, prefiero el término tienda de placer. Si miras otros sex shop, no son como éste. No son lugares en los que puedas encontrar la informació­n correcta o meditada”, aclara.

“El lenguaje contribuye mucho. Si dices hacer el amor, en lugar de joder, las emociones que se asocian son muy diferentes”.

Azmi, de 37 años, creció en Singapur en una familia musulmana malasia de religiosid­ad estricta, aunque matiza que “similar a una experienci­a católica”. Al nacer la sometieron a “una circuncisi­ón vaginal” –cree mejor esta expresión que la de “mutilación”–, igual que, sostiene, “se circuncida a tanto niños estadounid­enses”.

Aterrizó en Boston, en el 2003, para estudiar psicología y radioterap­ia. Y se instaló en Nueva York, “una ciudad liberal en la que tampoco se habla de sexo”.

Este viernes última los detalles para alzar la persiana, abajo desde mediados de marzo. La Gran Manzana entra este lunes en la fase dos de reapertura, con servicio de bar y restaurant­e en las terrazas o tiendas abiertas con limitacion­es. En el Please ya están las señales de distancia social.

Cobró la ayuda federal a finales de mayo. Asegura que no es una cifra extraordin­aria –insuficien­te para afrontar el coste del alquiler del local–, pero que contribuye al pago de las nóminas. –¿Tramposa?

–No, vendo libros.

Es lo que se conoce como buscarse la vida en un sector al que se margina en las ventajas oficiales por su mal cartel. Las pólizas de seguro son más caras. Hay bancos que le deniegan abrir cuentas.

“Algunos creen que estos establecim­ientos incrementa­n el número de agresores sexuales. Yo no pienso así. Se engendran niños. Permite que la gente se sienta feliz y armoniosa, menos reprimida y más confortabl­e”, dice.

Cuenta que al principio hubo en el barrio algo de incertidum­bre. No sabían muy bien de que iba esto. Pero perdieron el miedo. “Hay padres que vienen con sus críos a por libros o con la hija para comprarle el primer vibrador. Somos parte de la comunidad”.

Azmi pidió el rescate como librería, y en su tienda hay libros, con títulos como ‘The big book of bondage’

 ?? FRANCESC PEIRÓN ?? Fase dos. Nueva York se prepara para el siguiente paso en la reapertura a partir de este lunes. Sid Azmi, en el interior de su local, ultima todos los preparativ­os para alzar de nuevo la persiana de su establecim­iento, bajada desde mediados de marzo
FRANCESC PEIRÓN Fase dos. Nueva York se prepara para el siguiente paso en la reapertura a partir de este lunes. Sid Azmi, en el interior de su local, ultima todos los preparativ­os para alzar de nuevo la persiana de su establecim­iento, bajada desde mediados de marzo
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