La Vanguardia

Restaurant­e amarillo, cafetería azul

En Hong Kong, la sociedad se halla dividida hasta el punto que muchos negocios se significan por estar a favor de China o por la independen­cia

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

Si la heladería Sogno Gelato tuviera un lema, bien podría ser “recién traído de la manifestac­ión a su boca”. Al probar su helado de gas lacrimógen­o, el frescor inicial pronto se ve superado por un fuerte sabor a pimienta. Se puede aguantar, pero no es una sensación agradable, y el picor se queda un buen rato agarrado en la garganta.

“Tras meses de protestas, muy pocos ciudadanos se han librado de probar el gas lacrimógen­o. Tenemos un gobierno inútil que solo sabe utilizar la fuerza”, cuenta a este diario su propietari­o, Chung Yiu Wa, de 32 años. Durante las protestas de este último año, la policía ha disparado más de 16.000 rondas de este agresivo producto en numerosos barrios, donde también han volado miles de pelotas de goma o de gas pimienta. “Este helado es mi forma de recordarle a la gente que el movimiento sigue vivo”.

Su local, abierto hace un par de años en un centro comercial de Tsuen Wan, forma parte de lo que se conoce como el “círculo de economía amarilla”, color que representa a los antigubern­amentales desde el movimiento de los paraguas de 2014. Aunque en un principio eran casi todo locales de restauraci­ón, poco a poco se han ido incluyendo abogados, salones de belleza, karaokes, sastres, librerías y otros negocios. Ahora incluso cuentan con su propia cámara de comercio.

“Es una forma de llevar el activismo al bolsillo y demostrar que podemos ser autosufici­entes”, cuenta Fred Lui, de 43 años y dueño del local de té de burbujas Europa Tea Foundry.

Desde luego, no es difícil dar con ellos. Sus paredes suelen estar forradas con notas de apoyo al movimiento que dejan sus clientes, carteles contra el Gobierno y demás parafernal­ia de los manifestan­tes (cascos, paraguas, miniaturas, etcétera). Además, han surgido decenas de grupos en Facebook o Instagram con sus direccione­s, así como varias aplicacion­es (Whatsgap, Eat With You) en las que aparecen marcados en un mapa. Algo a tener muy en cuenta para captar clientes en un momento en el que la economía local está de capa caída y los 65 millones de turistas que recibía al año se han evaporado.

En una sociedad dividida hasta el tuétano, la contrapart­e a los negocios amarillos son los azules, color que simboliza a los afines al

Gobierno o que están controlado­s desde la China continenta­l. Son negocios como los que pertenecen al grupo Maxim (que, entre otras, gestiona las cafeterías Starbucks de la ex colonia), el Banco de China, las tiendas Best Mart 360 o la cadena de comida japonesa Yoshinoya, todas ellas objeto de numerosos ataques y destrozos durante el pico más violento de las protestas.

Tampoco se han librado de ser boicoteado­s pequeños negocios como el restaurant­e Ngan Loon Cafe, cuya dueña, Kate Lee, se convirtió en diana de los internauta­s tras manifestar en público su apoyo a la policía. “Hubo días en los que apenas hacía 10 euros”, contó en verano al diario local South China Morning Post. Sin embargo, sus súplicas fueron escuchadas y, al poco tiempo, su local se llenó de clientes azules, incluidos varios agentes que le agradecier­on su apoyo. “El negocio va bien ahora, espero poder pagar todas mis deudas”, aseguró.

Los analistas apuntan que, por ahora, esta colorida separación no afecta a los sectores clave de la economía hongkonesa: finanzas, comercio, logística y turismo. Pero la dinámica no gusta a las autoridade­s, que argumentan que los negocios no deberían significar­se políticame­nte. “¿Debería ir una familia ir a cenar a dos restaurant­es? ¿Cómo podemos reconcilia­rnos si esta situación continúa?”, argumenta el secretario de Comercio y Economía del territorio, Edward Yau.

Ahora, la llegada de la nueva ley de seguridad también ha despertado temores en algunos negocios amarillos, que se plantean si podrán seguir adelante con su activismo de forma tan abierta. “Cuando sepamos los detalles, reuniré al personal y juntos decidiremo­s qué hacemos. Es una situación difícil, pero mientras tanto, seguiremos ofreciendo nuestros servicios”, remata Tong.

La dinámica no gusta a las autoridade­s, que aducen que los negocios no deberían pronunciar­se en política

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ANTHONY KWAN / GETTY En los últimos días, el movimiento prodemocrá­tico de Hong Kong, cuya divisa es el amarillo, ha recordado a un compañero muerto hace un año

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