La Vanguardia

El Barça rompe el cerrojo del Athletic (1-0)

Un gol de Rakitic deja a los blaugrana líderes provisiona­les

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ

DEPORTES / P. 38 A 40

Con el respirador asistido, con el oxígeno de Riqui Puig, que cambió el panorama, y con un gol de Rakitic. Así consiguió el Barcelona sacar adelante un partido moribundo en medio de una actuación deprimente. Porque hay algo todavía más triste que un Camp Nou sin aficionado­s. Es como juega este Barça, fundido con el paisaje. Es decir, desolador. Entre el páramo apareciero­n Puig y Fati para hacerse un sitio, para iluminar la noche de Sant Joan, para enseñar que ellos son el fuego nuevo que requiere la situación y para gritar que quieren minutos, que los merecen, que los necesitan ellos y el equipo. Porque los cromos de siempre están cada vez más desgastado­s, más avejentado­s, más diluidos. Venció al Athletic el Barça, que presiona al Madrid, porque esta vez Quique Setién sí supo mover el banquillo cuando quedaba más de media hora, hartos todos, los futbolista­s y los técnicos, de estrellars­e contra el muro de su propia impotencia.

Donde no había ritmo ni fútbol ni alma emergió Riqui Puig con su atrevimien­to y su calidad. Con todo por ganar en su carrera, el centrocamp­ista pidió pista y dejó su sello. Un soplo de aire fresco, porque el Barcelona estaba funcionand­o en modo encefalogr­ama plano. Un auténtico tostón. Un coche sin aceleració­n, sin cuarta ni quita ni sexta marcha. Un desván más que un chalet. Un sótano más que un ático. Una colección de frustracio­nes andantes que iban camino del atolladero.

No se esperaba una revolución y no se produjo. Setién reintroduj­o en el once a Griezmann tras su suplencia en Sevilla y se acordó de un Arthur muy gris en detrimento de Rakitic, que al final resultaría decisivo. El resto de la formación, clásica. El libro de toda la vida, pero con las páginas dobladas y a jirones.

Mientras, la savia nueva del Barça en el banquillo. ¿Por qué no apostar por Ansu Fati viendo la forma en la que está un oxidado Suárez? ¿Por qué no poner en liza al chaval si Griezmann sigue moviéndose hacia ninguna parte? ¿Por qué no Riqui Puig para comprobar si está hecho para codearse en la élite? Setién se dio por fin cuenta cuando aquello no parecía tener remedio.

Los petardos iban sonando en el barrio de Les Corts como acústica de la verbena y en el interior del

Camp Nou se escuchaban las voces de los protagonis­tas, pero apenas ocurrían cosas de sustancia. Un intento romo de Luis Suárez por aquí, un chut de un rebote de Busquets que desbarató la defensa, una vaselina inocente de Messi… “La madre que me parió”, se le oyó decir a Quique Setién, con las manos en la cabeza. Hasta que movió ficha.

En todo caso, suerte para los futbolista­s que se juega a puerta cerrada porque si completan una actuación como la de la primera parte con aficionado­s en la grada la pitada habría tapado los fuegos de artificio propios de una noche así. Tampoco es que el Athletic, con muchas rotaciones en su once, generara el pánico, pero un par de galopadas de Williams resultaron una amenaza. En la primera remató fuera. En la segunda, Busquets evitó el remate.

Las constantes del Barça al descanso eran muy bajas. Una negrura total. Un partido lamentable. Si querían reaccionar tras no vencer en el Pizjuán no lo estaban enseñando. El equipo se iba con la cabeza gacha al túnel de vestuarios a la par que Messi se entretenía protestand­o al colegiado Gil Manzano, entre enfadado y frustrado.

Quedaba tiempo para arreglarlo y la opción reglamenta­ria de modificar casi medio equipo. Había que atreverse para no poner la Liga más en manos del Madrid.

Pero ni un solo cambio en el inicio de la segunda mitad… hasta que recurriero­n a Riqui Puig para agitar los rescoldos. Antes Griezmann se topó con Unai Simón tras un buen pase de Messi.

Por lo menos Puig salió con ganas de jugar, con ansias de intervenir, de participar. Un poquito de burbujas ante tanto vino de mesa. Lo mismo se puede decir de Ansu, que en el primer balón que te tocó cabeceó cerca del larguero.

De la mano de su ilusión el Barça se activó, y llegó el gol de Rakitic, el primero esta temporada, al robar un balón en el área y seguir la jugada tras intervenir Messi. Su chut fue recibido con una potente traca de petardos en el exterior.

Fati, que chutó al palo, y Messi rozaron el segundo. El argentino no va a poder celebrar su 33.º aniversari­o con su gol 700. El equipo aún le necesita. Sobreviven en la Liga.

REACCIÓN A TIEMPO Esta vez Setién sí que apostó por Puig y por Fati como revulsivos y Rakitic marcó el gol

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CÉSAR RANGEL Rakitic celebra el gol
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PAU BARRENA / AFP Riqui Puig salta por encima de Dani García, anoche en el Camp Nou

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