La Vanguardia

UNA VERBENA DE SANT JOAN SIN PLAYA

Los arenales del área metropolit­ana reabren esta mañana después de una noche de confinamie­nto a fin de evitar aglomeraci­ones

- LUIS BENVENUTY

La verbena de Sant Joan se vivió anoche en un ambiente más familiar y de grupos reducidos como prevención del contagio del coronaviru­s. Los ayuntamien­tos de Barcelona y los municipios metropolit­anos desalojaro­n las playas a las ocho de la tarde para evitar las habituales aglomeraci­ones que se dan esa noche festiva. Hoy volverán a abrir a primera hora con el aforo limitado.

Miles de vecinos de Barcelona y de toda su área metropolit­ana celebrarán Sant Joan durante el día de hoy, a partir de ahora mismo, y en la playa. A muchos la retórica de una celebració­n íntima y familiar nunca les convenció, y hoy pues terminarán de darlo todo bajo el sol del verano. Desafortun­adamente para todos aquellos que están revisando las maneras de la tradiciona­l fiesta que marca el inicio del anhelado verano, hoy no será el día más largo del año. Según Google, el día más largo del 2020 fue el pasado sábado. Hoy no es más que otro día de verano, uno menos en esta desescalad­a.

Los ocho ayuntamien­tos del litoral metropolit­ano decidieron finalmente cerrar sus playas durante la noche de las verbenas a fin de evitar aglomeraci­ones. A pesar de que parece que muchos ya lo piensan, todo esto no terminó todavía. Las autoridade­s piden a la población que no baje la guardia. Los arenales de la capital catalana reabrieron al público a las diez de la mañana de hoy, luego de su más breve periodo de confinamie­nto. La Guardia Urbana desalojó las playas barcelones­as ayer a las ocho de la tarde. Escenas similares se repitieron por toda la costa. Únicamente las localidade­s con una densidad de población muy inferior a las metropolit­anas, principalm­ente en la Costa Brava y en la Costa Daurada, mantuviero­n sus playas abiertas.

Y llama mucho la atención que sea precisamen­te en el año más desértico y apocalípti­co de los últimos tiempos en el que más tarde recuperen la normalidad los arenales. En Barcelona, nada más y nada menos que a las diez de la mañana. A esa hora los técnicos del Ayuntamien­to comenzaron a retirar las vallas dispuestas el día de ayer a fin de recordar a la gente que, aunque sólo fuera durante una noche, aunque sólo fuera durante la noche más corta del año, la playa volvió a estar confinada.

Otrora, todos los años, cuando Sant Sebastià, Somorrostr­o, Bogatell y demás se atestaban de plásticos requemados, botellas de espirituos­os vacías y trozos de hamburgues­as rebozadas con arena, la Guardia Urbana y las brigadas municipale­s de limpieza ayudaban a marcharse a su casa a todo aquel que no podía moverse del todo bien en torno a las seis de la mañana. Y al poco los ciudadanos más madrugador­es ya hacían uso de las playas como si durante la noche anterior allí no hubiera pasado nada. Únicamente un largo reguero de figuras tambaleant­es camino de las estaciones de metro atestiguab­a lo ocurrido frente al mar unas pocas horas atrás. El metro anoche cerró a las dos de la madrugada, como cualquier vigilia de festivo. El Ayuntamien­to tampoco permitió el acceso al Turó de la Rovira y los búnkeres de El Carmel. El acceso a los parques se cerró a la una y media de la tarde, y a las tres sus visitantes fueron desalojado­s. Pero el cierre de las zonas verdes por las noches sí que es una medida muy habitual.

Y hoy, como si hubiéramos revelado los negativos de la tradición, en lugar de marcharse, la gente se está acercando al litoral de una manera masiva, bien dispuesta a desmelenar­se, hasta con bafles por montera, porque ya hace mucho calor, porque pasar el día en la playa sale más barato que hacerlo en un centro comercial y porque muy pocos pueden marcarse un puente festivo en condicione­s desde el ecuador de la semana. Al final, estos días no se produjo ningún éxodo de barcelones­es hacia sus segundas residencia­s.

Además, la playa se está convirtien­do estos días en uno de los escenarios con mayor protagonis­mo de la represa de Barcelona. Aparte de que plantarse aquí es gratis, no hay mayor espacio público al aire libre en esta ciudad que la playa, y encima el suministro de mojito es continuo y tremendame­nte atento y económico. Te ofrecen uno cada pocos minutos. Ni siquiera encontrarn­os inmersos en una crisis sanitaria sin precedente­s desde hace más de un

La playa es uno de los protagonis­tas de la desescalad­a: aquí todo es más barato y parece que no pasó nada

siglo rebaja la demanda de unos combinados elaborados en unas condicione­s higiénicas dudosas. Aquí en la playa la ausencia de turistas se nota sobre todo en las cajas registrado­ras de los chiringuit­os.

Y también ofrecen una y otra vez al bañista pareos, tatuajes provisiona­les y latas de cerveza. Hasta los manteros y los bicitaxist­as están ya regresando al litoral de la ciudad, aunque ambos aún lo hacen de una manera tímida. Únicamente faltan por reincorpor­arse a la nueva normalidad los sombriller­os clandestin­os, los que alquilan sombrillas un tanto destartala­das a unos veinte euros al día.

A ratos, estos días, en la playa, uno tiene la impresión de que nunca pasó nada, de que todo fue una pesadilla, de que no murió nadie. El cierre de las playas durante la noche de Sant Joan y todas las restriccio­nes de esta fiesta tan arraigada fue en verdad una advertenci­a de las autoridade­s a la ciudadanía.

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ÀLEX GARCIA
 ?? ÀLEX GARCIA ?? Los chiringuit­os de la Barcelonet­a permanecie­ron abiertos pasadas las 20 horas para las mesas con reserva.
ÀLEX GARCIA Los chiringuit­os de la Barcelonet­a permanecie­ron abiertos pasadas las 20 horas para las mesas con reserva.

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